jueves, 8 de marzo de 2012

Mujer y medios (Reflexiones sobre el 8 de marzo)

¿Recuerdan aquellos anuncios de los años sesenta? Sí, aquellos tan “divertidos” en los que el perfecto marido le regalaba generosamente una lavadora a su perfecta esposa. ¿Qué chocante, verdad? Menos mal que ese tipo de publicidad no existe ya hoy en día. Menos mal que actualmente la televisión no muestra a esa mujer cuya única finalidad es casarse y complacer a su hombre. Menos mal…Un día como hoy, 8 de marzo, las mujeres podemos conmemorar, desde la tranquilidad de quien ya lo tiene todo, el esfuerzo de todas aquellas mujeres (y reconozcámosle el mérito también a algún hombre) que lucharon por la igualdad en diferentes momentos de la historia.


La cuestión es: ¿realmente podemos decir menos mal? No, yo creo, y afirmo, que no podemos decirlo; que igual de mal. Todavía no se ha conseguido aquella igualdad que exigía el movimiento feminista durante su etapa más joven. Dicen que las televisiones son un mero reflejo de la sociedad y, aunque este es un asunto bastante discutible en el que no profundizaremos, no deja de asustar esta afirmación teniendo en cuenta el tipo de programación que más éxito tiene actualmente. ¿Quién quiere casarse con mi hijo?, Novias a dieta y Jersey Shore son solamente algunos ejemplos de estos programas que cosifican a la mujer y contribuyen al mantenimiento de esos roles patriarcales que nos esclavizan tanto a hombres como a mujeres. Sin menospreciar los grandes logros que se han conseguido a nivel legislativo en las últimas décadas (aborto, divorcio, ley de igualdad…), no podemos ceder ante la comodidad que ofrece el conformismo. Cuesta creer que todos somos iguales cuando nos lo dicen los mismos medios que reducen la felicidad de una mujer a adelgazar diez kilos antes de su boda. 


En la publicidad, sin embargo, podemos afirmar que se han producido una serie de cambios importantes. Un ejemplo es la asombrosa evolución de la esposa que preparaba la cena a su marido, a la madre que ahora da a su hijo la merienda y le quita las manchas. También llama la atención el enfoque de algunas campañas publicitarias como, por ejemplo, la de la marca de desodorantes Axe. Esta estrategia basada en el eslogan “Efecto AXE” se mantiene año tras año (con sorprendente éxito) a pesar de las numerosas denuncias impuestas en su contra. En estos anuncios un tipo bastante normal, obviamente usuario del desodorante, atrae hacia él a seductoras mujeres, como si de un rebaño de ovejas se tratase.


Con esta reflexión no pretendo hacer una crítica destructiva ni eludir responsabilidades, ya que si los medios los emiten por algo será (como entenderán, si puedo comentar esos programas es precisamente porque los he visto). Sin embargo, considero preocupante la incapacidad de la sociedad para agruparse bajo un “mismo lema” con una serie de objetivos comunes. Resulta curioso que un amplio sector de la población considere válidas, e incluso necesarias, muchas de las exigencias feministas y, sin embargo, se asusten al escuchar esta denominación concreta. La palabra maldita: feminismo. A algunos les cuesta imaginar a una feminista que no esté sin depilar y arengando a una masa furiosa que quema sujetadores. En caso de que el feminista sea un hombre, su valoración será más simple: tonto. Es inquietante el comportamiento machista que ostentan muchas mujeres. Aquellas que no se dan cuenta de que ser mujer es un elemento marginador por naturaleza. Esto quiere decir que la existencia femenina crea aislamiento y pérdida de derechos; incluso en aquellos ámbitos ya minoritarios y rechazados de por sí, como el colectivo homosexual  o los inmigrantes.  
Hoy, Día Internacional de la Mujer trabajadora (lo dice hasta Google) debemos celebrar todos los éxitos conseguidos, pero también coger aire y recuperar fuerzas para seguir con este proceso que otros comenzaron, por las generaciones futuras y asumiendo cierta responsabilidad histórica. Todo es, en realidad, un tira y afloja con la sociedad y la política y no podemos permitir que por quedarnos parados se retroceda ni un paso.

Irene Herrero Miguel @Irenerre

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