Y es que es verdad que no hay dios que alguna vez no haya acabado hasta la coronilla con alguna de esta compañías, observando impotentemente cómo sus beneficios despegaban a costa de permanencias, estafas, errores, letras pequeñas y otras tantas argucias, legales o no. La similitud con el mundo laboral sigue siendo sorprendente. Sin embargo, por algún extraño motivo que intentaremos desvelar, la reacción del trabajador, del parado y del estudiante dista mucho de ese sentimiento general de necesidad de unión ante la amenaza real que supone la reciente reforma laboral del Partido Popular.
No es casual.
Desde que el trabajo asalariado existe, una de las estrategias más practicadas
por el poder económico y político ha sido intentar enfrentar a parados y
trabajadores, presentado los
intereses de unos como contrarios a los de los otros. Según esta doctrina neoliberal, los parados no encuentran empleo
porque los trabajadores no lo permiten -cómo si fueran ellos los que
contrataran- al exigir mantener su derecho al trabajo digno y a un sueldo
decente. Resumiendo, que si se pudiera despedir gratis o bajar el sueldo sin
garantías para el empleado se contrataría a muchísima más gente. Además de no
estar demostrado y de dirigirnos hacia el esclavismo competitivo, este chantaje
es la que subyace en la reforma laboral recientemente aprobada, de ahí que haya
que espabilarse.
No es el único esfuerzo que el PP ha hecho para la fragmentación de la defensa de los trabajadores. Otro argumento falaz repetido machaconamente ha sido el de la creación de empleo juvenil. Supuestamente estancado otra vez por los privilegios de los trabajadores mayores que tienen empleo. Privilegios como un trabajo en situación legal, con contrato en lugar de una beca y un sueldo suficiente para alimentar a una familia. Este otro dogma del neoliberalismo también está presente en la reforma: se incentiva la contratación de jóvenes a costa de los presupuestos de la Seguridad Social, mientras se abre la puerta a la bajada de sueldos y el despido barato de los trabajadores actuales. Simplificando: si mi viejo no acepta una reducción de su sueldo, le pondrán de patitas en la calle con una indemnización ridícula, y el empresario me ofrecerá a mí un salario igual o menor que el que propuso a mi padre y, por supuesto, con menos derechos. El resultado es escandaloso: mismos puestos de trabajo, menores salarios y familias que en conjunto serán más pobres.
No es el único esfuerzo que el PP ha hecho para la fragmentación de la defensa de los trabajadores. Otro argumento falaz repetido machaconamente ha sido el de la creación de empleo juvenil. Supuestamente estancado otra vez por los privilegios de los trabajadores mayores que tienen empleo. Privilegios como un trabajo en situación legal, con contrato en lugar de una beca y un sueldo suficiente para alimentar a una familia. Este otro dogma del neoliberalismo también está presente en la reforma: se incentiva la contratación de jóvenes a costa de los presupuestos de la Seguridad Social, mientras se abre la puerta a la bajada de sueldos y el despido barato de los trabajadores actuales. Simplificando: si mi viejo no acepta una reducción de su sueldo, le pondrán de patitas en la calle con una indemnización ridícula, y el empresario me ofrecerá a mí un salario igual o menor que el que propuso a mi padre y, por supuesto, con menos derechos. El resultado es escandaloso: mismos puestos de trabajo, menores salarios y familias que en conjunto serán más pobres.
Los jóvenes, por
rebeldía e inteligencia, no podemos hacerle el juego a la derecha y la
patronal. El adversario del parado no es el trabajador, ni nuestros padres
son el nuestro. El verdadero enemigo es quien juega de esta forma con la
vida y el trabajo de miles de familias, aspectos que al fin y al cabo,
sostienen nuestra dignidad como personas. Ellos, la derecha política y los
patrones, lo saben, incluso sus mercenarios lo saben: nosotros somos su enemigo. De ahí su insistencia en distraernos con falacias económicas,
batallas parciales y asuntos secundarios.
El verdadero
enemigo es quien aumenta sus beneficios empresariales mientras despide a sus
empleados, el verdadero enemigo son los bancos que hacen negocio con la deuda
pública del país, el verdadero enemigo son los que quieren que trabajemos como chinos o mandarnos a Laponia, el
verdadero enemigo son los que proclaman que “nos apretemos el cinturón porque
hemos vivido por encima de nuestra posibilidades” mientras se frotan las manos
por lo coloquial de la frase en sus coches oficiales.
La huelga del
próximo día 29 supone una prueba de fuego para los trabajadores de este país,
los que trabajan, los que ya no pueden hacerlo y los que no sabemos si algún
día podremos. Una respuesta masiva supondría aflojar la soga que tenemos al
cuello y un primer paso para quitárnosla definitivamente. Ir a trabajar,
quedarse en casa, renegar de la lucha por los derechos laborales significaría
una huida hacia adelante, apretándonos nosotros mismos la soga hasta la asfixia
y dando un alegrón a los empresarios, políticos y élites que tanto se han reído
ya de nosotros.
Que no nos sigan
chuleando en el futuro depende de que parados, trabajadores y estudiantes
salgamos juntos a la calle, sin fisuras ante el verdadero enemigo. Es nuestro
porvenir como trabajadores, como personas que necesitaremos un empleo para
vivir, lo que los jóvenes nos jugamos luchando contra la reforma laboral. De lo
contrario, asumiremos condiciones de trabajo esclavistas y, poco a poco, las
interiorizaremos como algo normal. En
este trágico futuro nadie se preguntará por qué se mata a trabajar para ser un
infeliz, como a día de hoy nadie se pregunta porque paga por el
“establecimiento de llamada”. Hagamos caso al señor de boina: vayamos
huelga y salgamos a la calle todos, todas juntas y las veces que haga falta,
así se van a enterar. Es nuestro futuro lo que está en juego, no lo olvidemos.
Eduardo Kaczynski @eduardo_EOG
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