Si hacemos unos cuantos viajes en el tiempo, comprobaremos que siempre
han existido algunas personas más preparadas que otras para llevar a cabo
cierta actividad. Esto nos parece
lógico: nuestra genética, procedencia, capacidad social…definen indefectiblemente nuestras posibilidades. Yo
soy yo y mi circunstancia, decía Ortega y Gasset.
Gran parte de nuestra circunstancia nos viene dada de serie, gran
parte nos es impuesta y otra, quizá menor pero no por ello menos importante,
nos la autoimponemos. Estas tres formas se interrelacionan de diversas maneras.
Por ejemplo: tengo por genética poca capacidad atlética, así que desde pequeño
soy torpe jugando a fútbol, mis compañeros me eligen siempre el último y pasados
unos meses y quizá para toda la vida rechazo jugar, digo que no me gusta. Por
lo general, es más difícil que nos motive lo que no entendemos o no se nos da
bien que aquello en lo que destacamos.
Uno de los elementos impositivos más importantes es el lenguaje. Nuestra
forma de ver el mundo depende en menor o mayor medida de su sintaxis, su
semántica, los tonos que se emplean en la comunicación oral, etc. Asimismo, el lenguaje
puede actuar como elemento autoimpositivo, que muchas veces funciona como forma
de rebeldía: emplearé sólo tacos, usaré femenino plural, responderé a todo con
un “sí, mamá, sí”. En definitiva, aunque haya elementos inherentes al lenguaje,
podemos jugar con éste hasta el punto de constituir una contracultura, algo que
ha sucedido continuamente a lo largo de la historia. Góngora escribía de una
forma críptica para el vulgo, pero el propio vulgo tenía un lenguaje del que el
poeta entendería la mitad.
Bien por Góngora. Y ahora, ¿qué? Desarrollamos gran parte de nuestra
vida en entornos virtuales, en Internet. Esto es así y probablemente crezca
progresivamente. La generación Blackberry es un indicativo de ello. En estos
medios online empleamos distintos códigos visuales, auditivos, audiovisuales,
escritos…pero en la mayoría de los casos, lo primordial es la palabra. O eso
pensamos nosotros. La clave es que en Internet el canal por el que se transmiten
los mensajes es más difícil de entender -y peligroso en cierto modo- que el
aire, el papel o las ondas de radio.
No vamos a remontarnos a 1969 ni abundar en datos históricos, nos
centramos en el mundo actual. Una interfaz de usuario es aquello que nos
permite comunicarnos con y a través de máquinas y delimita la manera de
hacerlo. El teclado es una interfaz, el escritorio de Windows es una interfaz y
lo que vemos de Facebook también. Si al teclado le falta una letra no podremos
emplearla –aunque hay teclados virtuales-, si no tenemos papelera de reciclaje
no podremos utilizarla si no tenemos un botón perfil no podremos entrar a verlo.
Al grano. Tras toda interfaz virtual hay un código informático que
probablemente más del 99% de la gente no entienda. Y sí, tampoco la mayoría
conocía ni conoce la composición del aire ni la dinámica de unas ondas de radio,
pero aquí hay una diferencia: el aire o las ondas de radio no son creaciones
humanas.
Progresivamente, las interfaces se simplifican y todos nos
consideramos nativos o inmigrantes digitales, todos sabemos enviar correos como
poco. Alguno, por intuición o por lo aprendido en el campo de batalla, se considera
Community Manager. Pero de códigos, ni idea.
Creamos un código, el que servirá de base para el siglo XXI, y en
ningún caso nos planteamos hacerlo accesible a todo el mundo. En vez de enseñar
lenguaje escrito, ponemos un Yano Cuentacuentos que recite nuestras historias
a todo el mundo. Historias que solo escribimos
unos cuantos. Ellos no entienden nuestro lenguaje, nosotros el suyo siempre. Y
así, nos pongamos como nos pongamos, no habrá contracultura.
Yano Cuenta y Canta conmigo: el enemigo |
<<Los pobres del mundo, los nuevos y los viejos, los de toda la vida y los producidos por ordenador, apenas reconocerían su situación desesperada en medio de todo este folclore>>
Zygmunt Bauman
Roberto Gil García @robergilgarcia
Cualquiera que se meta con Yano Cuentacuentos es digno de encontrarse con un obstáculo, mi puño en su cara. Afortunadamente, esta es la excepción que confirma la regla.
ResponderEliminarQué inspiración y derroche de ideas.
Y desde luego hay interfaces chapuceras, muy chapuceras de las que todas, TODAS deberíamos aprender. http://www.laflecha.net/canales/ciencia/200407262
Estoy emocionado con esa página, de la que no había escuchado hablar nunca. Qué diseño, qué contenidos. Eso sí, mil veces más comentarios que esta entrada, algo tendrá.
ResponderEliminarUn beso a todas mis lectoras.