Escrito el 31
de marzo, 2012.
Un
día como hoy hace 75 años todo quedó devastado. Dicen los testigos que era
imposible caminar sin pisar la sangre que derramaban sus vecinos. Durante años
el silencio fue impuesto a esas memorias, memorias que en muchos casos callaron
con el fin de no recordar lo sucedido.
Todavía
hoy, al revivir aquel bombardeo, el primero que tuvo como objetivo la población
civil, se llega a sentir angustia y desconcierto que en alguno casos provocan
lágrimas y caras de asombro. Todos los asistentes al homenaje a las víctimas
del bombardeo de Durango pudieron sentir estas sensaciones. Un recorrido a lo
largo de todo el pueblo rememoró los lugares que fueron bombardeados.
Todo
comenzó en el convento Santa Susana, lugar en el que asesinaron a varias
monjas. En recuerdo a ellas Txelu Arangoitia creó una “instalación artística”,
In-memoriam. En el convento, iluminado por unas cuantas velas que se
encontraban sobre un suelo de azulejo, se podían observar colgadas en las
paredes fotografías de cadáveres, cadáveres y más cadáveres. A la vez se veían
proyectados, en una de las paredes, los nombres de las personas que aquel día
perdieron la vida. La escena se producía en un ambiente lúgubre, en el que
predominaba el sonido de una gotera. Tras pocos minutos, los componentes del
grupo de teatro Karrika, que parecían
dormidos en las esquinas de aquel habitáculo, despertaron, y empezaron a
repetir frases; no querían morir, querían
seguir viviendo. Mientras tanto, repartían claveles rojos y blancos que
acompañaron a los asistentes a lo largo de todo el recorrido.
Un
gran pájaro, que representa la imagen que los durangueses recordaban de
aquellos aviones que los bombardearon, guió a todos los espectadores hacia otro
de los lugares en los que en 1937 cayeron las bolas de fuego. Delante del
teatro San Agustín se pudo ver un pequeño fragmento del teatro Lurra Astinduz
(Sacudiendo la tierra) del grupo Karrika,
protagonizado por el gran pájaro. El ave, sacudiendo la tierra con sus alas,
tiraba a todos los desconcertados habitantes al suelo. Tras esta representación
del mismo momento del bombardeo, los actores quedaron tendidos en el suelo y el
pájaro señaló hacia el próximo escenario.
En
1937, la actual escuela Nevers era una cárcel de mujeres. Cárcel que acogió no
solo a presas de los alrededores, sino que fue prisión de varias mujeres, todas
rojas, en su mayoría andaluzas, madrileñas y
procedentes de Extremadura. Con bailes los componentes del grupo Kriskitin representaron el sufrimiento
de aquellas mujeres y sus niños. Dieron nombres y apellidos de las reclusas,
narraron las humillaciones que sufrían mediante sus coreografías y tras las
verjas cantaron la Internacional, mientras los guardias clamaban: ¡España, una,
grande y unida!
La
siguiente parada que realiz el pájaro fue en Ezkurdi, lugar en el que las
bombas también lo destrozaron todo. En el parque se pudo visionar un documental
realizado por Bideografik. Dicho documental recogía los testimonios de personas
mayores que por el año 1937 no eran más que unos niños asustados que recorrían
las calles entre cadáveres y regueros de sangre.
Para
finalizar con el recorrido, el gran pájaro se dirigió hacia Andra Maria, donde
se homenajeó a los fallecidos y víctimas del bombardeo. Representantes de la
Escuela de Música Bartolomé Ercilla hicieron un guiño a la memoria de los
supervivientes interpretando una canción que rezaba:
Baziren,
bagara, memoria da lotura. Ezin doguz ahaztu ta ez doguz ahaztu gura.
El
público terminó cantando al son de los músicos “la memoria nos une a nuestros
antepasados y no los queremos olvidar”. Después de miles de sensaciones vividas
tras recordar el bombardeo que arrasó con Durango el 31 de marzo de 1937, una
de las víctimas colocó un ramo de flores en la placa conmemorativa de aquel
día. Y en medio del último aplauso las personas que revivieron desde el
principio el bombardeo postraron su clavel junto a la misma placa, con la
sensación de haber experimentado el bombardeo en primera persona, de haber
sufrido vejaciones en sus propios cuerpos y de haber recorrido el pueblo
pisando charcos de sangre roja e inocente.
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