sábado, 3 de marzo de 2012

La democracia tenía un precio

En los últimos tiempos no dejamos de escuchar la palabra “democracia” en boca de todos, lo que nos podría llevar a pensar que es algo que está de moda. No obstante, en mi opinión, asistimos a las últimas horas de vida de este modelo de organización social tal como lo conocemos. Nos aferramos al recuerdo de lo que nos costó llegar, como quien se aferra cada mañana al tubo de pasta de dientes enrollado que no da más de sí, en vez de esforzarnos por vislumbrar lo que se aproxima.

Los acontecimientos de los que somos testigos y protagonistas a nivel mundial, en lo que al sistema económico y su desregularización se refiere, ponen de manifiesto la incapacidad de nuestros ya viejos regímenes políticos para dar respuesta a las necesidades ciudadanas. Parece evidente que el proceso de globalización, del que muchos ya somos hijos, choca frontalmente con el modelo de Estado-Nación en el que todavía se enmarcan nuestras anacrónicas instituciones. Han desaparecido las barreras para el intercambio de información y las relaciones comerciales, pero cuando queremos responder a los retos que se nos plantean como ciudadanos del mundo nos topamos con las fronteras estatales en el ámbito político. Debemos, por tanto, caminar hacia la construcción de una Europa real, única forma de obtener cotas ambiciosas de democracia.
Para muchos hablar de más Europa es sinónimo de cesión de soberanía, pero por el contrario necesitamos tirar abajo las murallas de los Estados y pelear por una representación de los ciudadanos europeos en instituciones con poder real legitimado por la voluntad popular. Es capital tomar decisiones transnacionales para resolver los problemas internacionales.
La democracia es exigente, pero sin duda es mucho más eficaz que la “negociación” desigual entre Estados que sólo buscan lo que beneficia a unos pocos dentro de los distintos países.

Eder García Ortega (la "derecha" de PopPol) @ederrrgarcia

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