(Panfleto abierto a la discusión pública)
Cualquiera
que lleve un tiempo –más o menos largo, de una manera u otra- participando en
diferentes espacios de los movimientos sociales metropolitanos, estudiantiles,
juveniles –y entiendo que no dejan de ser tres aspectos de la misma cosa- habrá
tenido la sensación alguna vez de que hacer política desde abajo recuerda
demasiado a un monigote pegándose cabezazos contra un ordenador de sobremesa.
Juan, militante de izquierdas |
Todas
estas personas ya tenemos claro que vivimos un momento de total agotamiento del
contrato social. Un momento de cerco, de ataque
directo del régimen de la (nuestra) precariedad al 99%, a las mayorías
sociales, a las de abajo, a nuestras formas de hacer política que pasan por la
reivindicación y toma del espacio público como aquel que es verdaderamente democrático.
Ni siquiera hace falta detenerse demasiado en el dato empírico de que la cleptocracia
nos roba el futuro mientras se construye monumentos, más allá de lo que tiene
de revelador de un régimen que se supone democrático: es esa misma gente la que
hoy es elegida por mayorías absolutas dentro de los marcos de nuestro –tan devaluado-
parlamentarismo. Se trata en definitiva de un momento en el que, por qué no
ponernos un poco modernos, puede palparse, verse y oírse la lucha de clases: y
vamos perdiendo.
Hoy
se ve mejor que nunca cómo lo llaman democracia y no lo es, además de un
lema rompedor y algo gastado ya, es una verdad como un templo. Cuando te quitan el aire te ahogas y
gritas, y estos días algunas –o al menos así lo he entendido yo- hemos
sentido la necesidad imperiosa de empezar a pensar formas de hacer política
a gritos, de buscar espacios donde dedicarnos exclusivamente a defender la alegría porque si solo organizamos la rabia podemos ahogarnos.
Entiendo
que todo esto pasa por atrevernos a reapropiarnos de grandes palabras, por una
tentativa posmoderna de vuelta a los grandes relatos -disculpas por el
oxímoron-. Lo de apropiarse de las palabras, de los significantes, no ha funcionado tan mal
últimamente. Lo que sucede es que hay que buscar más caminos:
transversales, paralelos, tangenciales, divertidos. Y que es acuciante la
necesidad de apropiarnos de los sentidos, de llevarnos los símbolos a nuestro
terreno. De hacer, aquí y ahora, guerrilla semiológica[i]
y desplegar porque sí lo que tantos posmodernos llaman las fuerzas
creativas de la multitud.
¡Viva
la República burguesa! ¡Viva lo común! ¡Viva la lucha del pueblo sin miedo!
[i] ECO,
Umberto, 1987. http://old.liccom.edu.uy/bedelia/cursos/semiotica/textos/eco_guerrilla.pdf
Carlos Heras Rodríguez @CarlosHerasRo
0 comentarios:
Publicar un comentario