Artículo escrito a raíz de Black Mirror: Be Right Back (Ahora
Mismo Vuelvo);
AVISO: SPOILERS
El desarrollo de redes sociales y plataformas para comunicarse y compartir
contenidos avanza a pasos agigantados. Parece ya inevitable la incursión de la
tecnología en todos los aspectos de nuestra existencia, un fenómeno que conduce
a lo que se puede entender como el “desdoblamiento” de la vida en
dos categorías o situaciones: online y offline.
Sobre este asunto, precisamente, reflexiona Charlie
Brooker en el primer capítulo de la segunda temporada de Black
Mirror, la serie británica que atrapó a millones de espectadores en
2011 y que, con sólo tres episodios, logró que las frías pantallas, o `espejos
negros` (black mirrors) de móviles, ordenadores y televisiones fueran
observados con cierta desconfianza por sus dueños.
Para esta nueva entrega de la serie, que algunos
valoraron como maniquea y demagógica en su primera temporada, Brooker plantea
una realidad más cercana y reconocible para el espectador. Sin alejarse
del encuadre distópico, hilo conductor de la producción, el creador
define un ambiente íntimo y humano en torno a una trágica historia de amor.
"Ahora mismo vuelvo"
Ash y Martha son una joven pareja que, a pesar de
vivir en un caserón a las afueras rodeados de campo, se encuentran en
permanente conexión con el mundo gracias a los múltiples aparatos electrónicos
que llenan su hogar. La prematura muerte de Ash (Domhnall
Gleeson) en un accidente de tráfico, hace que Martha (Hayley
Atwell), perdida, sola y con un test de embarazo positivo, recurra a
un nuevo servicio online recomendado por una amiga. Un programa que, ojo al dato, le
permitirá comunicarse con su esposo. Se trata, en realidad, de un software
que recrea la personalidad del fallecido en base a toda la información que
éste publicó en sus redes sociales.
Así, da comienzo lo que será el desarrollo de esta
trama, una enfermiza relación entre Martha y un programa de ordenador que imita
las reacciones, expresiones y modales de Ash, pero que no es él. Esta
recreación irá evolucionando hasta el encargo finalmente de una versión corpórea
del fallecido que ya no sólo imita su conciencia, sino también su apariencia
física.
En medio de esta angustiosa carrera hacia la locura,
el personaje de Atwell empieza a apreciar los enormes detalles que la red no ha
podido cubrir: la falta de información sobre la respuesta sexual de Ash, sobre
sus gustos musicales secretos o sobre la existencia de un pequeño lunar en su
pecho, que el programado impostor hace aparecer en cuestión de segundos; pero
sobre todo la viuda extraña la empatía y habilidades sociales que sí que
presentaba su fallecida pareja, y que hacen incapaz al robot para reaccionar
ante las emociones ajenas. De esta manera introduce Brooker la pregunta:
“¿hasta qué punto es un reflejo de nosotros el `yo´ que mostramos en la red?”.
Cuestión que podría ir acompañada por otros interrogantes como: ¿realmente
queremos que sea un reflejo real? o ¿debemos, entonces, confiar en la
información que recibimos sobre los demás a través de este medio?
Después de este brusco encuentro con la realidad,
Martha vuelve al origen, a la naturaleza, y le pide a esa extraña y desconocida
versión de su marido que salte por un acantilado. Si lo hace o no, es algo que
merece la pena ver, ya que, como todos los finales de Brooker, aporta un punto
y final a la moraleja de estos siniestros cuentos tecnológicos.
Sobre la primera temporada afirmaba el creador que “cada capítulo tiene un tono diferente, un entorno diferente,
incluso una realidad diferente, pero todos son acerca de la forma en que
vivimos ahora - y la forma en que podríamos estar viviendo en 10 minutos si
somos torpes". Esta afirmación tan tajante puede
conducir al espectador pesimista a un estado de pánico y vértigo ante la
certeza de que sí, el ser humano es torpe. No obstante, también se
puede entender este mensaje como un ataque indiscriminado y alarmista a una
tecnología que supone una enorme fuente de progreso. Lo que es un hecho es que
estas aparentemente extremas situaciones que plantea Black Mirror no están tan
lejos de la realidad.
¿Ficción o futuro?
La idea de relacionar la muerte con las redes
sociales, aunque algo perversa, se antoja una cuestión totalmente razonable y
actual. Son muchas las empresas que se han lanzado a la aventura con proyectos
que ofrecen soluciones para los familiares, con la creación de grupos de
homenaje y recuerdo.
Un ejemplo de esto es Respectance,
una red social para rendir homenaje a seres queridos fallecidos, con la
posibilidad de completar un perfil sobre el difunto que incluye descripción,
foto y fecha del óbito, además facilita la interacción con otros usuarios
mediante la recepción de condolencias a través de mensajes vía web. En esta
página, que funciona desde 2007, se pueden encontrar perfiles de personas
corrientes, creados por sus familiares y amigos, así como de famosos, que han
sido programados por sus fans. Otras páginas que ofrecen la posibilidad de
desarrollar memoriales son la china Memorial, perVIVE, En
memoria, deadbook, Epilogable etc.
