martes, 5 de marzo de 2013

Redes sociales: ¿antídoto contra la muerte?

Artículo escrito a raíz de Black Mirror: Be Right Back (Ahora Mismo Vuelvo); 
AVISO: SPOILERS

El desarrollo de redes sociales y plataformas para comunicarse y compartir contenidos avanza a pasos agigantados. Parece ya inevitable la incursión de la tecnología en todos los aspectos de nuestra existencia, un fenómeno que conduce a lo que se puede entender como el “desdoblamiento” de la vida en dos categorías o situaciones: online y offline.

Sobre este asunto, precisamente, reflexiona Charlie Brooker en el primer capítulo de la segunda temporada de Black Mirror, la serie británica que atrapó a millones de espectadores en 2011 y que, con sólo tres episodios, logró que las frías pantallas, o `espejos negros` (black mirrors) de móviles, ordenadores y televisiones fueran observados con cierta desconfianza por sus dueños.

Para esta nueva entrega de la serie, que algunos valoraron como maniquea y demagógica en su primera temporada, Brooker plantea una realidad más cercana y reconocible para el espectador. Sin alejarse del encuadre distópico, hilo conductor de la producción, el creador define un ambiente íntimo y humano en torno a una trágica historia de amor.

"Ahora mismo vuelvo"


Ash y Martha son una joven pareja que, a pesar de vivir en un caserón a las afueras rodeados de campo, se encuentran en permanente conexión con el mundo gracias a los múltiples aparatos electrónicos que llenan su hogar. La prematura muerte de Ash (Domhnall Gleeson) en un accidente de tráfico, hace que Martha (Hayley Atwell), perdida, sola y con un test de embarazo positivo, recurra a un nuevo servicio online recomendado por una amiga. Un programa que, ojo al dato, le permitirá comunicarse con su esposo. Se trata, en realidad, de un software que recrea la personalidad del fallecido en base a toda la información que éste publicó en sus redes sociales.

Así, da comienzo lo que será el desarrollo de esta trama, una enfermiza relación entre Martha y un programa de ordenador que imita las reacciones, expresiones y modales de Ash, pero que no es él. Esta recreación irá evolucionando hasta el encargo finalmente de una versión corpórea del fallecido que ya no sólo imita su conciencia, sino también su apariencia física.

En medio de esta angustiosa carrera hacia la locura, el personaje de Atwell empieza a apreciar los enormes detalles que la red no ha podido cubrir: la falta de información sobre la respuesta sexual de Ash, sobre sus gustos musicales secretos o sobre la existencia de un pequeño lunar en su pecho, que el programado impostor hace aparecer en cuestión de segundos; pero sobre todo la viuda extraña la empatía y habilidades sociales que sí que presentaba su fallecida pareja, y que hacen incapaz al robot para reaccionar ante las emociones ajenas. De esta manera introduce Brooker la pregunta: “¿hasta qué punto es un reflejo de nosotros el `yo´ que mostramos en la red?”. Cuestión que podría ir acompañada por otros interrogantes como: ¿realmente queremos que sea un reflejo real? o ¿debemos, entonces, confiar en la información que recibimos sobre los demás a través de este medio?

Después de este brusco encuentro con la realidad, Martha vuelve al origen, a la naturaleza, y le pide a esa extraña y desconocida versión de su marido que salte por un acantilado. Si lo hace o no, es algo que merece la pena ver, ya que, como todos los finales de Brooker, aporta un punto y final a la moraleja de estos siniestros cuentos tecnológicos.

Sobre la primera temporada afirmaba el creador que “cada capítulo tiene un tono diferente, un entorno diferente, incluso una realidad diferente, pero todos son acerca de la forma en que vivimos ahora - y la forma en que podríamos estar viviendo en 10 minutos si somos torpes". Esta afirmación tan tajante puede conducir al espectador pesimista a un estado de pánico y vértigo ante la certeza de que sí, el ser humano es torpe. No obstante, también se puede entender este mensaje como un ataque indiscriminado y alarmista a una tecnología que supone una enorme fuente de progreso. Lo que es un hecho es que estas aparentemente extremas situaciones que plantea Black Mirror no están tan lejos de la realidad.

¿Ficción o futuro?

La idea de relacionar la muerte con las redes sociales, aunque algo perversa, se antoja una cuestión totalmente razonable y actual. Son muchas las empresas que se han lanzado a la aventura con proyectos que ofrecen soluciones para los familiares, con la creación de grupos de homenaje y recuerdo.

