Chandler
ha vuelto. Otra vez. Tras
el fiasco que supuso “Mr Sunshine”, en la que Matthew Perry
fue también director, el que encarnara a uno de los personajes más
carismáticos de Friends regresa a la pequeña pantalla. En esta
ocasión, se pone en la piel de Ryan King, un locutor de radio que,
aparentemente, ha superado por completo la muerte, un mes antes del comienzo de la serie, de su mujer. Al cabo de unos
cuantos minutos del piloto se comprobará que el estado
mental de Ryan no es el óptimo, por lo que tendrá que asistir a una
terapia en grupo con un buen número de desgraciados. También una
serie de problemas que, una lástima, Go On ha ido arrastrando en
los capítulos emitidos.
1. Arrugas:
está claro que Matthew Perry no tiene treinta años, pasa ya los
cuarenta. Y, sinceramente, no es el hombre mejor conservado del
mundo. Los productores de la serie, o él mismo, parecen negarse a
aceptar la realidad y portar las “marcas de expresión” del
actor de una forma mínimamente honrosa, por lo que antes de cada
rodaje le pasan por una máquina barnizadora que le haga volver al
pasado. El resultado, horroroso.
Perry barnizado |
2. No
hay quien (se) lo trague: muy relacionado con el punto anterior.
Matthew Perry tiene cierta tendencia a la sobreactuación. El
paralizador maquillaje le obliga a gesticular aún más, llegando a
unos niveles hasta la fecha sólo alcanzados por Jim Carrey y Marujita Díaz. El personaje es, así, poco creíble y fácilmente
antipático.
3. Dios:
en Go On, Matthew Perry es Dios. Es ubicuo y omnipotente, la persona
en la que todos se fijan y en la que todos se miran. Y cae mal. Si
eso no cambia, es complicado que el visionado de Go On se convierta
en un acto casi religioso.
4. Multiculturalidad:
en la terapia falta, sin duda, alguien de raza aria. Malditos
americanos.
Orgía Porfía |
5. Personajes:
su mayor virtud en ocasiones es también un defecto. Varios de los
personajes tienen cierta magia, se les coge cariño (especialmente a
un Chris [de Everybody
Hates Chris]
algo más crecido y a un señor mayor invidente), pero la variedad
es muy amplia y no todos tienen demasiado carisma. Ser excéntrico
no es ser carismático. Mención aparte para la amante de los gatos,
si en la sala hay algún fan, que se marche cerrando bien la puerta.
Con pestillo.
6. Digievolución:
algunos personajes sufren el efecto Digimon. En un capítulo no
pintan nada, en el siguiente digievolucionan, toman protagonismo y
la parten un rato para convertirse en un huevo inerte por el resto
de la temporada. Todos parecen prescindibles.
También
hay cosas positivas. La serie es agradable de ver (y Matthew Perry a
veces no cae tan mal, quizá me haya pasado), tiene buenos gags y el
trasfondo es positivo. Sueles terminar los capítulos con
una sonrisa, algo que no es tan fácil de conseguir en el panorama
actual. Además, la música es destacable, con un mix bien equilibrado entre clásicos del rock y temas más actuales. Desde mi punto de vista, aunque no sea la comedia del siglo, la serie merece al menos un primer visionado. Quedan aseguradas lágrimas y sonrisas, en ocasiones alguna carcajada. También algún que otro sonrojo.
Por ahora, se ha confirmado que Go On (que ha cosechado buenas audiencias pero lleva varias semanas perdiendo espectadores) tendrá una primera temporada completa de 22 capítulos. Está por ver si Perry consigue, por fin, fidelizar a la audiencia, o si, otra vez, pesa demasiado la sombra de Chandler.
Roberto Gil @robergilgarcia
0 comentarios:
Publicar un comentario