Además del servicio a los familiares, existen páginas
que, como el famoso programa de CANAL+1, Epílogo, ofrecen a la gente la oportunidad de
redactar sus despedidas y últimas palabras, que no se enviarán a sus
destinatarios hasta que no haya fenecido el usuario. Esto permite el envío de
mensajes de despedida, así como de felicitaciones de cumpleaños. Ejemplo de
estas plataformas son Death Switch, DeadSocial y
la española Foowill. La
segunda es una aplicación complementaria para Twitter que permite redactar
mensajes de 140 caracteres que serán publicados cuando la muerte sea efectiva,
la determinación de este suceso se lleva a cabo mediante recuentos de
actividad. Si esta es inexistente se hará una comprobación final vía correo
electrónico y, si tampoco se responde, se publicarán los tweets.
Tampoco Facebook se queda atrás en lo que se refiere
al tema de la muerte y ha definido perfectamente los protocolos ante la
defunción de uno de sus usuarios. La plataforma de Zuckerberg permite la
conversión de una cuenta corriente a un perfil cerrado de homenaje denominado In
Memoriam, al que sólo podrán acceder amigos y familiares y que será
imposible localizar mediante las búsquedas habituales de amigos. Para los menos
atrevidos, la página también permite, simplemente, cerrar la cuenta. Para dar
de baja un perfil abierto es imprescindible que un familiar cercano al sujeto
se ponga en contacto con la red, rellene una serie de datos y proporcione el
documento de defunción pertinente.
Este tipo de páginas parecen, no obstante, una
sencilla adaptación online de lo que ya ocurría offline como
los mensajes de apoyo o las cartas de despedida; sin embargo, un ejemplo más
cercano a la red que presenta Brooker en este capítulo es LivesOn. Una
empresa, todavía en pleno desarrollo, que como la del capítulo será capaz de
imitar las temáticas y el vocabulario empleado en vida por el usuario para
continuar con la publicación de tweets aunque ya haya muerto. Como anuncia su
eslogan: “When your heart stops beating, you'll keep tweeting,” (Cuanto
tu corazón pare de latir, tú seguirás tuiteando).
Antecedentes en la ficción
La propuesta de Channel 4 de seres humanos que se
relacionan con máquinas como si fueran personas no resulta excesivamente
original. Desde los grandes clásicos modernosde la ciencia ficción como Blade
Runner, pasando por El hombre bicentenario, Inteligencia artificial hasta
la reciente EVA, la capacidad de las máquinas para sustituir a los
humanos ha sido una preocupación recurrente. También en 2001 Matt Groening, creador de
la serie de animación Futurama, creaba una novia a medida para Fry con el mismo
físico que Lucy Liu en el capítulo de la tercera temporada Salí con una robot.
Este androide, como Ash, se creaba sobre un “robot en blanco” en función del
aspecto y la personalidad de una persona real.
Robots y novias en la nube
Aparentemente este tipo de relaciones sólo podría
tener éxito en un escenario cien por cien ficticio -aunque no sea el caso de Be
Right Back-, y no en todos; no obstante, ya hay científicos que no
opinan lo mismo. El japonés Hiroshi Ishiguro es el creador de
Geminoid, un robot de apariencia humana capaz
de interactuar con la gente. En 2011, durante su visita a Barcelona afirmaba
que en un futuro no tan lejano los seres humanos podrán llegar a enamorarse
de androides, cuando éstos sean capaces de reproducir las emociones de las
personas, una situación que, sorprendentemente, para este científico no parece
tan inconcebible.
Además de este vaticinio y volviendo a Japón cabe destacar la existencia de redes sociales como WebKare, página que está causando furor en el mundo nipón desde su lanzamiento en 2008. Se trata de una plataforma que actualiza el concepto del clásico Tamagotchi y permite a las usuarias, en su mayoría chicas jóvenes, mantener una relación virtual de pareja con uno de los cuatro pretendientes que ofrece.
Para no justificar la existencia de este tipo de redes
basándose en la curiosa idiosincrasia japonesa y en sus extravagantes métodos
para evitar la soledad en la era de la Web 2.0, hay que destacar también la
existencia de Cloud Girlfriend. Se trata de una
aplicación lanzada recientemente enfocada directamente a un público masculino.
La página es capaz de crear una mujer de ensueño que postee mensajes románticos
en el muro del usuario en un intento de modificar las percepciones que tanto él
como sus contactos tienen. Según su fundador David Fuhriman esta interacción puede
entenderse como un entrenamiento para buscar amistades y relaciones reales.
Hasta el momento, parece que el análisis de estos
ejemplos es la única herramienta disponible para aproximarse a un diagnóstico
sobre la posibilidad de realización de un escenario como el de Be Right
Back. A pesar del tono alarmista y exagerado que utiliza Brooker en sus
producciones, parece inevitable ceder ante esa
invitación tan sugerente y reflexionar. Reflexionar sobre la
relación entre el hombre y las máquinas, las nuevas tecnologías y las nuevas
maneras de comunicarse. También sobre los efectos secundarios que esta
nueva “droga” parece imponer a la sociedad moderna. Y sobre todo, decidir
si lo estamos haciendo realmente todo bien.
Irene Herrero (@Irenerre)
gracias por incorporarte a poppol después de tanto tiempo. Se te echaba de menos
ResponderEliminarInteresante el capitulo y el articulo!
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