Se
acabó el mito que nos quieren hacer creer acerca de que los
bomberos, en la mayoría de sus días, sólo se dedican a rescatar
gatos de las copas de los árboles. Chicago
Fire nos trae a un
equipo de hombretones apagafuegos y a dos paramédicos que apenas
pueden pararse a respirar porque están constantemente atendiendo
catástrofes. Y, por supuesto, todos ellos también están que arden.
Los héroes ardientes de Chicago |
Y
es que este inagotable ritmo queda patente ya desde los primeros
minutos del piloto de Chicago
Fire, que actúan a
modo de prólogo. La estación de bomberos del 788 de Mapple Street
recibe un aviso que pone en marcha a la Patrulla 81, el Equipo de
Rescate y la Ambulancia 61 –los tres ejes heroicos que moverán
llamas y hormonas en la serie-. Entonces conocemos a Casey (de la
Patrulla 81) y a Severide (del Equipo de Rescate), dos colegas que se
conocen desde la guardería y que están acompañados también por
Darden. Al llegar al lugar del incendio, entre bromas acerca de ese
maravilloso edificio que está ardiendo en llamas de cinco metros,
una serie de imprudencias provocan la muerte de Darden tras una
explosión.
Un
mes después, un tembloroso Casey está recogiendo la taquilla del
difunto mientras el conflicto que atravesará la serie –se nota en
el ambiente- durante muchos capítulos toma forma: Casey y Severide,
enemistados tras la muerte de Darden, se disputan el liderazgo de la
estación de bomberos y la culpa por la muerte de Darden. Casey,
rubio y con ojitos de cordero degollado, será la benevolencia y la
parsimonia personificadas y el líder silencioso y noble mientras que
Severide, moreno y barbudo, es la fuerza bruta, la provocación, la
chulería. Una dicotomía entre dos personajes masculinos que nos
traen vientos de una trama desgastada de series como Lost
(Jack y Sawyer). Además, mientras a Casey lo ha dejado su novia
porque no quiere todavía formar una familia, Severide se pincha a
escondidas una sustancia sin identificar (¿esteroides, chico duro?).
Así que ambos, vulnerables y musculosos, caminarán con la mirada
baja y con espíritu delicado (aquí es cuando las más sentimentales
andan buscando la ropa interior que acaban de perder).
Severide -izquierda - y Casey -derecha- mostrando su talento |
Pero
que no cunda el pánico. El fuego de Chicago también nos trae
mujeres. Unas féminas intrépidas cuya primera intervención tiene
lugar atendiendo a un pobre desgraciado que ha sufrido un disparo
mientras, de un armario mágico que la policía no había registrado
(pullita sutil: bomberos y médicos sí, policía no) sale el autor
del disparo y las amenaza. Una Gabriela Dawson on
fire le gritará al
delincuente que suelte el arma, motherfucker,
sin temblar un ápice, mientras su compañera, Shay –una rubia
despampanante… y lesbiana- observa la escena. Así conocemos a las
paramédicos, heroínas ante los armarios que la policía olvida
registrar tras un tiroteo en un barrio conflictivo.
Dawson -izquierda- y Shay -derecha- |
Guapas
y torpes a partes iguales, por lo que cuenta este piloto (mítica
escena en la que Dawson quiere salvar a una niña drenándole la
sangre alrededor del corazón y, ¡ups!, se le va la mano y pincha el
músculo). Se vislumbra química entre Dawson y Casey pero, para
nuestra desgracia, la inexpresividad de Monica Raymund (Dawson) no da
a pie a mucho más que a un par de muecas que tienen su cúspide en
el momento del corazón atravesado erróneamente por la aguja.
Aflicción de Dawson al pinchar corazones. |
Y
así, como a rey muerto rey puesto, llega a la estación de bomberos
un novato, Peter Mills (Charlie Barnett), que encarna el patriotismo
americano (que no nos suena de nada en este tipo de series, claro) y
que ocupa la taquilla de Darden, inocente y ajeno a la desgracia del
mes pasado. La llegada de Mills, y la próxima visita del alcalde a
la estación hilan un capítulo piloto en el que, aparte de la muerte
de Darden, da tiempo a que atendiendo otro incendio Severide salve a
Casey de morir (si de verdad pueden morir, porque nuestros guapos
protagonistas respiran el mismo humo que deja KO a otros bomberos sin
apenas cantearse).
Severide salvando a Cassey en el suelo misterioso que no se viene abajo |
Un
intento de escena dramática en la que bomberos y paramédicos
aguardan en el hospital noticias sobre otro compañero herido, con
Bruce Springsteen de fondo, pone el broche a este desangelado
capítulo piloto sin conseguir que tanta desgracia, tanta llama y
tanta tensión –teórica- nos pongan los pelos de punta en ningún
momento (a excepción de los dos planos de agujas clavándose en la
piel, lo más inquietante de los 45 minutos de capítulo).
Born in the USA |
¿Qué
nos ofrece Chicago
Fire, entonces? Nada
más y nada menos que la típica trama de líos amorosos y desgracias
que persiguen el drama que suele tener lugar en un hospital pero que
se trasladan, esta vez, a una estación de bomberos. A los de humor
más ácido y con tiempo libre, puede que les guste como método de
desintoxicación de series que van en serio de verdad; a los que sólo
busquen entretenimiento y no sean muy quisquillosos con los detalles
siempre que haya gente sin camiseta también es posible que pueda
gustarles. Siempre y cuando que todos ellos estén dispuestos a
aguantar 45 minutos de imágenes llenas de fuego pero que apenas
llegan a quemar.
Elena Cortés Alonso @pieldelibelula
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