sábado, 7 de abril de 2012

Bendita infancia: las series de dibujos que olvidamos


Madrugar en sábado. Imposible. Nunca lo he hecho y nunca lo haré. Pues no hace tanto, si alguno de los lectores todavía lo sigue haciendo que reciba mi enhorabuena, nos levantábamos, los más avispados se cogían un bol de cereales con leche y hacían de la manta un capullo, y encendíamos la tele. Sí, era sábado. Y sí, éramos los únicos de la casa despiertos.
Me da rabia, pero voy a dejar fuera de la lista a series que nos han marcado, como Dragon Ball, Digimon, o mi querido Pokémon para “acordarnos” de otros personajes que nos calaron como profesores de primaria y de los que, como estos, a duras penas nos acordamos de sus nombres.
Rescato del fondo de nuestra memoria una serie de nombre Arthur. ¿Nadie se acuerda de un bicho con gafas, que parecía un oso y tenía un amigo que era un conejo? Pues esa cosa rara era un cerdo hormiguero con todos los problemas que pueda tener un niño de 8 años, por aquel entonces, nosotros.

Cinar Animation, año 1994, 185 episodios. Si ya habéis hecho memoria, hablaré de cómo veo ahora esa serie. Una visión crítica, por supuesto.
Arthur tenía dos hermanas, todos nos acordamos de la pequeña D.W. (de-uve-doble, nombre TOP), pero lo que quiero rescatar de este hecho es que se nos presenta una clase de persona en la que, por tener hermanas y posiblemente por su influencia, se exacerba su amaneramiento. Sin decir que esto sea malo o bueno. Pero Arthur no deja de ser un niño cobarde, obediente y que siempre tiene miedo de lo que hagan sus amigos y cómo eso pueda influir en él, bastante egoísta vamos.
Tiene un colega, Baxter. Un conejo. Este es el clásico personaje de todas las series de dibujos, cuyos padres están divorciados, el Milhouse de Bart para entendernos, pero con las orejas más largas.
Voy a dejar a un lado los otros clásicos, malote, empollón, chica popular… para analizar lo que me gusta llamar el “Efecto Spinelli”. En muchas series tenemos una chica a la que le gusta hacer cosas de chicos. Es una más del grupo, pero en el fondo está colada por el protagonista; en este caso hablo de Francine. Que además de otra cerda hormiguera, es judía. Supongo que esto es para enseñar a los niños que el Hannukah también mola.
Un apunte más que positivo, esta serie tiene el mejor opening que haya tenido jamás una serie de dibujos, por delante de cualquier serie emitida en Megatrix o en Disney Channel.



Cartoon Network, año 1993, 78 episodios. El laboratorio de Dexter. Crecemos un poco, exactamente dos años, hasta llegar a los 10. Aunque quién lo diría, puesto que no superamos los 60 centímetros. Somos un pequeño genio pelirrojo, con bastante dinero según indican el pedazo laboratorio y sistemas de seguridad.
Pero todas las series se sustentan en un cliché, y en este caso es la hermana pesada que nos enerva hasta más no poder, Dee Dee. La eterna lucha del hermano pequeño contra la mimada de la hermana mayor. Yo, personalmente, soy de las personas raras que se identificaban con la insoportable Dee Dee.
Voy a decir otro nombre: Johnny Test. Seguramente no os suene de nada. Pues bien, es el Dexter de este siglo, pero con una vuelta de tuerca, capítulos aconsejables para quien quiera matar 20 minutos de su vida. Lo que quiero destacar es la idea.


Creo que Steven Spielberg, cuando pensó en la idea de la gran serie de 1995 Pinky y Cerebro, estaba viendo el Laboratorio de Dexter. Una de mis series de animación favoritas, todo el mundo sabe que la historia del tonto y el listo vende. Pero vende mucho más cuando es el tonto el que tiene las ideas que salvan el capítulo, véase Timón y Pumba.
Creo que el éxito de la serie radica en su simpleza. Los personajes venían de la también conocida por todos serie Animaniacs, y se “lanzaron” a conquistar el mundo. Muy pocas cosas negativas de esta serie puedo decir, hasta el doblaje en latino era realmente recomendable.


Mi serie favorita de dibujos, La Banda del Patio. Voy a intentar olvidar que yo era uno de los que se levantaba para ver en Zona Disney esta serie. Vamos a criticarla un poquito. Seis estereotipos para anclar bien una serie.
Cuatro chicos y dos chicas en un colegio en el que, como se ve en un capítulo de elecciones a delegados, hay igual número de chicos que de chicas, sin contar la diferencia del grupillo de seis.
Vince La Salle. El deportista. Alto, rápido, fuerte, negro. Estados Unidos sabe dónde tiene el potencial, desde pequeño se nos informa que los cracks en los deportes no pueden ser los bajitos, regordetes con la gorra hacia atrás. Ya sea fútbol o pelota atada.
Mikey Blumberg. El gordo, pelín amanerado (y no tiene hermanas). Se ha convertido también en un estereotipo el chico con un físico monstruoso que por dentro es un poeta del siglo XVI. Mensaje claro, estos chicos también son divertidos, no hay que hacerles Bullying.
Gus Griswald. Para mí un personaje hecho para los padres, más que para los niños. Para enseñarles a los progenitores que un hijo no es una prolongación de uno mismo, sino una persona completamente distinta. Padres de USA, vuestros hijos no son “miniyos”.
T.J. Detweiler. Este chico, que es un crack, es el reflejo de la mayoría de los jefes actuales. No podemos resaltar una característica concreta, pero no es del todo malo en nada, por ello es el líder.
Gretchen Grundlen. Dexter en chica y alta. Se nos muestra cómo una chica de sobresalientes no se tiene que encerrar en su laboratorio y estar todo el día estudiando, también puede tener amigos.
Spinelli. Mi personaje de dibujos animados favorito. Demostrándole a todo el mundo que hay que comportarse como es uno mismo. Además -ALERTA, SPOILER-, se resuelve la tensión sexual entre ella y T.J. con un piquito, creo que Disney empezó su decadencia con el género femenino en ese momento.
Bendita infancia, me levantaba por estas series y lo único que veía eran dibujos que me hacían reír. Bendita infancia, te echo de menos. 

Gabriel Álvarez @GabiSoldado

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