viernes, 23 de marzo de 2012

Tyrannosaur: cambio de papeles

Hoy se estrena en España Redención (Tyrannosaur), ópera prima como director del actor Paddy Considine. El protagonista, un hombre atormentado guiado por la violencia y el alcohol, es interpretado por Peter Mullan, quien también compagina la actuación con la realización de películas. Repasemos las carreras de ambos hombres del cine y las razones que convirtieron a Redención en justo ganador  en Sundance y los BAFTA.

Paddy Considine (Inglaterra, 1978), que se estrena como director de un largometraje en Redención –en 2007 dirigió Dog Altogether, un cortometraje de 16 minutos inédito en castellano con Peter Mullan como protagonista que puede verse como un borrador de Redención/Tyrannosaur- , había destacado como actor en producciones como Last Resort –película que le valió el premio a mejor actor en el Festival de Tesalónica-, o Dead Man’s shoes –cuyo guión escribió junto a Shane Meadows y Paul Fraser-. En 2005 participa en una superproducción de Hollywood: Cinderella Man: el hombre que no se dejó tumbar, filme que cosecha notables éxitos con múltiples nominaciones a los Oscar, los BAFTA y los Globos de Oro, así como un galardón de reparto en el Festival de Toronto. En 2006 aparece en la producción española Bosque de Sombras, dirigida por Koldo Serra. Antes de cosechar cierto éxito en el público convencional actuó también en varios cortometrajes del realizador inglés Shane Medows y más recientemente protagonizó la producción de Independet Television The suspicious of Mr Whicher, drama policiaco ambientado en 1860. Su polifacética carrera se completa con su faceta como músico en la voz de la banda Riding the low.
Peter Mullan (1959, Escocia) es, además de un veterano actor al que se puede ver en Braveheart, Trainspotting, Cargo o Hijos de los hombres –sin olvidar su actuación en My Name is Joe, que le permitió ganar el premio a mejor actor en Cannes en 1998-, un vocacional director.  
Hasta los 19 años rodó un buen número de cortometrajes, lo que no le facilitó el acceso a la Escuela Nacional de Cine. Tras ser rechazado una y otra vez, Peter Mullan decidió que si quería seguir en el mundo del cine debía buscar otro camino. Y eligió el de la actuación. Primero en teatro, después en televisión y finalmente con pequeños papeles en películas escocesas, como algunas de las que hemos repasado, Mullan fue abriéndose paso en el panorama cinematográfico escocés, esperando su gran oportunidad. La que le dio Ken Loach con el papel protagonista de My Name is Joe. Su convincente actuación como ex-alcohólico lo lanzó al estrellato independiente.
Desde esa posición, dedicarse a la dirección no parecía tan inalcanzable. Poco después del estreno de My Name is Joe, Peter Mullan debutó como director y guionista en Orphans, película que, a pesar de una moderada difusión, consiguió varios premios, entre ellos mejor actor (Gary Lewis) y director en el Festival de Gijón. Cuatro años más tarde, Peter Mullan repitió como guionista y escritor en Las hermanas de la Magdalena, ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia. La tercera película del escocés, Neds (No educados y delincuentes –Ninis a la británica-), llegó en 2010. Aunque cosechó críticas más dispares que las anteriores, ante las que la crítica especializada se rindió, fue uno de los éxitos indie de 2010.
Cuando parecía que el actor-director se empezaba a inclinar por esta segunda faceta, aparece Paddy Considine para romper el esquema: en Redención, Peter Mullan ofrece la que probablemente será recordada como su mejor actuación. Es una encarnación de la violencia y la compasión, un animal a punto de extinguirse que, rabioso, usa lo poco que le queda de fuerza para destrozar lo que le rodea: es Tyrannosaur.
La película
En Redención se nos presenta una Inglaterra gris, fría y violenta. También gris, frío y violento es el protagonista Joseph (Peter Mullan), un hombre viudo que vive del aire en un suburbio de Leeds. Su rutina se basa en el alcohol y el juego, siempre salpicados por peleas en las que cae una y otra vez. Los únicos momentos de paz los pasa cuando va a visitar a su mejor amigo, moribundo. Tras uno de estos altercados, Joseph se esconde en una tienda de ropa regentada por Hannah (Olivia Colman), una mujer casada y profundamente religiosa. 

