Esther Vivas (Sabadell, 1975), periodista de formación, es activista e investigadora sobre movimientos sociales y políticas agrícolas y alimentarias. Forma parte del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) en la Universidad Pomepu Fabra de Barcelona. Ha sido cabeza de lista por Izquierda Anticapitalista en las elecciones al Parlamento Europeo en 2009, de Des de Baix en las elecciones al Parlmanet catalán en 2010 y por Anticapitalistes en las elecciones generales de 2011. Forma parte de la redacción de Viento Sur y ha escrito y colaborado en numerosos libros.
Como activista
participaste en el movimiento antiglobalización y acudiste a varias
contracumbres. ¿Crees que movimientos como las primaveras árabes,
el 15M u Occupy Wall Steet son herederos de éste? ¿En ese caso,
crees que las movilizaciones actuales han aprendido algo de las
primeras?
Por un lado hay elementos
de continuidad entre el movimiento altermundialista y el movimientos
de las y los indignados, elementos que tienen que ver con una nueva
generación militante que empieza a participar en la política, con
las acciones llevadas a cabo y la estrategia de acción directa no
violenta, la crítica al sistema económico. Son elementos comunes,
pero en realidad desde mi punto de vista el 15M y la Primavera Árabe
implican un nuevo ciclo de luchas, un ciclo que va mucho más allá
que la del ciclo del movimiento altermundialista en lo que se refiere
a enraizamiento social, y por otro lado este nuevo ciclo de luchas se
da en un contexto distinto al que se había llevado a cabo en el
movimiento altermundalista. El ciclo de lucha de la indignación
colectiva se enmarca en una crisis del sistema capitalista
extremadamente profunda, y este contexto es distinto al que se dio en
el marco del movimiento altermundialista. Además la profundidad
social del mismo es mucho mayor. Hoy vemos como muchas personas están
de acuerdo con lo que defiende este movimiento de las y los
indignados. Personas que a lo mejor no participan activamente en las
asambleas, no ocuparon las plazas, pero que sí se sienten
identificadas con este movimiento en lo que respecta a la crítica
que hace a la clase política actual y al sistema
económico-financiero que nos ha conducido a la crisis. Así, este
movimiento tiene más arraigo y profundidad social que el anterior y
se da un contexto muy distinto, el de la crisis.
La irrupción del 15-M
la primavera pasada nos hace pensar que se da un fenómeno por el que
mucha gente empieza a participar en política por razones que tienen
mucho que ver con la curiosidad y las pasiones, incluso la moda,
y quizás no tanto por razones ideológicas sólidas. ¿Te parece
algo novedoso? ¿Crees que se puede explicar por la importancia de
las redes sociales en Internet? ¿Cómo actúa un partido como
Izquierda Anticapitalista en esta coyuntura?
Yo creo, citando al
filósofo francés Daniel
Bensaïd, que “la indignación es un
comienzo. Una manera de levantarse y ponerse en marcha. Uno se
indigna, se subleva, y después ya ve”. Y esto es lo que ha
sucedido con este nuevo movimiento social que ha hecho que mucha
gente joven empezara a hacer política, a salir a la calle por
primera vez a partir de una indignación no muy bien definida, pero
sí planteando una crítica rotunda al poder político y al poder
económico. Éste es un elemento muy importante porque la indignación
es un primer paso, y a partir de aquí la experiencia de la gente
joven, y alguna no tan joven, en las plazas, en la ocupación de los
espacios públicos, generó una
maduración política entre muchas de las personas que empezaron a
involucrarse en iniciativas sociales a raíz del 15M. Y esta
indignación colectiva nos hizo recuperar la confianza en que la
acción colectiva sirve y es útil para cambiar las cosas y permitió
romper con el escepticismo y la resignación imperante. Y así lo
recoge uno de los múltiples lemas del movimiento: “Juntas
podemos”.
Creo que las redes
sociales han jugado un papel muy importante, y que implican una nueva
manera de entender la movilización y la acción social y política.
