La
lectura está en crisis en nuestro país. Pero, ¿qué nos importa? Más allá de
euros y editoriales, lo que busco transmitir aquí es el sentimiento que mueve a
todos y cada uno de los escritores a enfrentarse a una página. No importa si
escribir está en alza, si se lleva o va a darnos de comer. Lo puramente
literario surge desde dentro y es irreprimible. Lo puramente literario es
mágico por inexplicable.
Tengo
la intención de hilar bien fino en este artículo, sobre todo, porque quiero
hacer mención de la Escuela de Escritores, que es, para mí, una gran fuente de
inspiración. Desde la primera tabla de madera que cubre el suelo de su sede en
Madrid, hasta cada soplo de aire que recorre las aulas. Cuenta con cursos
online y presenciales en Madrid, Burgos y Zaragoza. Asimismo, imparte el Máster
de Narrativa, una formación integral acerca del oficio de escribir.
Me
parece que no hay mejores palabras que las del Coordinador del Máster, Ignacio Ferrando,
para acercarnos a cómo surgió una iniciativa de este tipo y en qué se
fundamenta:
“El máster
es la iniciativa de un grupo de escritores que vimos que, entre las enseñanzas
regladas, no había nada parecido a esto. En España, al contrario que en otros
países europeos, se ha desterrado sistemáticamente la idea de que la escritura
pueda “aprenderse”. Se es genial o no se es. Paradójicamente, en nuestro país
existen instituciones que te enseñan a ser pintor, escultor, arquitecto o actor
(todas ellas con diversos grados de oficialidad). Es evidente (en todo artista
lo es) que existe un punto de vista personal, un brillo, algo inherente que
diferencia a un autor de otro. Esto determina su estética. Pero no es menos
cierto que gran parte del trabajo del escritor (casi todo) sí puede ser
enseñado. Transferido. No solo me refiero a las técnicas, sino a diversos modos
de sentir, a los hábitos creativos, a las lecturas y, por qué no decirlo, a la
formación intelectual. La combinación de ambos factores, creemos, convierte a
nuestro máster en el caldo de cultivo ideal para que nuestros alumnos puedan
realizar la búsqueda personal de su propio estilo”.
El Máster de Narrativa ha tenido una acogida excepcional
desde el principio y el número de alumnos crece cada año. Es un proyecto joven
que va a llevar a cabo, el curso que viene, la cuarta promoción. La admisión
está abierta a otros países y algunos de los alumnos vienen a España para
dedicarse al Máster en exclusiva. De esta osadía o locura literaria hablaremos
más adelante, acercándonos de forma personal a alguno de los valientes.
Como en cualquier arte y oficio, es importante, a la hora de
aprender y crecer, que el personal docente del curso logre transmitir a los
alumnos una serie de valores. Para Ignacio Ferrando el valor más representativo
del máster es la libertad creativa: “La
posibilidad de que el alumno adquiera las herramientas de trabajo y haga una
lenta digestión para desterrar lo accesorio, lo que no le interesa, y quedarse
y profundizar con aquello con lo que más se identifica, lo que le es más útil”.
Todos sabemos que la situación de la escritura es complicada.
Vivir de lo que uno escribe es difícil y, por tanto, la búsqueda de un
equilibrio personal y artístico se vuelve fundamental. Ignacio Ferrando resume
esta referencia continua al mañana y a la difícil situación de los libros con
unas palabras que creo resultan clarificadoras:
“¿Qué
significa ser realista para mí? La vida es lo que es. Una broma de mal gusto.
Por tanto, no hay nada más realista que ser feliz. Lo sé. No son sinónimos.
Siquiera se parecen. Pero, ¿es acaso más realista entregarte a un trabajo en el
que sientes que no eres tú? Probablemente sea más real, pero no más realista.
Por supuesto ser feliz conlleva una serie de sacrificios. De someterse a la
tensión de la incertidumbre. Yo emprendí este camino hace unos cuantos años. Mi
trabajo en el máster y mis clases, por ejemplo, son un complemento que me
permite una absoluta independencia en mi trabajo creativo”.
En cualquier conversación con compañeros del Máster siempre
sale a relucir esta necesidad y esa felicidad que proporciona. La escritura es
agridulce: con tantas satisfacciones como frustraciones. Pero, supongo, que es
como todas las artes. Por eso, lugares como la Escuela de Escritores son
imprescindibles para encontrar el apoyo que alimenta el crecimiento personal y
la técnica y guía que cualquiera necesita para enfrentarse a un texto.
Este curso, en el primer año del Máster encontramos que la
mitad de los alumnos vienen de fuera de España y que una gran parte de ellos ha
roto con su vida anterior, ha dejado su trabajo, para poder dedicar dos años de
su vida a aquello que les apasiona.
Uno de ellos es Humberto Franco, que viene de México,
buscaba un posgrado enfocado a la creación literaria y consideró el Máster de
Narrativa de la Escuela de Escritores como el más completo. Para dedicarse al
máster ha renunciado a su carrera como abogado, a una vida con mayor seguridad
financiera. Nada mejor que sus palabras para saber cuál es el objetivo que
pretende alcanzar:
“Mi
primer objetivo con el máster: ¡disfrutarlo! No mandé a volar mi carrera en
México por venir a pasármelo mal. Eso, definitivamente. Por supuesto, mi
objetivo es la creación literaria; formarme como escritor. A partir de este
momento, mi objetivo es aprender a escribir las historias que quiero escribir,
pero con calidad”.
