sábado, 7 de abril de 2012

Espacios para la miseria. Gentrificación y urbanismo neoliberal en Madrid

La Calle Argumosa se ha poblado de bares de estética posmoderna, cada vez es más común la venta cerveza ecológica a altos precios y la típica oferta de caña con tapa poco a poco va cambiando por exquisitas muestras de cocina creativa. La cafetería de la biblioteca de las Escuelas Pías ha multiplicado los precios a velocidad vertiginosa en los últimos años y donde antes se sentaban a tomar café los estudiantes ahora señoras con abrigos de piel y collares de perlas ocupan su sitio.


Hasta no hace mucho, Lavapiés era un barrio claramente obrero y de migrantes. Su ubicación céntrica unida a los asequibles precios del alquiler debido al deterioro urbano del barrio lo convertía en una zona clave para los trabajadores. Pero en los últimos años se enfrenta a un proceso de aburguesamiento o gentrificación, por el cual la población original trabajadora es reemplazada y renovada progresivamente por otro grupo de mayor nivel adquisitivo. En parte, este proceso lo hemos iniciado nosotros, los jóvenes de la izquierda política y la cultura alternativa, pero hijos de familias acomodadas y, por tanto, con un poder adquisitivo mayor que la población media de la zona. Atraídos por el exotismo del cruce de culturas, el encanto de un barrio obrero y migrante en el centro de la ciudad, hemos contribuido a iniciar un proceso de subida de los precios, lo que lo hará un lugar cada vez menos habitable para su población original. Lo que está ocurriendo en Lavapiés no es nuevo, es lo que ha pasado con los barrios de Chueca y Malasaña en Madrid, o el Soho en Londres.
Pero pensar que estos procesos de gentrificación son casuales y están causados por la acción inocente sería negar lo evidente. Y es que los planes urbanísticos desde finales de los años ochenta del siglo XX dejaron de intentar diseñar ciudades utópicas para empezar a responder a una estrategia del neoliberalismo salvaje para restablecer el poder de las clases dominantes[1]. La utopía ahora va a ser la ciudad limpia y segura, alejada de la delincuencia y la pobreza. Pero a estas problemáticas no se les pone solución sino que se pretende alejarlas de la ciudad y mantenerlas en la periferia, lejos de la vista de los “ciudadanos de primera”.
En Madrid, el Ayuntamiento, de ideología neoliberal, ya ha iniciado desde 2011 el recrudecimiento de las ordenanzas que impiden a los “sin-techo” vivir en la ciudad. Pero van a ser los proyectos urbanísticos los que sienten las bases de la reconstrucción de la ciudad, creando unas murallas invisibles, que aumentarán la polarización social dentro y fuera de la ciudad. El macro-proyecto Madrid Río, que ha renovado toda la zona que rodea al río Manzanares desde Moncloa hasta el distrito de Usera [4], la reforma del Matadero, la rehabilitación de las zonas verdes, la creación de múltiples zonas deportivas y, por supuesto, la “playa de Madrid” han constituido una renovación urbana de la zona. Los barrios de Embajadores, Delicias e incluso Usera se han convertido en lugares más que deseables para vivir. Ya se empieza a producir el derribo de los edificios en peores condiciones, con la consecuente construcción de nuevos edificios remodelados y la revalorización del suelo.
Madrid Río



Así, parece que Madrid se ha desplazado hacia el oeste, cada vez más cerca de municipios residenciales como Pozuelo y más alejada de las zonas industriales del corredor del Henares. Limitando al sur, en el barrio de San Fermín, se levanta la Caja Mágica, un super-complejo deportivo de tenis y otros eventos, que ha acercado a las minorías elitistas a uno de los barrios más deteriorados de la ciudad. Desde su construcción los precios de los comercios, aparcamientos y viviendas que rodean el complejo han comenzado a aumentar, el desplazamiento de la población original del barrio hacia zonas más baratas ya empieza a producirse.
El sueño de Gallardón de una ciudad limpia y para ciudadanos de primera clase poco a poco va dando pasos hacia delante, pareciéndose cada vez más a la distópica realidad de Palo Alto, California, una ciudad al norte de Sillicon-Valley que más que a una ciudad se parece a un club de campo, rodeada de núcleos de pobreza, delincuencia y drogadicción. Cuánto más neoliberal es una ciudad, más altos son sus niveles de desigualdad social y la polarización crece, generando espacios cercados para la miseria. Pero es reapropiándonos del espacio público del que se nos destierra por no ser suficientemente aptos la forma de enfrentarnos a estos ataques neoliberales y crear así una ciudad de todos y para todos.


1.    [1] Rendueles, C; y del Olmo, C. (2004). Las grietas de la ciudad capitalista. Entrevista a David Harvey. Archipiélago (nº62), pp. 25-32.

    Alba Méndez 

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