miércoles, 7 de marzo de 2012

Entrevista a Esther Vivas: "Necesitamos un arte y una cultura indignadas y una indignación que tenga en cuenta a la cultura. "

Esther Vivas (Sabadell, 1975), periodista de formación, es activista e investigadora sobre movimientos sociales y políticas agrícolas y alimentarias. Forma parte del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) en la Universidad Pomepu Fabra de Barcelona. Ha sido cabeza de lista por Izquierda Anticapitalista en las elecciones al Parlamento Europeo en 2009, de Des de Baix en las elecciones al Parlmanet catalán en 2010 y por Anticapitalistes en las elecciones generales de 2011. Forma parte de la redacción de Viento Sur y ha escrito y colaborado en numerosos libros.

Como activista participaste en el movimiento antiglobalización y acudiste a varias contracumbres. ¿Crees que movimientos como las primaveras árabes, el 15M u Occupy Wall Steet son herederos de éste? ¿En ese caso, crees que las movilizaciones actuales han aprendido algo de las primeras?


Por un lado hay elementos de continuidad entre el movimiento altermundialista y el movimientos de las y los indignados, elementos que tienen que ver con una nueva generación militante que empieza a participar en la política, con las acciones llevadas a cabo y la estrategia de acción directa no violenta, la crítica al sistema económico. Son elementos comunes, pero en realidad desde mi punto de vista el 15M y la Primavera Árabe implican un nuevo ciclo de luchas, un ciclo que va mucho más allá que la del ciclo del movimiento altermundialista en lo que se refiere a enraizamiento social, y por otro lado este nuevo ciclo de luchas se da en un contexto distinto al que se había llevado a cabo en el movimiento altermundalista. El ciclo de lucha de la indignación colectiva se enmarca en una crisis del sistema capitalista extremadamente profunda, y este contexto es distinto al que se dio en el marco del movimiento altermundialista. Además la profundidad social del mismo es mucho mayor. Hoy vemos como muchas personas están de acuerdo con lo que defiende este movimiento de las y los indignados. Personas que a lo mejor no participan activamente en las asambleas, no ocuparon las plazas, pero que sí se sienten identificadas con este movimiento en lo que respecta a la crítica que hace a la clase política actual y al sistema económico-financiero que nos ha conducido a la crisis. Así, este movimiento tiene más arraigo y profundidad social que el anterior y se da un contexto muy distinto, el de la crisis.

La irrupción del 15-M la primavera pasada nos hace pensar que se da un fenómeno por el que mucha gente empieza a participar en política por razones que tienen mucho que ver con la curiosidad y las pasiones, incluso la moda, y quizás no tanto por razones ideológicas sólidas. ¿Te parece algo novedoso? ¿Crees que se puede explicar por la importancia de las redes sociales en Internet? ¿Cómo actúa un partido como Izquierda Anticapitalista en esta coyuntura?

Yo creo, citando al filósofo francés Daniel Bensaïd, que “la indignación es un comienzo. Una manera de levantarse y ponerse en marcha. Uno se indigna, se subleva, y después ya ve”. Y esto es lo que ha sucedido con este nuevo movimiento social que ha hecho que mucha gente joven empezara a hacer política, a salir a la calle por primera vez a partir de una indignación no muy bien definida, pero sí planteando una crítica rotunda al poder político y al poder económico. Éste es un elemento muy importante porque la indignación es un primer paso, y a partir de aquí la experiencia de la gente joven, y alguna no tan joven, en las plazas, en la ocupación de los espacios públicos, generó una maduración política entre muchas de las personas que empezaron a involucrarse en iniciativas sociales a raíz del 15M. Y esta indignación colectiva nos hizo recuperar la confianza en que la acción colectiva sirve y es útil para cambiar las cosas y permitió romper con el escepticismo y la resignación imperante. Y así lo recoge uno de los múltiples lemas del movimiento: “Juntas podemos”.