Por un lado, permiten una aceleración de la protesta dándole un eco
mucho mayor y actuando de precipitadores de la misma. También
permiten una democratización de los instrumentos de comunicación en
la medida en que los propios activistas pueden contar lo que está
sucediendo en primera persona, lo que se llama
“periodistas-ciudadanos” y, por lo tanto, se generan canales de
comunicación alternativos a los convencionales a la vez que llevan a
la práctica esa democracia real que se reivindica en lo político y
en lo económico. Asimismo, son
espacios que permiten la politización de los y las activistas ya que
muchas personas empiezan a hacer política a través las redes
sociales. De este modo, es necesario señalar la centralidad y la
importancia que han tenido pero subrayando que se trata de
instrumentos al servicio de la movilización social. A menudo cuando
se hablaba de la Primavera Árabe, varios medios de comunicación
calificaban dichas revueltas de forma superficial como “las
revoluciones de Facebook y Twitter” como si con Internet ya
bastase. La realidad es más compleja. Por lo tanto creo que se debe
de señalar la importancia de estos nuevos instrumentos pero teniendo
en cuenta el papel que juegan a favor de la lucha y de la
movilización.
En relación a Izquierda
Anticapitalista, nosotros somos una organización política que
consideramos que el sistema se cambia desde la calle y la lucha
social. Desde este punto de vista, experiencias como las protestas
del 15M son un elemento clave por la capacidad que tienen de desafiar
al poder político e institucional. Nosotros hemos participado
activamente en este espacio a título individual porque entendemos
que para cambiar las cosas es necesario trabajar activamente en dicho
movimiento y en las luchas sociales que emergerán en este nuevo
ciclo de protesta. Así hemos estado en el 15M aportando nuestro
criterio y aprendiendo del propio movimiento, y respetando su
amplitud, pluralidad y apartidismo, ya que es necesario defender la
autonomía de los movimientos sociales en relación a las
organizaciones políticas. Y lo hemos hecho junto con mucha otra
gente de procedencias políticas y sociales muy distintas.
La palabra anticapitalista puede parecer un concepto poco
propositivo. ¿Cómo es la sociedad alternativa a la que puede
aspirarse?
Muchas veces se señala el
carácter negativo del concepto anticapitalista pero definirse como
anticapitalista implica plantear una serie de propuestas alternativas
al paradigma dominante y una crítica rotunda a un sistema que nos ha
conducido a una crisis múltiple sin precedentes. Viendo cómo
funciona el mundo lo que parece normal es ser anticapitalista, no al
contrario. Porque ¿quién puede defender un sistema que genera
hambre en un mundo de la abundancia de la comida, un sistema que deja
a la gente sin casa cuando hay millones de viviendas vacías, un
sistema que permite que miles personas mueran por enfermedades
curables? Hoy lo que se plantea como una obviedad es ser
anticapitalista, estar contra este sistema y reivindicar otro mundo
aquí y ahora. Un mundo antagónico al actual, que coloque en su
centro a las personas y al planeta tierra. Porque hoy justamente se
da todo lo contrario, se anteponen intereses privados, particulares,
individuales, a necesidades colectivas. Y no sólo se trata de acabar
con un sistema capitalista generador de guerras, pobreza y
desigualdades, sino también con un sistema patriarcal que
invisibiliza y menostiene a las mujeres. De aquí que una perspectiva
feminista sea imprescindible. Así como luchar contra la lógica
productivista de este modelo que no tiene en cuenta los límites del
planeta en el que habitamos ni las otras especies. Por lo tanto una
perspectiva anticapitalista implica todos estos elementos
precisamente en positivo.
Has colaborado en
Público varias veces. ¿Qué te ha parecido el cierre de su edición
impresa?
Creo que es necesario
intentar crear grietas en los medios de comunicación de masas para
ser capaces de hacer escuchar voces alternativas, críticas y
anticapitalistas. Público no era un medio de comunicación
alternativo ligado a los movimientos sociales, era un medio de
comunicación de masas regido por intereses comerciales y
empresariales pero que daba voz a opiniones críticas, opiniones
alternativas a las del sistema actual y que constituía una
excepción. Por ello su pérdida supone un retroceso en la pluralidad
en los medios de comunicación.
Y los periodistas de Público han mostrado un importante compromiso
con la izquierda social y política. A parte, creo que más allá de
buscar grietas en los medios de masas tenemos que ser conscientes de
sus límites y de la necesidad de apostar por medios de comunicación
alternativos desde la izquierda social y política como es el caso
del periódico Diagonal,
la
Directa aquí en Catalunya, El
Viejo Topo, Viento
Sur, Le
Monde Diplomatique... así como medios
alternativos en red como Rebelión
o Kaos
en la Red, entre otros.
