Según Eric Hosbawn, el mundo no
conoce la paz desde 1914, ni siquiera ahora. La violencia política, o, como
mínimo, el deseo de resolver los conflictos sociales por medio de la
fuerza ha definido la praxis política de numerosos agentes y actores a lo largo
de la historia. No por casualidad, el Estado es para Max Weber la
organización que detenta el ejercicio legítimo de la violencia. La paz y la
guerra, el orden y el caos, han estado en el centro de la reflexión teórica
sobre la política hasta nuestros tiempo.Ya hace varios años que Francis
Fukuyama se hizo célebre clamando por el fin de la historia y anunciando la
llegada del último hombre, lo que significaría sin lugar a dudas la
pacificación total del mundo bajo el orden capitalista y la ley del
mercado. Sin embargo, la tozuda fuerza de la realidad, contra la tesis
del cerrojazo histórico, parece anunciar un mundo cada vez más convulso,
agitado y caótico, abierto a multitud de contradicciones y mutaciones,
donde la cuestión de la violencia política vuelve a adquirir centralidad
práctica y teórica.