“Creo que lo trajiste aquí para que le ayude a encontrar su camino. Parece perdido.” Esta oración es pronunciada por Hannah y escuchada por Joseph, hecho un ovillo como un niño que ante un contratiempo solo espera a que todo pase. Es especialmente relevante porque marca el paso del prólogo al desarrollo de la historia que se vertebrará en la relación entre ambos personajes y su mutua transferencia de calma y violencia, así como en la búsqueda de la redención que da nombre a la película.
En los 90 minutos de metraje nos veremos imbuidos en un lento descenso al alma de Joseph, abriéndonos paso a través de la amargura y la brutalidad y frenados por su hermetismo. Peter Mullan da vida a un personaje complejo e imperfecto, que escapa de su pasado –ese que parece revivir cuando se acerca a Hannah- usando el alcohol y la violencia como válvula de escape. A pesar de este desasosegante envoltorio, Joseph no está exento de piedad y un cierto sentido de la justicia, así como un sentido del humor, de dandy de suburbio, que hará que simpaticemos con él por difícil que parezca.

El personaje de Joseph encarna uno de los polos de la constante dicotomía entre naturaleza violenta y civilización aparentemente ordenada y segura que marca el curso del filme. El otro polo es representado por Hannah, que intentará acercar a Joseph a su mundo y acabará contaminada por el del salvaje. Resulta curiosa la forma de vida atávica que llevan todos los personajes del filme en una Inglaterra de 2011 en la que no se utiliza internet. Puede parecer una ucronía, pero probablemente no lo sea. En este ambiente sórdido en el que parece imposible encontrar un halo de luz resplandece la figura de Samuel, un niño que crece en el mismo vecindario de Joseph, entre ladridos, golpes y gritos, encarnando la inocencia de la infancia con los juegos y la imaginación como su propio mecanismo de evasión.
Y es en ese ambiente gris donde irrumpe la figura de Dios a través de la tendera aparentemente calmada, y con ella las ideas transversales a toda la narración de la piedad y la ayuda que se transmite entre los dos personajes principales, de la búsqueda del perdón por un pasado del que huyen unos, de la búsqueda de la salvación del presente que viven otros. De, en definitiva, las ansias de redención que dan nombre en España al filme. 

Tyrannosaur tiene un buen guión, pero se sostiene sobre todo por las sólidas interpretaciones de Peter Mullan –su presencia física y su gesto imponente hacen gran parte del trabajo- y Olivia Colman –que logra trasmitir un variado repertorio de emociones que oscilan entre la piedad y la angustia, entre la impotencia y una fuerte determinación-. Unas interpretaciones que se vertebran en los silencios, en los pequeños movimientos y en las miradas sostenidas. Es reseñable la presencia de secundarios muy inspirados, destacando a Eddie Marsan, que da vida al perverso marido de Hannah.
Dice Peter Mullan que cuando interpretas pierdes mucho tiempo peleando contra lo que el director percibe que eres, y que la mitad de ellos no lo saben. Puede intuirse la complicidad entre el actor y Paddy Considine, que, al menos en su ópera prima, está en la buena mitad.
Veremos un filme crudo en la forma y en el fondo, una película gris y azul grabada con cámara fría. Una narración de silencios asfixiantes donde la música extradiegética aparece en contadas ocasiones y a menudo lo hace para romper la tensión. Una pieza audiovisual de presencias desasosegantes que consigue decir mucho con pocos diálogos.
Tyrannosaur no es una película para ver en familia un sábado por la tarde (o tal vez sí: dependerá de qué familia), a menudo se hace incómoda de mirar, sobre todo por algunas escenas de violencia que Paddy Considine no duda en mostrar sin filtros. A pesar de esto, es una película distinta, un baño de realidad sin maniqueísmos que puede recordar a algunos filmes de Ken Loach, una historia de antihéroes que cuestiona varios pilares de la cultura occidental como son la idea de Dios, matrimonio, familia y amistad. Un cuento cotidiano, aún con todo, hermoso.

Roberto Gil García @Robergilgarcia y Carlos Heras Rodríguez @CarlosHerasRo

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