Creo que las redes sociales han jugado un papel muy importante, y que implican una nueva manera de entender la movilización y la acción social y política. Por un lado, permiten una aceleración de la protesta dándole un eco mucho mayor y actuando de precipitadores de la misma. También permiten una democratización de los instrumentos de comunicación en la medida en que los propios activistas pueden contar lo que está sucediendo en primera persona, lo que se llama “periodistas-ciudadanos” y, por lo tanto, se generan canales de comunicación alternativos a los convencionales a la vez que llevan a la práctica esa democracia real que se reivindica en lo político y en lo económico. Asimismo, son espacios que permiten la politización de los y las activistas ya que muchas personas empiezan a hacer política a través las redes sociales. De este modo, es necesario señalar la centralidad y la importancia que han tenido pero subrayando que se trata de instrumentos al servicio de la movilización social. A menudo cuando se hablaba de la Primavera Árabe, varios medios de comunicación calificaban dichas revueltas de forma superficial como “las revoluciones de Facebook y Twitter” como si con Internet ya bastase. La realidad es más compleja. Por lo tanto creo que se debe de señalar la importancia de estos nuevos instrumentos pero teniendo en cuenta el papel que juegan a favor de la lucha y de la movilización.

En relación a Izquierda Anticapitalista, nosotros somos una organización política que consideramos que el sistema se cambia desde la calle y la lucha social. Desde este punto de vista, experiencias como las protestas del 15M son un elemento clave por la capacidad que tienen de desafiar al poder político e institucional. Nosotros hemos participado activamente en este espacio a título individual porque entendemos que para cambiar las cosas es necesario trabajar activamente en dicho movimiento y en las luchas sociales que emergerán en este nuevo ciclo de protesta. Así hemos estado en el 15M aportando nuestro criterio y aprendiendo del propio movimiento, y respetando su amplitud, pluralidad y apartidismo, ya que es necesario defender la autonomía de los movimientos sociales en relación a las organizaciones políticas. Y lo hemos hecho junto con mucha otra gente de procedencias políticas y sociales muy distintas.

La palabra anticapitalista puede parecer un concepto poco propositivo. ¿Cómo es la sociedad alternativa a la que puede aspirarse?

Muchas veces se señala el carácter negativo del concepto anticapitalista pero definirse como anticapitalista implica plantear una serie de propuestas alternativas al paradigma dominante y una crítica rotunda a un sistema que nos ha conducido a una crisis múltiple sin precedentes. Viendo cómo funciona el mundo lo que parece normal es ser anticapitalista, no al contrario. Porque ¿quién puede defender un sistema que genera hambre en un mundo de la abundancia de la comida, un sistema que deja a la gente sin casa cuando hay millones de viviendas vacías, un sistema que permite que miles personas mueran por enfermedades curables? Hoy lo que se plantea como una obviedad es ser anticapitalista, estar contra este sistema y reivindicar otro mundo aquí y ahora. Un mundo antagónico al actual, que coloque en su centro a las personas y al planeta tierra. Porque hoy justamente se da todo lo contrario, se anteponen intereses privados, particulares, individuales, a necesidades colectivas. Y no sólo se trata de acabar con un sistema capitalista generador de guerras, pobreza y desigualdades, sino también con un sistema patriarcal que invisibiliza y menostiene a las mujeres. De aquí que una perspectiva feminista sea imprescindible. Así como luchar contra la lógica productivista de este modelo que no tiene en cuenta los límites del planeta en el que habitamos ni las otras especies. Por lo tanto una perspectiva anticapitalista implica todos estos elementos precisamente en positivo.

Has colaborado en Público varias veces. ¿Qué te ha parecido el cierre de su edición impresa?

Creo que es necesario intentar crear grietas en los medios de comunicación de masas para ser capaces de hacer escuchar voces alternativas, críticas y anticapitalistas. Público no era un medio de comunicación alternativo ligado a los movimientos sociales, era un medio de comunicación de masas regido por intereses comerciales y empresariales pero que daba voz a opiniones críticas, opiniones alternativas a las del sistema actual y que constituía una excepción. Por ello su pérdida supone un retroceso en la pluralidad en los medios de comunicación. Y los periodistas de Público han mostrado un importante compromiso con la izquierda social y política. A parte, creo que más allá de buscar grietas en los medios de masas tenemos que ser conscientes de sus límites y de la necesidad de apostar por medios de comunicación alternativos desde la izquierda social y política como es el caso del periódico Diagonal, la Directa aquí en Catalunya, El Viejo Topo, Viento Sur, Le Monde Diplomatique... así como medios alternativos en red como Rebelión o Kaos en la Red, entre otros.

