miércoles, 28 de marzo de 2012

Desde las barricadas feministas ¡A la Huelga!


Hace unos meses, en aquellos trepidantes días de mayo en los que las plazas se llenaban de gente y Sol comenzaba a convertirse en sinónimo de asamblea, de movimiento y de creación colectiva, las feministas madrileñas sufrimos una de las peores decepciones de nuestra experiencia reciente. Estamos acostumbradas, para qué engañarnos, a trabajar “en terreno hostil”, a que cada día lo urgente relegue a lo importante y a que cada palabra o imagen nos suponga una discusión, pero no nos lo esperábamos en Sol.

Para ponernos en situación, intentemos reproducir mentalmente el colorido de los andamios que rodeaban la Puerta del Sol, llenos de pancartas de todo tipo, fruto de la necesidad de tomar la plaza a partir de la creación colectiva de un nuevo discurso, en el que cabía por el momento todo aquello que gritase por un cambio. Ingenuas de nosotras, quisimos unirnos a ese grito con una pancarta en la que se leía: “La revolución será feminista o no será”. La reacción, queremos pensar que no unánime, pero desde luego sí masiva, fue un tremendo abucheo seguido de un aplauso igual de intenso hacia el “héroe” que la arrancó de cuajo.

Este desagradable y, al mismo tiempo, clarificador episodio, fue una muestra más del rechazo visceral que sigue suscitando la inclusión del feminismo (incluso de la propia palabra) en el discurso y la práctica de los movimientos sociales. Por tanto, diez meses después y ante la perspectiva de una Huelga General, continúa siendo imprescindible gritar que “La huelga será feminista o no será”, es decir, reivindicar que la lucha de las mujeres y su problemática es parte sustancial de la lucha contra el Régimen.

La reforma laboral no es sino una lanza más en la ofensiva neoliberal de recortes de derechos, expolio de los bienes comunes y precarización de nuestras vidas. Se trata de una reforma que reduce a las trabajadoras a mercancía cada vez más vulnerable, alienada y deshumanizada, al servicio de los deseos del empresario de turno.

De esta manera, la nueva reforma no ataca “solo” nuestras condiciones laborales, sino que trastoca por completo nuestras condiciones de vida, nuestra posibilidad de vivir una vida “que merezca ser vivida”. Pretenden que nos conformemos con una existencia supeditada a las demandas de ese ente insaciable y depredador que son los mercados, así como a la lógica absurda de la búsqueda del beneficio material a toda costa. Se acentúa así la condena de los trabajos de cuidados, aspecto vital que se pasa por alto en la concepción de la vida laboral y cuyo olvido no hace sino perpetuar la concepción de los mismos como una cuestión personal, privada. Nos olvidamos entonces de que se trata del sustento mismo de todo el sistema, y que debería tratarse como una responsabilidad colectiva.

Es sobre las mujeres, en cambio, sobre las que recae implícitamente esta responsabilidad, heredada y transmitida a partir de una construcción tramposa de nuestra misma identidad de género. Y por si cabe alguna duda, recurrimos a algunos datos: las mujeres seguimos cobrando un 22% menos que los hombres, percibiendo unas pensiones contributivas que nos vuelven dependientes y ocupando los trabajos feminizados y, por ello, devaluados. El 80% de los contratos a tiempo parcial pertenecen a mujeres que, al mismo tiempo, en momentos de crisis -es decir, cuando una familia no puede permitirse contratar a otra mujer, precaria y si puede ser migrante, que pueda encargarse de los cuidados-, son las que renuncian en un primer momento a su carrera o perspectivas laborales para hacerse cargo de este trabajo invisibilizado.

En esta huelga, por lo tanto, no podemos conformarnos con parar sólo la producción sino que hemos de aspirar a detener el sistema de manera más profunda; nuestra huelga ha de ser de consumo, de pagos y, por supuesto, de cuidados. Porque la estructura capitalista es rentable debido a que se sustenta sobre la red de trabajos invisibles y no-remunerados que realizan las mujeres y, si éstas parasen, se derrumbaría. Las relaciones de poder jerárquicas propias del capitalismo tienen su origen en el sistema patriarcal, y es imprescindible sacar a la luz  la velada y perversa alianza entre capitalismo y patriarcado.

Por todo esto, no cabe una huelga en la que las precarias, las paradas, las jubiladas, las amas de casa, las explotadas, las mujeres con diversidad funcional, las putas, las  migrantes con y sin papeles que sostienen las cadenas de cuidados globales, las bolleras, las trans y, en definitiva, todas las oprimidas por el sistema capitalista y patriarcal, no estemos incluidas. No cabe una huelga en la que no estén presentes las reivindicaciones feministas, y en la que no pueda gritarse, por fin, que la revolución será feminista o no será.

Andrea G. Santesmases y Cecilia Cienfuegos, militantes del Colectivo Mantys

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