1. Las movilizaciones del 14 de noviembre han sido un éxito rotundo. Una multitud tomó las calles de todas las ciudades del estado durante la tarde de la jornada de huelga, uniéndose a las mayorías sociales del sur de Europa en un grito contra la Troika y su dictadura de la austeridad que no puede dejar de escucharse.
Sin embargo, la huelga general de este 14 de noviembre ha sido un éxito moderado en lo productivo. El descenso del consumo eléctrico fue similar al del 29 de septiembre de 2010 e inferior al del pasado 29 de marzo. El paro fue casi total en la industria y muy fuerte en los transportes, pero en el comercio se notó mucho menos. Hay que tener en cuenta que los trabajadores de servicios son quienes tienen condiciones laborales más precarias y, bien por amenazas directas o bien por la inseguridad que se deriva de los contratos temporales o la ausencia de los mismos, les resulta más dificil ejercer el derecho a huelga. Otras características de la precariedad, como la atomización de los empleados en pequeños centros de trabajo, hacen particularmente difícil la emergencia de las y los precarios como sujeto político capaz de determinar las luchas en torno al empleo -y no solo el empleo-. Encontrar herramientas y formas alternativas de participación en el conflicto que rompan las barreras del miedo y del silencio, fundar subjetividades e identidades colectivas en torno al trabajo, son retos históricos que los movimientos deben afrontar.
2. Aparecen ya espacios que van más allá de los sindicatos mayoritarios y sus tímidas demandas de volver al pacto social pre-crisis. El éxito del piquete de Toma la Huelga en Madrid, que al mediodía fue capaz de convocar a miles de personas desde los movimientos sociales, es buena muestra de que existe una voluntad de desbordar los consensos del Régimen desde la desobediencia y desde abajo. Esta efervescencia fue respondida por una violencia policial inusitada cuando el piquete llegó a Cibeles. Allí, la Unidad de Intervención Policial no permitió el paso del piquete, que preveeía continuar su recorrido hasta el Hospital de la Princesa. No lo permitió mediante sucesivas cargas y detenciones que acabaron disolviendo el grupo. Sin embargo, esto no les resultó fácil: pudo verse una voluntad de resistencia, de disputar las posiciones y el espacio en la calle, los cordones policiales se rompieron varias veces. Aunque hubo caos, se gestionó mejor que en otras ocasiones, mostrando que el movimiento va madurando también en la calle. No hay que olvidar que se lleva practicando la desbodiencia masiva 18 meses, 12 de ellos con un gobierno del Partido Popular.
3. La estrategia policial de represión supone en sí misma un dato relevante de la jornada. Decenas de detenidos solo en Madrid, la ciudad tomada por agentes antidisturbios. La estrategia fue similar a la de la huelga del 29M: una fuerte presencia policial que impidió a los piquetes acercarse a los centros de trabajo, por ejemplo en las cocheras de la EMT, que cortó los recorridos de otros más masivos (el de Toma la Huelga, pero también el piquete joven que avanzó por la noche rodeado de policía); pero se dio un salto cualitativo en torno a lo que se acotó como válido, cortando los recorridos e impidiendo de esa manera el derecho a informar de los piquetes. La policía cargó contra piquetes sindicales, en torno a las 11 de la mañana en Gran Vía y también por la noche en la sede de Comisiones Obreras Marcelino Camacho. Que se atrevan a seguir su estrategia violenta ante la que es la institución más fuerte e importante del centro-izquierda social dice mucho de hasta donde está dispuesto a llegar el gobierno en su ofensiva contra la clase trabajadora organizada.
El pacto social lo han roto las élites antes que la gente, y esto no solo se manifiesta en el artículo 135 de la Constitución Española: también puede verse en las calles. Pero parece que los golpes de la policía cada vez menos se quedan sin respuesta. Toda la zona de Atocha salpicada del fuego de las barricadas da la imagen de un gobierno que no solo no convence con sus politicas, sino que es incapaz de controlar la situación en las calles. Los disturbios son síntomas del descontento generalizado y de la existencia de unas capas sociales cada vez más amplias que ya no tienen nada que perder. Es lo mismo que comenzó a suceder en Grecia hace dos años y no es ninguna sorpresa que las mismas políticas asesinas provoquen similares manifestaciones de descontento.
Carga policial al mediodía del 14N en Cibeles. /Jairo Vargas Martín |
4. La del 14 de noviembre es una primera respuesta coordinada en el marco de las perfieias europeas. Las convocatorias simultáneas en Portugal, España, Italia, Malta, Grecia y Chipre son un éxito en sí mismas. Esta respuesta se antoja la única coherente y posible: la de desbordar el marco europeo de la deuda y la austeridad desde abajo para resignificar Europa en términos de derechos y democracia, avanzando hacia una Europa social y de los pueblos, una Europa desde abajo y para el 99%. Mantener y profundizar estas luchas coordinadas es fundamental para poder llegar a darle la vuelta a la estafa que nos están haciendo pasar por crisis, disputar el significante de Europa es necesario para hacer frente al "no hay otro camino" que enarbolan las élites políticas y económicas del continente y a las rupturas desde la derecha que están emergiendo (veáse Amanecer Dorado y el Frente Nacional de la familia Le Pen).
5. Si las huelgas no sirvieran, no habría tales campañas de desprestigio contra ellas, ni tal empeño en reprimirlas. La huelga marca un punto de inicio, visibiliza a las mayorías sociales en contra de la austeridad y erosiona -una vez más- la frágil legitimidad del Régimen -en España y en Europa-. El reto es seguir avanzando en la construcción del sujeto político salido de la crisis, de la precariedad, de la lucha, que sea capaz de constituir otra Europa por y para l@s de abajo.
Carlos Heras Rodríguez @CarlosHerasRo
Fotografías de @JairoExtre
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