¿Crees que en general hay un vacío mediático desproporcionado a opciones políticas como la tuya (bien por ideología, por novedad o por tamaño)?

Está claro que en los medios de comunicación de masas, como hemos visto en reiteradas ocasiones, la voz que se da a opciones de la izquierda política alternativa es extremadamente limitada. Y esto ha quedado aún más patente en período electoral, cuando la visibilidad dada a opciones políticas como la nuestra es prácticamente nula. Esto es especialmente preocupante en los medios de comunicación públicos, pagados por todas y todos, y donde se deberían dar a conocer todas las opciones políticas. Los medios de comunicación no son neutrales. Y este silenciamiento se debe a los intereses empresariales que encontramos detrás de los medios privados y a los intereses políticos partidarios en los medios públicos. Y las dificultades que tiene la izquierda política anticapitalista son las mismas que tiene el resto de la izquierda social que plantea un cambio de paradigma.

Has escrito bastante sobre soberanía alimentaria, un concepto que cobra importancia a partir de 1996, donde se sientan las bases que defiende. ¿Qué reivindicaciones o actuaciones concretas se están haciendo en defensa de este concepto?

La soberanía alimentaria se plantea como una alternativa política a las prácticas agrícolas y alimentarias dominantes. Hoy en día vemos como éstas tienen un impacto extremadamente negativo a nivel social y a nivel medioambiental. El sistema agrícola actual genera más alimentos que nunca en la historia pero sin embargo una de cada siete personas en el mundo pasa hambre. Frente a este modelo que provoca hambre, que acaba con el pequeño campesinado, que es uno de los máximos generadores de gases de efecto invernadero y cambio climático, que destruye la agrodiversidad, etc. se plantea la alternativa de la soberanía alimentaria. Ésta implica que las políticas agrícolas y alimentarias deben responder a las necesidades de las personas y no al interés empresarial, que hoy las rige. La soberanía alimentaria implica devolver la capacidad de decidir sobre aquello que producimos y comemos a los pueblos y a las comunidades, que no se especule con la tierra, que se devuelva la centralidad al campesinado local que cuida de nuestro territorio, que las y los consumidores podamos decidir qué consumimos y podamos escoger productos libres de transgénicos, etc. Y esta soberanía alimentaria se está llevando a la práctica en el Estado español a través de distintos movimientos sociales integrados por campesinos, consumidores, ecologistas... que por un lado promueven modelos de consumo alternativos a través de grupos y cooperativas de consumo agroecológico (experiencias que en lo local que ponen en contacto a consumidores con agricultores que apuestan por una agricultura ecológica, de proximidad y social), iniciativas de huertos urbanos, producción agroecológica. Se trata de movimientos sociales que más allá de promover alternativas concretas llevan a cabo demandas políticas como la exigencia de acabar con los cultivos transgénicos, apostar por un banco público de tierras y una reforma agraria, demandar una legislación artesana y a pequeña escala. Se trata de movimientos como Plataforma Rural o la Alianza por la Soberanía Alimentaria de los Pueblos, entre otros.

El pasado 19 de febrero cientos de miles de personas acudieron a las manifestaciones contra la reforma laboral. ¿Crees que es una legitimación para los sindicatos mayoritarios que las convocaron? ¿Hay más maneras de oponerse a esta reforma?

Muchas de las personas que salieron a la calle masivamente el 19 de febrero no lo hicieron tanto en respuesta a las convocatorias de CCOO y UGT sino frente al malestar que están generando las políticas del PP y que implican una regresión muy importante en derechos sociales, laborales y democráticos. La manifestación del pasado día 19 es una movilización que va mucho más allá de la convocatoria de CCOO y UGT y donde vimos la presencia de numerosos bloques críticos. Hoy existe una un desprestigio muy importante de las direcciones de los sindicatos mayoritarios, y un malestar muy importante con los mismos, debido a su burocratización y a su política de concertación que en la anterior legislatura de Zapatero les llevó a pactar una reforma laboral, de las pensiones y de la negociación colectiva que significaron un paso atrás en los derechos de las y los trabajadores. Aunque esto no quita que en sus bases haya gente que lleva muchos años luchando. Creo que es fundamental apostar por la construcción de un sindicalismo alternativo y combativo y la debilidad actual del movimiento obrero es un lastre para el conjunto de los movimientos sociales. Hoy una huelga general y un proceso de lucha sostenido no solo pasa por la movilización de sectores del sindicalismo combativo, de las y los indignados, sino también por ser capaces de arrastrar a estos sindicatos mayoritarios a la movilización y a la lucha.

