miércoles, 20 de marzo de 2013

Volver a vivir tras la guerra de Irak


Las tropas estadounidenses invadieron Irak el 20 de marzo de 2003. Han transcurrido ya 10 años desde que la invasión derivara en una guerra que se alargaría hasta diciembre de 2011, momento en que las últimas tropas estadounidenses salieron del país. 

No era la primera vez que los iraquíes veían a su país inmerso en un conflicto, hay generaciones enteras que han crecido en un territorio en continua lucha; sólo en los últimos 30 años, Irak ha estado inmerso en la Guerra contra Irán entre 1980 y 1988, el conflicto interno entre kurdos e iraquíes y la Guerra del Golfo entre 1990 y 1991. Aunque quizás en esta ocasión todo fuera diferente. Se trataba de la invasión del territorio por otra nación sin posibilidad de decisión o aprobación del gobierno o del pueblo iraquí.

Las manifestaciones bajo el No a la guerra se multiplicaron por las ciudades de los principales países que apoyaron a EEUU: Reino Unido y España; sin embargo, la ocupación y el posterior conflicto no pudieron ser evitados. El Gobierno de Estados Unidos estaba convencido de que Irak tenía armas de destrucción masiva, y bajo esta sentencia y la de no-colaboración con los agentes de la ONU, justificó su acción defendiendo que su objetivo era el de instaurar el orden y la libertad en el país. Y así se sucedieron nueve años de ocupación durante los cuales se masacró a un pueblo, cuyo único papel en aquella guerra contra el terror fue el de víctima. Huelga decir que las consecuencias sobre la población fueron y son terribles.

Manifestación contra la guerra en Londres. (Foto: Peter Macdiarmid)


De un día para otro, el ejército estadounidense invadía las calles, pueblos y ciudades iraquíes, acabando así con la normalidad y cotidianeidad de la población del país. Niños y niñas dejaron de ir al colegio, muchos adultos perdieron su empleo o tuvieron que desempeñar oficios para los que no habían estudiado pero para los que había demanda (traductores, sanitarios o asistentes en ONGs). Así, la vida de toda familia iraquí se vio alterada y quedó marcada para siempre. Los tanques, los bombardeos, las columnas de humo, los disparos, los cadáveres en las cunetas, los asaltos, los arrestos, los encarcelamientos sin delitos probados, las torturas y las violaciones llegaron a los pocos meses de la invasión, y se quedaron para siempre en el imaginario colectivo iraquí. El miedo se convirtió en la forma de vida de los civiles.

Además de todas las vidas que se llevó la guerra, más de 100.000 víctimas civiles según la organización Iraq Body Count, Estados Unidos arrebató al pueblo iraquí su memoria: bibliotecas, museos y teatros fueron quemados, expoliados, destruidos. Y acabó con su tejido social: muchos artistas, músicos y actores fueron asesinados. El arte desapareció de Irak.


En 2011 Irak era el segundo país que más refugiados generaba, con 1,4 millones de personas buscando asilo. Iraquíes y afganos representaban el 39% de los refugiados bajo responsabilidad de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados). En 2013, diez años después del inicio de la invasión, los iraquíes retoman una vida a la que no están acostumbrados. La rutina y la armonía tenían que volver a las calles de Bagdad, y de todo Irak, tras la salida de las últimas tropas estadounidenses. Pero la realidad es otra.

Las estructuras políticas impuestas por el gobierno estadounidense, tras acabar con el gobierno de Sadam Husein, permanecen activas en el país. La Constitución del 2005 y las dos elecciones celebradas no han sido suficientes para implantar un sistema democrático. Actualmente el gobierno está en manos de un Gabinete de Unidad Nacional en el que están representados chiíes y suníes, por lo que tomar decisiones conjuntas y acordar políticas se hace casi imposible. Las instituciones públicas no funcionan, el sistema educativo es inoperante y según el informe de Transparencia Internacional, Irak se sitúa en el octavo puesto del ranking mundial de países corruptos.

El país ahora está militarizado por un Ejército entrenado por las fuerzas extranjeras durante la ocupación, donde muchos muros de hormigón siguen en pie y los puestos de control en funcionamiento. Las calles siguen sin asfaltar, parte de la población sigue sin tener acceso a agua potable y el suministro eléctrico no está restablecido (no suele funcionar más de seis horas diarias), por lo que se hace la vida en penumbra, con agua fría y cocinando con camping-gas.

Una madre iraquí con sus hijos frente a su casa destruida por un coche bomba en Bagdad, Irak. 25 enero de 2010. (AP Photo/Hadi Mizban)

Tampoco para los ejecutores prácticos de la invasión de Irak fue fácil encauzar la normalidad. La vuelta a casa para muchos soldados estadounidenses ha sido más bien amarga que dulce. La proporción de soldados muertos en batalla es de 1 por cada 25 que se suicidan tras volver de Irak o Afganistán. Los datos del Departamento de Defensa indican que en el año 2012 fueron 323 los soldados que se suicidaron de vuelta en Estados Unidos. Las principales causas de los suicidios son los trastornos de salud mental (que afectan a uno de cada cinco veteranos de guerra) sobre todo por episodios de estrés postraumático, pero también trastornos del estado de ánimo o la personalidad, ansiedad y trastornos psicóticos. Otra situación reveladora del drama que viven los veteranos estadounidenses, según datos del Departamento de Atención de Veteranos (V.A), es que el 13% de los adultos que viven en la calle (homeless) en Estados Unidos son veteranos.

Soldados estadounidenses veteranos de la invasión en Irak y Afganistán. Imagen Red Voltaire

Son muchas las críticas que recibe el V.A  por no atender adecuadamente a los soldados en su regreso a Estados Unidos y por no responsabilizarse de los que sufren problemas de salud mental. En los próximos años se esperan un millón de nuevos veteranos y no se sabe cómo hacer frente a esa gran demanda, puesto que ya hay teniendo problemas para gestionar la atención del número de veteranos actuales. Las citas para ser atendido en los servicios de salud mental del V.A se dan en plazos de seis semanas y las listas de espera para entrar en programas de tratamiento hospitalario son de seis meses. Muchos veteranos no llegan a recibir la atención sanitaria necesaria y se suicidan mientras esperan ocupando un lugar en las largas listas de espera.

Esto también es la guerra de Irak. Una guerra cuyas heridas cicatrizan en forma de viudas, huérfanos, refugiados, desplazados, mutilados y trastornados. Una guerra de extensión y violencia desmesurada, que evidencia aún más la necedad de los gobernantes del siglo XXI que practican la muerte a su propia especie.

Blanca Gordaliza Parra, @blancs11


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