“Tenemos fabulosos hombres y mujeres uniformados que
están de cacería. Los mejores soldados conocidos por la humanidad nos ayudarán
a rastrearlos uno a uno. Si hay que mandarlos a Irak para que ese régimen se
desarme, usaremos cada onza de nuestro ingenio y tecnología para proteger las
vidas inocentes de los iraquíes y lograr la paz mundial.”
George Bush, 2003
Todo pasa de moda, menos la
demagogia política. Y todo acto tiene consecuencias, hasta diez años más
tarde. Incluso las medidas gubernamentales que van encubiertas. Y más,
cuando los efectos colaterales de las mismas no se reducen a tomas de decisión
poco acertadas, sino que van más allá: de la burocracia institucional a los
hospitales manchados de sangre.
Esta realidad es abordada por Javier Corcuera en el
documental Invierno en Bagdad, síntesis de lo que fue la ocupación
militar estadounidense desde la mirada de los civiles. Un acontecimiento que
minó la capital de Irak y la esperanza de sus ciudadanos. Un hecho que truncó
el porvenir social de un estado, en detrimento de la paz mundial.
Invierno en Bagdad se
consolida como una composición que combina vestigios de la respuesta social de la época, mareas humanas que en las
calles mostraron su rechazo a la ocupación militar, relatos autobiográficos y
discursos políticos en la voz de George Bush, José María Aznar y Tony Blair.
Entre estos, destacan avisos de alerta como el de “EEUU aconseja a los ciudadanos occidentales y
periodistas que salgan de Irak”. Palabras que
evidenciaban el tipo de estrategias programadas, y luego ejecutadas, por el ejército
estadounidense. Y que si en un principio se entendieron como una recomendación,
más tarde fueron interpretadas como una orden irrevocable; consecuencia de lo
que se vivió en espacios concretos como el Hotel Palestina.
Este documental supera la epidermis del conflicto, al
condensar su contenido en torno a la comunidad civil. No cuestiona el porqué,
el cuándo, ni el cómo. Más bien, se sumerge en las consecuencias de una guerra,
en la alteración de la rutina y en sus víctimas (las de ayer, las de hoy y las
de mañana). El peso narrativo de la obra radica en el testimonio personal de niños
que han sufrido en primera persona el efecto de las armas, que, sin ser de
destrucción masiva, han escrito el punto y final de su infancia y han mermado
sus capacidades físicas y psicológicas. En un contexto en el que la preocupación
por seguir vivo ha relegado a un segundo plano a la escuela. El descenso del número
de niños escolarizados se traduce en el aumento de niños en la calle, los
cuales se introducen antes en el mundo laboral, legalmente o no, para aportar
dinero en el hogar familiar. Y es que más allá de buscar el sensacionalismo o
la empatía con la audiencia, el reflejo de este colectivo desfavorecido y
debilitado da constancia de una realidad concreta: poco hay de democrático en
un proceso que atenta contra la vida de las personas e impide a sus menores
acudir, directa o indirectamente, a sus escuelas.
Sin embargo, la mirada de los niños no es la única
captada por la cámara. Un veterano de la guerra de Vietnam, una mujer
estadounidense o las madres del conflicto aportan pluralidad a un documental,
que siendo crítico con la política occidental, no descuida la diversidad de
fuentes. Además, y aunque implícitamente sea un ataque a la lógica
estadounidense, enfatiza las historias personales de sus personajes. No es, por
tanto, una acusación directa; ya que la hoja de ruta que hila los diversos
acontecimientos es la voz en off de sus protagonistas, que pretenden así
dar testimonio de cómo ha influido la guerra en su día a día, qué ha supuesto
la ocupación militar y cuáles son sus inquietudes y miedos. Una técnica
empleada en el mundo documental que consigue captar la atención del espectador
y contextualizarlo en el escenario retratado. Un grito ético y una llamada a la
reflexión.
Porque tras el visionado de Invierno en Bagdad, el discurso de George
Bush, en el que justificaba la invasión militar, resulta grotesco, cínico y falaz.
La paz mundial, como también la protección de las vidas de inocentes, no es el
eje central de la política internacional. Por ello, y para buscar respuestas,
tal vez sea necesario redirigir la mirada hacia los intereses comerciales que
pueda presentar la economía iraquí o hacia sus reservas naturales.
Diez años después, el invierno sigue instalado en Bagdad.
En las pesadillas de los testigos, en los cuerpos quemados y destruidos, en el
recuerdo de los que no están, en los bloques de edificios calcinados… Y es que una guerra no termina una vez que se
disuelven las tropas. La paz no llega a través de la firma un día cualquiera.
Demasiadas heridas abiertas y demasiado frío. Se necesita tiempo y conciencia
para que la primavera consiga, de nuevo, erradicar el invierno de las calles de
Bagdad.
Sabela Paz @sabelapaz
El documental se encuentra disponible en numerosas páginas de visionado de vídeos.
Gracias por recordarnos una realidad muchas veces olvidada y enterrada por otras noticias que nos pillan más cerca, pero no por eso más importantes.
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