Hace muy pocas
semanas se estrenaba en Cuatro uno de estos programas que suponen la
oportunidad perfecta de aumentar nuestro bagaje cultural y permiten ampliar
nuestros horizontes conversacionales con la peluquera del barrio. Para aquellos
que aún no sepan a qué me refiero, hablo del fenómeno televisivo de moda: ¿Quién quiere casarse con mi hijo? (y
visto el panorama, entendería un grito que al unísono clamara ¡nadie!)
El programa
conducido por Luján Argüelles, que parece haberse convertido en La Celestina
contemporánea, es un ‘copia y pega’ de sus predecesores: situaciones cotidianas
llevadas al extremo, naturalidad ausente en todas y cada una de las citas y
aires de dramatismo que provocan risa. No obstante, destaca la entrada en
escena de un nuevo actor. Y es que, tras el éxito mediático de “Mari
Ganchillo”, la señora que juzgaba en silencio cada movimiento de MYHYV mientras
le daba al hilo y a la aguja -y que no dejaba de ser representante de esa
abuela que, cabizbaja pero con una mirada casi maldita, sentencia “esa niña no
es de fiar” tras conocer a tu nuevo ligue-, era de esperar la cesión de
protagonismo a una figura del entorno familiar: las madres.
La abuela de uno de los participantes en el programa
actuando como Mari Ganchillo
Racistas,
clasistas, sexistas… las hay de todo tipo. Madres que quieren que sus nueras
“no tengan cara de golfa”, pero que sean “buenas lobas en la cama” o que sepan planchar y lavar como sinónimos
imprescindibles de la mujer perfecta. Las hay incluso quienes no quieren novias
negras para sus hijos porque “huelen mal y están como descuidadas”, mientras
que otras “tienen amigas de color y lo llevan fenomenal, oye”. Y de tal palo
tal astilla, porque así han salido sus pequeños
retoños: para echarles de comer aparte.
La mayor parte
de dudas generadas en la web se resumen en una pregunta tan simple como ‘¿Está
todo esto guionizado?’, aunque reflexionando en profundidad y haciendo un esfuerzo intelectual algo más
elevado, nos surgen otras como ‘¿Qué quiere conseguir la madre del informático
maquillándose de esa forma?’, ‘¿Qué le picaba a Sandrita, la
pretendienta-exactriz porno, el día de la presentación?’ o ‘¿Es la única
neurona que parece tener David, el químico stripper, la que hace que su nota
media sea, según afirma, dos puntos superior a la media de su carrera?’. De
todos modos, las respuestas nos dan igual. Al populacho no nos importa que nos
mientan, de hecho nos encanta; pero por favor, ¡que nos mientan bien!
Tímido ritual de cortejo entre dos
de los concursantes.
Por último, y
como no podía ser de otra forma, cabría destacar los sentimientos de todo tipo
que ha desatado en twitter este fenómeno paranormal. El hashtag oficial -e interminable- del programa
(#quienquierecasarseconmihijo) ha sido eclipsado por uno mucho más adecuado –y
en beneficio de nuestros caracteres, corto-: #hijostróspidos. El vocablo
gallego que hace ya unos cuantos años puso de moda un bloguero
coruñés define a la perfección la personalidad de estos solteros: caducos,
feos y estropeados; pero sobre todo sus respectivos cerebros: “algo que se
estropeó, que funciona, pero de una forma muy irregular”.
Omar López García @lemonbiscuit1
No pude salir más de mi asombro cuando vi el tímido ritual de cortejo entre dos concursantes.
ResponderEliminarCreo que transmites bien el sentimiento que toda persona digna - sea hombre o mujer - siente al ver un reality del nivel de "¿Quién quiere casarse con mi hijo?".
Realmente no sé qué clase de personas son capaces de exponerse a tal humillación en televisión y mucho menos quien aconseja a las madres sobre maquillaje y vestuario.
Denigrante y bárbaro, o nos lo tomamos a risa o vamos planeando una sesión de suicidio colectivo.