Artículo escrito a raíz de Black Mirror: White Bear (Oso Blanco);
AVISO: (Numerosos) SPOILERS
AVISO: (Numerosos) SPOILERS
Si hay algo verdaderamente peculiar en el género de la ciencia ficción es que todo, absolutamente todo, se puede crear si hay una buena razón -o incluso sin ella-. Denota la existencia de un abanico tan amplio de construcciones, mecanismos e ideas que no sería posible representar en una película que persigue ilustrar la realidad. Pero esa ausencia de límites sobre lo que crear en el género de la ciencia ficción es un arma de doble filo. Encontrar metáforas potentes y hacer que el género hable de actualidad mejor que cualquier drama social convencional es sinónimo de un cerebro en uso.
Charlie Brooker ha encontrado en Black Mirror un espacio muy potente para desarrollar de forma inventiva metáforas sobre la revolución digital. Lo más llamativo es que los capítulos no hablan específicamente sobre cómo las tecnologías alimentan la deshumanización, sino sobre cómo nosotros las hemos adaptado para satisfacer los más básicos -y en ocasiones retorcidos- instintos humanos. El resultado es que Brooker -también creador de la trepidante Dead Set-se ha convertido en un referente no sólo del imaginario televisivo británico sino del mundo occidental.
Oso blanco
Cuando vemos por primera vez White Bear, segundo capítulo de la segunda temporada de Black Mirror, es imposible evitar que durante su desarrollo nos invada la sensación de que no estamos ante lo mejor de Brooker. Sí, crea un mundo caótico y una atmósfera agónica en los que la mayoría de personas han sido invadidas por las nuevas tecnologías. Éstas graban constantemente a aquellos cuyo cerebro no ha sido -aparentemente- lavado por una señal emitida en todo tipo de pantallas. Los que se escudan en smartphones y tablets se han convertido en los nuevos zombies. Acompañamos en esta aventura a la protagonista, que se levanta con amnesia en una habitación. Meh, no está mal. Que el espectador vaya descubriendo todas las pistas de este “mundo alternativo” al mismo ritmo que la protagonista parece un recurso mil veces inventado, inicialmente efectivo pero que para que verdaderamente impresione tiene que ofrecer algo que trascienda.
Y vaya si trasciende. Es justo la escena en la que parece que el espectador está ante un mero entretenimiento y la sensación de que definitivamente es la peor entrega de Black Mirror cuando White Bear cambia por completo los esquemas del espectador en un giro elegante, con contenido y lo mejor, sin trampas.
No diga que no avisé. A partir de aquí presento una serie de catastróficos spoilers, pero necesarios, para comparar este capítulo con casos similares en la actualidad.
En efecto, todo lo que hemos visto en el capítulo desde el punto de vista de Victoria, la protagonista, era una farsa, una atracción de feria y un castigo. Una estrategia orquestada por todos los personajes para cerciorarse de que Victoria se pudra. White Bear no es sino un parque temático de la justicia en el que Victoria, criminal acusada de grabar la tortura y asesinato que su novio cometió a una niña, está destinada a vivir la misma pesadilla día tras día. Su condena es ser, por un tiempo indefinido, la víctima de su propio crimen.
Swag, espectáculo criminal
Guy Ritchie, director de entre otras películas Snatch, Rocknrolla y Sherlock Holmes fue el creador y productor de un programa de televisión británico de cámara oculta llamado Swag. Un show en el que el espectáculo y la justicia se fundían para el puro entretenimiento. En este programa las víctimas son los infractores, que se convierten ante su perplejidad en protagonistas de un sketch televisivo. El objetivo era crear un ambiente propicio para el crimen menor -la mayor parte de los sketches presentan a ladrones- para capturar al culpable y hacerle vivir una pesadilla algo menos cruel que la presentada en White Bear. Pactados o no, el espectáculo televisivo como castigo es algo que suele complacer al espectador casi tanto como a los clientes de ese ficticio parque temático de la justicia que ha creado Brooker.
Posiblemente el gag más famoso es aquel en el un ladrón entra en un camión sin cerrar y lleno de cajas que resulta ser una de las trampas de Swag. De forma instantánea el acceso por el que ha entrado se cierra, el camión se convierte en una prisión y vemos que las cajas estaban vacías. El camión pasea y castiga a su protagonista como si una atracción de feria se tratase.
Myra Hindley, la mujer más odiada de Reino Unido
1965, año de crucial importancia para la historia del derecho penal en Reino Unido. Un año marcado por la abolición de la pena de muerte que sería sustituida por la sentencia imperativa o por la cadena perpetua.
Pocos meses después sale a la luz una trama de crímenes que conmocionan profundamente a la sociedad británica. Los criminales, la pareja formada por Ian Brady y Myra Hindley, también eran conocidos como “los asesinos del páramo”, the Moors Murderers. Cinco menores fueron sus víctimas. Myra Hindley fue condenada a cadena perpetua el 6 de mayo de 1966. Hindley no recibió un veredicto de pena de muerte, pero su castigo fue ser una de las mujeres más vilipendiadas y odiadas del último siglo. Murió en 2002 en prisión por una infección de pulmón.
Parece ser que Brooker da una pequeña pista en este capítulo de que efectivamente se ha inspirado en el caso de los asesinos del páramo, el nombre del compañero de crímenes. Iain en la ficción de Brooker e Ian Brady, que hoy aún sigue ingresado en el Ashworth Hospital.
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