George
Clooney ha demostrado una vez más lo bien que se le da eso de hacer cine. Los idus de marzo han hecho que el
consagrado actor vuelva a desplegar todo su encanto como director, que no es
poco. La elegancia comienza a postularse como la base en la que nacen (se
apoyan) sus películas, y los temas más sórdidos, como la corrupción, el engaño
o la hipocresía de la sociedad, podrían reconocerse como sus favoritos. Esto ya
lo demostró en Buenas noches y buena
suerte, donde Clooney endiosaba a un periodismo independiente, capaz de
enfrentarse a los abusos y las persecuciones del gobierno. O, esta vez como actor, en Michael Clayton, donde se lanzaba una fuerte crítica contra las
grandes corporaciones.
Los idus de Marzo, una libre adaptación de la obra de teatro Farragut North, de Beau Willimon, narra la batalla entre los dos candidatos del Partido Demócrata estadounidense durante las elecciones primarias que están teniendo lugar en el Estado de Ohio. El resultado de este proceso podría dejar casi decidido qué candidato alcanzaría la opción de poder luchar por convertirse en el nuevo presidente de Estados Unidos. La historia se centra en uno de estos candidatos, Mike Moris (George Clooney), y, sobre todo, en uno de sus asesores, Stephen Meyers (Ryan Gosling), un joven idealista que descubrirá cuan corrupto es el mundo de la política.
Los idus de Marzo, una libre adaptación de la obra de teatro Farragut North, de Beau Willimon, narra la batalla entre los dos candidatos del Partido Demócrata estadounidense durante las elecciones primarias que están teniendo lugar en el Estado de Ohio. El resultado de este proceso podría dejar casi decidido qué candidato alcanzaría la opción de poder luchar por convertirse en el nuevo presidente de Estados Unidos. La historia se centra en uno de estos candidatos, Mike Moris (George Clooney), y, sobre todo, en uno de sus asesores, Stephen Meyers (Ryan Gosling), un joven idealista que descubrirá cuan corrupto es el mundo de la política.
Clooney
parece tener dos objetivos claros a la hora de narrar esta historia. Por un
lado, pretende demostrar lo efímero de
los principios políticos. Por otro, la facilidad con la
que algunos pueden justificar la pérdida
de los valores que se han ido diluyendo por el camino gracias a una nueva
“moral” adquirida. Los medios quedan justificados por el fin, o el todo vale.
El director parece haberse aficionado a este cine de reivindicación, de dura
crítica contra una sociedad corrupta que se desmorona. Y es que maneja a la
perfección la obsesión política, reflejada en la adrenalina de unos personajes que
lo darían todo por trabajar en la campaña de un presidente. Todos se dejarán seducir por el poder y serán castigados.
“He querido
dejar que la gente decida quién es el César y quién Bruto”, aseguró. Efectivamente, el título remite al Julio
César de Shakerpeare. Y, de nuevo, una
historia de traiciones y lealtades, en la que la ambición desenmascara a unos
personajes que el relato retrata con admiración en su primera parte. Pero la
novedad en esta película, como bien apunta el director, viene del
desconocimiento del quién traiciona a quién, quién clava el puñal y quién se lo
deja clavar. Las puñaladas que acabaron con la vida de Julio Cesar se
transforman ahora en ceses, en destituciones, en salidas de plano. Los vientos
han cambiado, pero los idus siguen estando ahí.
Algunos
podrán decir que Los idus de marzo no
cuenta nada nuevo. Pero es que, en esta película, lo importante no es tanto el
qué, sino el cómo. Clooney ha vuelto a demostrar lo buen narrador de historias
que es. Traslada a la película un ritmo frenético enlazado a un cinismo que destroza
el sistema social. Un tono políticamente comprometido unido a la intriga
esconde su falta de profundidad. Y, así, la película se convierte en un
thriller más cercano a Hollywood que a los asuntos de Washington. Podemos
adivinar que esto se debe a que una trama sobre las elecciones primarias
estadounidenses podría ser algo difícil de digerir para la audiencia, más aún
fuera de Estados Unidos. “Yo no diría que es una película política”, explicaba
Clooney, “es un relato sobre la moralidad y sobre lo que significa vender tu
alma, y podría suceder en Wall Street o en el mundo del deporte”.
El
director, además, emplea su experiencia como actor para conseguir unas
interpretaciones brillantes. No tanto en lo personal, pues de sobra es conocida
la pereza de Clooney para aparecer en sus propias obras, sino sobre un
puñado de actores inspiradísimos. Gosling encarna a la perfección un papel que
va del encanto a la perversión, una interpretación soberbia de la metáfora de
la metamorfosis de una mariposa. Los secundarios no se quedan atrás, y es que
los veteranos Philip Seymour Hoffman y Paul
Giamatti (que interpretan a Paul Zara y Tom
Duffy, respectivamente) a
la cabeza, Evan Rachel Wood (la becaria) o Marisa Tomei
(la periodista) llevan
a cabo un muy oportuno trabajo.
George Clooney es
un hombre atractivo, con unos ideales marcados y reconocidos y, lo que es más
importante, poder de convicción para transmitirlos. En definitiva, todos los
requisitos para convertirse en un gran político. Sin embargo, tras el estreno
de esta película, puede que ningún partido lo quiera entre su lista de
candidatos. De cualquier forma, Clooney parece el hombre perfecto para contar
esta historia.
Laura López Lázaro @Lau3L
Laura López Lázaro @Lau3L
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