Un ejemplo de esto es Respectance, una red social para rendir homenaje a seres queridos fallecidos, con la posibilidad de completar un perfil sobre el difunto que incluye descripción, foto y fecha del óbito, además facilita la interacción con otros usuarios mediante la recepción de condolencias a través de mensajes vía web. En esta página, que funciona desde 2007, se pueden encontrar perfiles de personas corrientes, creados por sus familiares y amigos, así como de famosos, que han sido programados por sus fans. Otras páginas que ofrecen la posibilidad de desarrollar memoriales son la china MemorialperVIVEEn memoriadeadbookEpilogable etc.
Además del servicio a los familiares, existen páginas que, como el famoso programa de CANAL+1, Epílogo, ofrecen a la gente la oportunidad de redactar sus despedidas y últimas palabras, que no se enviarán a sus destinatarios hasta que no haya fenecido el usuario. Esto permite el envío de mensajes de despedida, así como de felicitaciones de cumpleaños. Ejemplo de estas plataformas son Death Switch, DeadSocial y la española Foowill.  La segunda es una aplicación complementaria para Twitter que permite redactar mensajes de 140 caracteres que serán publicados cuando la muerte sea efectiva, la determinación de este suceso se lleva a cabo mediante recuentos de actividad. Si esta es inexistente se hará una comprobación final vía correo electrónico y, si tampoco se responde, se publicarán los tweets.

Tampoco Facebook se queda atrás en lo que se refiere al tema de la muerte y ha definido perfectamente los protocolos ante la defunción de uno de sus usuarios. La plataforma de Zuckerberg permite la conversión de una cuenta corriente a un perfil cerrado de homenaje denominado In Memoriam, al que sólo podrán acceder amigos y familiares y que será imposible localizar mediante las búsquedas habituales de amigos. Para los menos atrevidos, la página también permite, simplemente, cerrar la cuenta. Para dar de baja un perfil abierto es imprescindible que un familiar cercano al sujeto se ponga en contacto con la red, rellene una serie de datos y proporcione el documento de defunción pertinente.

Este tipo de páginas parecen, no obstante, una sencilla adaptación online de lo que ya ocurría offline como los mensajes de apoyo o las cartas de despedida; sin embargo, un ejemplo más cercano a la red que presenta Brooker en este capítulo es LivesOn. Una empresa, todavía en pleno desarrollo, que como la del capítulo será capaz de imitar las temáticas y el vocabulario empleado en vida por el usuario para continuar con la publicación de tweets aunque ya haya muerto. Como anuncia su eslogan: “When your heart stops beating, you'll keep tweeting,” (Cuanto tu corazón pare de latir, tú seguirás tuiteando).



Antecedentes en la ficción

La propuesta de Channel 4 de seres humanos que se relacionan con máquinas como si fueran personas no resulta excesivamente original. Desde los grandes clásicos modernosde la ciencia ficción como Blade Runner, pasando por El hombre bicentenario, Inteligencia artificial hasta la reciente EVA, la capacidad de las máquinas para sustituir a los humanos ha sido una preocupación recurrente. También en 2001 Matt Groening, creador de la serie de animación Futurama, creaba una novia a medida para Fry con el mismo físico que Lucy Liu en el capítulo de la tercera temporada Salí con una robot. Este androide, como Ash, se creaba sobre un “robot en blanco” en función del aspecto y la personalidad de una persona real.

Robots y novias en la nube

Aparentemente este tipo de relaciones sólo podría tener éxito en un escenario cien por cien ficticio -aunque no sea el caso de Be Right Back-, y no en todos; no obstante, ya hay científicos que no opinan lo mismo. El japonés Hiroshi Ishiguro es el creador de Geminoid, un robot de apariencia humana capaz de interactuar con la gente. En 2011, durante su visita a Barcelona afirmaba que en un futuro no tan lejano los seres humanos podrán llegar a enamorarse de androides, cuando éstos sean capaces de reproducir las emociones de las personas, una situación que, sorprendentemente, para este científico no parece tan inconcebible. 

Además de este vaticinio y volviendo a Japón cabe destacar la existencia de redes sociales como WebKarepágina que está causando furor en el mundo nipón desde su lanzamiento en 2008. Se trata de una plataforma que actualiza el concepto del clásico Tamagotchi y permite a las usuarias, en su mayoría chicas jóvenes, mantener una relación virtual de pareja con uno de los cuatro pretendientes que ofrece. 


Para no justificar la existencia de este tipo de redes basándose en la curiosa idiosincrasia japonesa y en sus extravagantes métodos para evitar la soledad en la era de la Web 2.0, hay que destacar también la existencia de Cloud Girlfriend. Se trata de una aplicación lanzada recientemente enfocada directamente a un público masculino. La página es capaz de crear una mujer de ensueño que postee mensajes románticos en el muro del usuario en un intento de modificar las percepciones que tanto él como sus contactos tienen. Según su fundador David Fuhriman esta interacción puede entenderse como un entrenamiento para buscar amistades y relaciones reales.

Hasta el momento, parece que el análisis de estos ejemplos es la única herramienta disponible para aproximarse a un diagnóstico sobre la posibilidad de realización de un escenario como el de Be Right Back. A pesar del tono alarmista y exagerado que utiliza Brooker en sus producciones, parece inevitable ceder ante esa invitación tan sugerente y reflexionar. Reflexionar sobre la relación entre el hombre y las máquinas, las nuevas tecnologías y las nuevas maneras de comunicarse. También sobre los efectos secundarios que esta nueva “droga” parece imponer a la sociedad moderna. Y sobre todo, decidir si lo estamos haciendo realmente todo bien.

Irene Herrero (@Irenerre)

2 comentarios:

  1. gracias por incorporarte a poppol después de tanto tiempo. Se te echaba de menos

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  2. Interesante el capitulo y el articulo!

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