Siguiendo con el tema laboral: para los y las jóvenes de hoy pensar en encontrar una actividad que no suponga el tránsito continuo entre paro y precariedad parece una quimera. ¿Qué salidas crees que hay para las generaciones jóvenes?

Asistimos a una ofensiva coordinada en toda Europa para acabar con los derechos sociales y laborales. Las cifras de paro en el Estado español ponen en evidencia el impacto de esta crisis sobre todo en la gente joven y en las mujeres. Vemos como el desempleo afecta a un 40% de las y los jóvenes, las dificultades para acceder a una vivienda digna, a una educación pública y de calidad, etc. Por eso es tan importante la toma de conciencia y movilización social y política entre la juventud. Y así lo hemos visto en el marco del 15M, Juventud Sin Futuro, la #PrimaveraValenciana... donde las y los jóvenes han estado en la primera línea de este movimiento de la indignación colectiva. Y frente a la crisis y el escepticismo y la resignación derivada de la misma es fundamental la indignación, la rebeldía y la desobediencia. Porque si no luchamos, si no nos movilizamos, hemos perdido de antemano. Y el futuro de la gente más joven depende de cómo seamos capaces de responder a esta ofensiva del capital.

¿Te sorprendió la actuación policial contra los manifestantes de lo que se conoce como Primavera Valenciana? ¿Y la respuesta ciudadana que la acompañó?

Hoy la indignación y el malestar van a más pero la paradoja es que, al mismo tiempo, las políticas de recortes, privatizaciones... no hacen sino intensificarse. Y frente al auge de la protesta, la represión es una de las estrategias que se lleva a cabo desde el poder para intentar hacer callar a quienes luchamos por nuestros derechos. Y esto no lo hemos visto solo en la Primavera Valenciana sino también en el transcurso del movimiento 15M y anteriormente con muchos otros movimientos sociales. Se intenta estigmatizar y criminalizar a la disidencia política y social y separarla, distanciarla, de la opinión pública en general. Así pasó con las acampadas y el 15M pero se fracasó porque la mayor parte de la sociedad está de acuerdo con aquello que éste ha venido reivindicando, la mayor parte de la sociedad está sufriendo esta crisis social y económica. Y en este nuevo ciclo de protestas la represión irá a más. Pero a más represión aumenta también la movilización y la solidaridad. Así lo vimos con el 15M, la Primavera Valenciana, etc. Lo que es fundamental es que el movimiento sea capaz de mantener los amplios apoyos sociales que le dan legitimidad y que son el mayor antídoto contra los intentos de estigmatización y criminalización por parte del establishment.

¿Qué balance puede hacerse de la jornada de huelga estudiantil del 29S en Catalunya, País Valencià y Balears?
Ha sido un gran éxito de movilización y un indicador del potencial de lucha para los próximos meses. Los recortes en la universidad pública han provocado una situación sin precedentes en la que por primera vez en mucho tiempo hay un movimiento de profesor@s y personal administrativo importante. En paralelo, el malestar estudiantil es muy fuerte fruto no sólo por los recortes en la universidad sino por la degradación de la situación en general y por las expectativas de vida en la juventud. Espero que esto sea el comienzo de una movilización sostenida en el tiempo.

Para cerrar: ¿crees que hay canciones hoy para la revuelta?

Creo que es fundamental vincular cultura y política. Si la indignación no tiene un componente cultural y artístico, ésta será extremadamente débil en su capacidad para ir más allá y desafiar al poder. En el movimiento del 15M, en las plazas, hemos visto expresiones de otra cultura y otro arte a partir de canciones, fotografías, textos, dibujos... que expresaban está indignación y malestar colectivo. Hay varios ejemplos, como el de la Fundación Robo que reúne a artistas que aportan su experiencia al movimiento con canciones y música comprometida, artistas de toda índole que se han involucrado en el 15M. Necesitamos un arte y una cultura indignadas y una indignación que tenga en cuenta a la cultura. 

PopPol Magazine

0 comentarios:

Publicar un comentario