¿Crees que en general hay un vacío mediático
desproporcionado a opciones políticas como la tuya (bien por
ideología, por novedad o por tamaño)?
Está claro que en los
medios de comunicación de masas,
como hemos visto en reiteradas ocasiones, la voz que se da a opciones
de la izquierda política alternativa es extremadamente limitada. Y
esto ha quedado aún más patente en período electoral, cuando la
visibilidad dada a opciones políticas como la nuestra es
prácticamente nula. Esto es especialmente preocupante en los medios
de comunicación públicos, pagados por todas y todos, y donde se
deberían dar a conocer todas las opciones políticas. Los medios de
comunicación no son neutrales. Y este silenciamiento se debe a los
intereses empresariales que encontramos detrás de los medios
privados y a los intereses políticos partidarios en los medios
públicos. Y las dificultades que tiene la izquierda política
anticapitalista son las mismas que tiene el resto de la izquierda
social que plantea un cambio de paradigma.
Has escrito bastante sobre soberanía alimentaria, un concepto
que cobra importancia a partir de 1996, donde se sientan las bases
que defiende. ¿Qué reivindicaciones o actuaciones concretas se
están haciendo en defensa de este concepto?
La soberanía alimentaria
se plantea como una alternativa política a las prácticas agrícolas
y alimentarias dominantes. Hoy en día vemos como éstas tienen un
impacto extremadamente negativo a nivel social y a nivel
medioambiental. El sistema agrícola actual genera más alimentos que
nunca en la historia pero sin embargo una de cada siete personas en
el mundo pasa hambre. Frente a este modelo que provoca hambre, que
acaba con el pequeño campesinado, que es uno de los máximos
generadores de gases de efecto invernadero y cambio climático, que
destruye la agrodiversidad, etc. se plantea la alternativa de la
soberanía alimentaria. Ésta implica que las políticas agrícolas y
alimentarias deben responder a las necesidades de las personas y no
al interés empresarial, que hoy las rige. La soberanía alimentaria
implica devolver la capacidad de decidir sobre aquello que producimos
y comemos a los pueblos y a las comunidades, que no se especule con
la tierra, que se devuelva la centralidad al campesinado local que
cuida de nuestro territorio, que las y los consumidores podamos
decidir qué consumimos y podamos escoger productos libres de
transgénicos, etc. Y esta soberanía alimentaria se está llevando a
la práctica en el Estado español a través de distintos movimientos
sociales integrados por campesinos, consumidores, ecologistas... que
por un lado promueven modelos de consumo alternativos a través de
grupos y cooperativas de consumo agroecológico (experiencias que en
lo local que ponen en contacto a consumidores con agricultores que
apuestan por una agricultura ecológica, de proximidad y social),
iniciativas de huertos urbanos, producción agroecológica. Se trata
de movimientos sociales que más allá de promover alternativas
concretas llevan a cabo demandas políticas como la exigencia de
acabar con los cultivos transgénicos, apostar por un banco público
de tierras y una reforma agraria, demandar una legislación artesana
y a pequeña escala. Se trata de movimientos como Plataforma
Rural o la Alianza
por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos,
entre otros.
El pasado 19 de febrero cientos de miles de personas acudieron
a las manifestaciones contra la reforma laboral. ¿Crees que es una
legitimación para los sindicatos mayoritarios que las convocaron?
¿Hay más maneras de oponerse a esta reforma?
Muchas de las personas que
salieron a la calle masivamente el 19 de febrero no lo hicieron tanto
en respuesta a las convocatorias de CCOO y UGT sino frente al
malestar que están generando las políticas del PP y que implican
una regresión muy importante en derechos sociales, laborales y
democráticos. La manifestación del pasado día 19 es una
movilización que va mucho más allá de la convocatoria de CCOO y
UGT y donde vimos la presencia de numerosos bloques críticos. Hoy
existe una un desprestigio muy importante de las direcciones de los
sindicatos mayoritarios, y un malestar muy importante con los mismos,
debido a su burocratización y a su política de concertación que en
la anterior legislatura de Zapatero les llevó a pactar una reforma
laboral, de las pensiones y de la negociación colectiva que
significaron un paso atrás en los derechos de las y los
trabajadores. Aunque esto no quita que en sus bases haya gente que
lleva muchos años luchando. Creo que es fundamental apostar por la
construcción de un sindicalismo alternativo y combativo y la
debilidad actual del movimiento obrero es un lastre para el conjunto
de los movimientos sociales. Hoy una huelga general y un proceso de
lucha sostenido no solo pasa por la movilización de sectores del
sindicalismo combativo, de las y los indignados, sino también por
ser capaces de arrastrar a estos sindicatos mayoritarios a la
movilización y a la lucha.