La historia de Juan Mateu es similar. Escogió
el máster porque tras un curso en la escuela, descubrió la importancia de la
técnica y quiso profundizar en el oficio de escritor. También ha renunciado a
importantes cosas por la escritura:
“Pude compatibilizar
el curso de iniciación a la escritura con mi trabajo, pero no el Máster, que
hoy ocupa todo mi tiempo. Así que, tras dedicar nueve años a las finanzas, el
mismo día que me ofrecieron un ascenso, 20 de junio de 2011, anuncié mi
despido. Esa misma semana terminé mi relación con mi novia, pues tuve que
elegir, y me reinstalé en casa de mis padres.
Mi objetivo con el Máster
es profundizar en la técnica y desarrollar mis conocimientos, también mi
criterio como lector, así como entrar en contacto con un mundo ajeno a mi
entorno y, con suerte, encontrar un hueco para vivir de lo que siempre he
querido”.
Otro testimonio relevante, el de la venezolana
Susana Marrero:
“Elegí el Master para hacer de la escritura un oficio, es decir,
dejar de ver mis relatos como al pasatiempo de los fines de semana. Busco
escribir todos los días y hacer de esto la profesión en la me desempeñe hasta
que la memoria calle y deje de producir historias. Para ello dejé a un marido y
a dos hijos al otro lado del Atlántico. Y sí, valió la pena”.
Después de conocer declaraciones como estas,
estando al tanto de que no son los únicos (y conociendo la situación económica
de España), la pregunta más lógica sería: ¿están locos? La contestación la dan
los propios alumnos del máster. Porque la mejor respuesta es saber porqué
escribe cada uno de ellos, qué es lo que sienten.
Comenzamos con la respuesta del metafísico
Germán Barrera, de Medellín, Colombia: “Neruda
diría “para no morirme”, y yo pienso igual, aunque lo diría distinto: escribir
y escribir, para vivirme. Solo para vivirme”.
“Mi madre conserva
todo lo que escribía de pequeño: cuentos breves, cómics, entradas sueltas,
tonterías. Con diez años estaba obsesionado con una chica mayor que yo y que no
me hacía caso; pues bien, la convertí en ficción y viajé con ella por el mundo;
y a través de la mentira, hoy, casi veinte años después, tengo un recuerdo
nítido de la verdad. Lo que siento, lo que me aporta la literatura, no ha
cambiado desde entonces”. Juan
Mateu.
“La escritura, para
mí, es un modo de evasión, de negación. Hay muchas cosas que no me gustan de la
realidad que muchas personas me han querido imponer. Escribir es una forma de
dar forma tangible a mis sueños. Una vía de escape a otros lugares, a
reencontrarme con sentimientos y anhelos que guardo desde la infancia. Ante
todo, soy muy feliz escribiendo. Sentirme rodeado de libros me llena como
ninguna otra cosa en la vida. Lo noto hasta en el sistema inmunológico (valga
el ejemplo): este año ninguna gripa me tuvo tumbado en la cama”. Humberto Franco.
“¿Por qué escribir? Porque no puedo evitarlo.
Soy así. Como ya he dicho, durante diez años no junté una sola letra que no
estuviera dentro de un informe. Era consciente del extrañamiento que produce la
literatura al que intenta crearla, me acojoné (perdón por la expresión, pero
eso fue: estaba cagada de miedo) e intenté por todos los medios olvidarme del
tema. Hice todo lo que se supone que tiene que hacer un “buen ciudadano” de
nuestro tiempo, trabajé, ascendí, ganaba mucho dinero, tenía una relación estable con planes de boda y todo (…).
Pero todo aquello no me llenaba. No pude olvidarme de la escritura por
mucho que intentase “entontecerme” (y créeme, cuando me pongo en serio con
algo, me pongo en serio). La sensación era la de estar viendo siempre el otro
lado de las cosas, de estar escuchando siempre la cara B de un disco del que la
gente solo conoce el single. Vamos, que me sentía un tanto marciana. Escribir
me permite no solo expresar mi visión de las cosas, sino abrazarla. En vez de tener que estar desdoblada, al
escribir me siento reunida. Ahora siento que llevo la vida conforme a mi propio
criterio, no a uno impuesto o “convencional” y hago lo que resulta más
coherente con eso: escribir. De pequeña decía que yo no tenía una vocación
determinada; ni quería ser médico, ni monjita ni bombero; a mí lo único que me
gustaba en la vida era pensar, darle vueltas a las cosas. Y escribir es eso: darle
vueltas a los temas
hasta que alcanzas su esencia”. Lucía Hernández-Canut.
Después
de todo, sobre el futuro, en estos momentos, sobra hablar. Seguramente en unos
meses (quizá algo más) esta periodista y escritora en ciernes tendrá que volver
a referirse a alguno de ellos en otro artículo para PopPol, contando qué es de
su vida y de su éxito. La reflexión, por el momento, es que cuando las letras
se sienten dentro, el ansia es escribir, y escribir bien. Lo demás si viene,
vendrá; y si no, no importa.
Amanda Franco @AmyHazelnut
¡Enhorabuena, Amanda! Un artículo escrito con lo que a ti te sobra: ¡pasión!
ResponderEliminarEmocionante presentación de quienes vivimos por las letras. Sinceridad que enaltece a quien la escribe y llena de orgullo a quien la lee. Confirmación de que nuestra estirpe sigue fuerte, que estos cogollos crecerán en la medida de su esfuerzo y leeremos calidad y técnica como aderezos de una pasión interminable, escribir.
ResponderEliminarWilfredo Bohórquez