Ramón
Rato: Don Manuel, que el chico pequeño quiere ser político.
Manuel
Fraga: no te preocupes Ramón, que lo haremos diputado.
Cuentan
los mentideros de la Villa y Corte que una conversación en estos o
parecidos términos tuvo lugar a finales de los años 70 entre el
fundador de Alianza Popular y el padre de Rodrigo Rato, gurú
económico del Partido Popular, vicepresidente segundo del gobierno
de España, Director-Gerente del Fondo Monetario Internacional dado
a la fuga y máximo responsable del hundimiento de la cuarta entidad
financiera del país.
Este
ejemplo ilustra cómo han llegado al poder sagas familiares y redes
clientelares. Se trata, al igual que la corrupción, de un fenómeno
transversal que afecta por igual a partidos de derechas, de
izquierdas y “mediopensionistas”.
A
pesar de la crisis que asola la economía del país, los políticos
siguen manteniendo sus privilegios. Faltan a la ética y a la
estética expresidentes del gobierno que siguen percibiendo 80.000 €
anuales a cargo del erario público, mientras obtienen ingresos
millonarios de conocidas empresas energéticas y de algunos amigos de
reputación dudosa. Es una vergüenza que el Consejo de la principal
empresa de energías renovables parezca un reunión de familiares y
allegados de la élite política. Es inmoral que sea compatible el
cargo de diputado y el de consejero de una empresa eléctrica, con
sueldo estratosférico. No es de extrañar que suban las primas a
pagar por las energías renovables, que costarán 9.100 millones de
euros en 2013. La Duquesa de Alba es la que más gana con las
renovables.
Según
el INE, el 21,5% de la población española está por debajo del
umbral de la pobreza, el 13% de los hogares llega a finales de mes
con mucha dificultad y casi la mitad de las familias españolas no
pueden ir de vacaciones. Se recorta en sanidad, educación,
dependencia y salarios mientras que las ayudas al sector financiero
en 2010 costaron 1847€ a cada español. Con un paro y una
precariedad laboral rampantes los jóvenes no confían en el futuro.
Todos los ingenieros están estudiando alemán.
En
1975 teníamos el gas, la electricidad y los derivados del petróleo
más baratos de Europa. En el 2012 pagamos la energía más cara de
la OCDE. Se ha reducido la renta disponible de las familias y se ha
producido una pérdida de la competitividad. Sin los ingresos
extraordinarios del boom inmobiliario y de los Fondos Europeos es
imposible financiar el actual Estado de “Bienestar”. Se ha
polarizado la ideología y asistimos a un auge de los populismos y
nacionalismos, asentados sobre la base del odio a España (o al
“otro”) a quien se responsabiliza de los problemas propios.
Disparar
con pólvora del rey lo hace cualquiera. Ha habido un tremendo
despilfarro en obras faraónicas, inútiles y muy costosas. ¿Quién
responde por construir aeropuertos donde nadie vuela? ¿quién
responde por construir estaciones del AVE donde nadie se apea?,
¿quién va a pagar por las concesiones de autopistas vacías?
¿Por qué se protege y justifica a los corruptos del propio partido
amparándose en el “y tú más” del contrario? ¿Por qué siguen
en la vida pública políticos y personajes que han arruinado
territorios, instituciones y cajas de ahorros?, ¿por qué se
mantienen en altos cargos mediocridades cuyo único oficio y
beneficio es décadas de adhesión incondicional al cacique de
turno?
Todas
estas preguntas y otras muchas más se hacen cada día millones de
españoles sin obtener respuesta. De ahí el alto grado de
desafección hacia la clase política que ponen de manifiesto las
diferentes encuestas. El análisis de los últimos sondeos publicados
-CIS,Metroscopia- evidencia que este fenómeno es cada vez mayor.
Según el CIS, a principios de 2008 la clase política era motivo de
preocupación para el 6,2% de la población española. En julio de
2012 el 25,4% de los españoles considera a los políticos como el
tercer problema más importante de España, tras el paro y la
situación económica. La corrupción y el fraude, relacionadas directamente con la casta política, ocupan el cuarto
lugar.
Cada
vez se alzan más voces exigiendo reformas del sistema electoral y
del funcionamiento de los partidos políticos, en aras a una mayor
transparencia y representatividad. Hay que limitar el número de
políticos y paniaguados, regular la duración de los mandatos y
exigir responsabilidades: el que lo haga que lo pague.
La
situación no invita al optimismo: “perro no come perro” dice un
viejo aforismo castellano.
Por Latino de Crispalis
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