Siguiendo con el tema laboral: para los y las jóvenes de hoy
pensar en encontrar una actividad que no suponga el tránsito
continuo entre paro y precariedad parece una quimera. ¿Qué salidas
crees que hay para las generaciones jóvenes?
Asistimos a una ofensiva
coordinada en toda Europa para acabar con los derechos sociales y
laborales. Las cifras de paro en el Estado español ponen en
evidencia el impacto de esta crisis sobre todo en la gente joven y en
las mujeres. Vemos como el desempleo afecta a un 40% de las y los
jóvenes, las dificultades para acceder a una vivienda digna, a una
educación pública y de calidad, etc. Por eso es tan importante la
toma de conciencia y movilización social y política entre la
juventud. Y así lo hemos visto en el marco del 15M, Juventud Sin
Futuro, la #PrimaveraValenciana... donde las y los jóvenes han
estado en la primera línea de este movimiento de la indignación
colectiva. Y frente a la crisis y el escepticismo y la resignación
derivada de la misma es fundamental la indignación, la rebeldía y
la desobediencia. Porque si no luchamos, si no nos movilizamos, hemos
perdido de antemano. Y el futuro de la gente más joven depende de
cómo seamos capaces de responder a esta ofensiva del capital.
¿Te sorprendió la actuación policial contra los
manifestantes de lo que se conoce como Primavera Valenciana? ¿Y la
respuesta ciudadana que la acompañó?
Hoy la indignación y el
malestar van a más pero la paradoja es que, al mismo tiempo, las
políticas de recortes, privatizaciones... no hacen sino
intensificarse. Y frente al auge de la protesta, la represión es una
de las estrategias que se lleva a cabo desde el poder para intentar
hacer callar a quienes luchamos por nuestros derechos. Y esto no lo
hemos visto solo en la Primavera Valenciana sino también en el
transcurso del movimiento 15M y anteriormente con muchos otros
movimientos sociales. Se intenta estigmatizar y criminalizar a la
disidencia política y social y separarla, distanciarla, de la
opinión pública en general. Así pasó con las acampadas y el 15M
pero se fracasó porque la mayor parte de la sociedad está de
acuerdo con aquello que éste ha venido reivindicando, la mayor
parte de la sociedad está sufriendo esta crisis social y económica.
Y en este nuevo ciclo de protestas la represión irá a más. Pero a
más represión aumenta también la movilización y la solidaridad.
Así lo vimos con el 15M, la Primavera Valenciana, etc. Lo que es
fundamental es que el movimiento sea capaz de mantener los amplios
apoyos sociales que le dan legitimidad y que son el mayor antídoto
contra los intentos de estigmatización y criminalización por parte
del establishment.
¿Qué balance puede hacerse de la jornada de huelga
estudiantil del 29S en Catalunya, País Valencià y Balears?
Ha sido un gran éxito de
movilización y un indicador del potencial de lucha para los próximos
meses. Los recortes en la universidad pública han provocado una
situación sin precedentes en la que por primera vez en mucho tiempo
hay un movimiento de profesor@s y personal administrativo importante.
En paralelo, el malestar estudiantil es muy fuerte fruto no sólo por
los recortes en la universidad sino por la degradación de la
situación en general y por las expectativas de vida en la juventud.
Espero que esto sea el comienzo de una movilización sostenida en el
tiempo.
Para cerrar: ¿crees que hay canciones hoy para la
revuelta?
Creo que es fundamental
vincular cultura y política. Si la indignación no tiene un
componente cultural y artístico, ésta será extremadamente débil
en su capacidad para ir más allá y desafiar al poder. En el
movimiento del 15M, en las plazas, hemos visto expresiones de otra
cultura y otro arte a partir de canciones, fotografías, textos,
dibujos... que expresaban está indignación y malestar colectivo.
Hay varios ejemplos, como el de la Fundación
Robo que reúne a artistas que aportan
su experiencia al movimiento con canciones y música comprometida,
artistas de toda índole que se han involucrado en el 15M.
Necesitamos un arte y una cultura indignadas y una indignación que
tenga en cuenta a la cultura.
PopPol Magazine
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