Le propongo un experimento:
hagamos de leer una reseña una inmersión en el tiempo. Póngase alguna canción que vaya al hilo de lo
que le voy a relatar; se acepta ser típico, puede escuchar “Te recuerdo Amanda”, de
Víctor Jara. También puede innovar y hacer que suene “El viejo comunista”, de
Manuel García. Sienta cómo Chile se le cuela entre las entrañas y, por qué no,
permítase el lujo de ponerse un poco melancólico.
La llanura de Isla de Maipó se ve
hoy despejada. Hay un cerro, al fondo, y unos hornos de una cooperativa
agrícola. Usted, que se llama Luis Navarro y que es un fotógrafo joven pero no
inexperto, anda husmeando para conseguir material para su publicación en la
Vicaría de la Solidaridad, en Santiago de Chile. Algo le dice que esas minas,
esos hornos incrustados en la roca, tienen en sus entrañas un secreto. Quince
personas de El Triunfador –la cooperativa agrícola- fueron detenidas en
extrañas circunstancias el 7 de octubre de hace cinco años, de 1973. No es raro que la gente se esfume sin dejar
rastro en esta cruda dictadura que es la de Pinochet. Si nos adelantásemos en
el tiempo averiguaríamos que más de 1000 personas desaparecerían, 3000 morirían asesinadas y 35000 serían
torturadas. Sin embargo sólo tiene por dentro el miedo por descubrir algo y las
ganas de luchar contra este régimen que nos oprime en el pecho. La mina, que le
llamaba de lejos, ahora le tiene cerca, tocando sus paredes malditas. Su mano,
temblorosa pero agarrando fuerte la cámara, entra por una de las grietas del
horno. Dispara varias veces, haciendo un arco para conseguir varios ángulos de
ese interior oscuro.
Por la noche, cuando
vuelve a casa, se dispone a revelar. Los líquidos fijadores le mostrarían algo
que le haría envejecer diez años. Son calcetines y pies desnudos; la prueba de
que esos quince trabajadores de Lonquén fueron arrojados vivos al interior de
los hornos.
Y es que ser el fotógrafo de los perdedores y de los muertos, ser el fotógrafo
de los desaparecidos, no es sólo un trabajo. Es lo que intenta mostrar la
producción de Sebastián Moreno, una película documental que va más allá de
intentar reunir testimonios. La
Ciudad de los Fotógrafos se propone asomarse al abismo de la historia para
mostrarnos la labor de esos que lucharon contra una dictadura sin ser vistos.
Nos muestra cómo asociándose bajo las siglas de AFI –Asociación de Fotógrafos
Independientes-, tuvieron la suficiente fuerza como para ejercer la presión al
régimen que incitaría a la revolución.
La cámara como arma importante en cualquier combate, que diría Óscar Navarro,
no es lo único que nos quiere mostrar en este film. También se nos transmite el
respaldo que le daba a la gente que se manifestaba en la calle la labor de los fotógrafos y cómo
una imagen puede hacerte sentir parte de la historia de la humanidad ya que, a
fin de cuentas, sin un recuerdo no somos nada después de nuestra muerte. La
necesidad de devolver a la vida a esas personas que desaparecieron no sólo
físicamente sino también de manera gráfica en sus fotografías es lo que
impulsaría a estos reporteros a dejarnos el testigo de lo que fueron.
Combinadas con videos de
distintos sucesos, las instantáneas de fotógrafos como Jorge Ianiszewski,
Claudio Pérez, Percy Lam o Kena Lorenzini forman una obra de arte en forma de
cine documental que, a pesar de su escasa difusión tras su estreno en 2006,
merece la pena revisar atentamente. Un trabajo para vivir en primera persona,
respirando hondo y haciendo una inmersión en la historia de ese gran país que
es Chile.
Chemi Pérez @chemi_perez
Chmei
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