domingo, 5 de agosto de 2012

Antología del disparate: rescate sí, o también



¿Sabe alguien cuál es el país que ha quebrado más veces en la historia? La respuesta es sencilla: España. En concreto, lo ha hecho en trece ocasiones. El primer default ocurrió en 1557, bajo el reinado de Felipe II, y se llevó por delante a un afamado banquero alemán y las riquezas de Flandes y Países Bajos. El último, en 1939, ya en tiempos del General Franco. Con estos antecedentes surge una nueva pregunta ¿estamos en vísperas de la decimocuarta quiebra del Estado Español y de la intervención de nuestra economía? La respuesta, otra vez sencilla: sí, o también. El rescate bancario solo ha sido el aperitivo.

La intervención de un país ocurre cuando éste no puede hacer frente a sus obligaciones porque no tiene dinero, nadie se lo presta o lo hace a intereses prohibitivos. Esta situación deviene en que el acreedor, para recuperar su inversión, impone una batería de condiciones, a menudo leoninas, al deudor, que renuncia a los atributos de la soberanía nacional.


Grecia fue intervenida el diez de mayo de 2010 cuando su prima de riesgo alcanzó los 450 puntos básicos, Irlanda, el veintidós de diciembre del mismo año, con una prima que llegó a los 544; finalmente, Portugal cerró el ciclo de intervenciones el cinco de mayo de 2011, con 627 puntos básicos.


Por lo que respecta a España, la prima de riesgo en enero de 2008, al principio de la crisis, era de 12,7 puntos básicos, cuando los mercados creían que la solvencia española era similar a la alemana. A finales de 2011, siendo ya presidente Mariano Rajoy, alcanzó los 320 puntos básicos y este último mes ha llegado a su máximo histórico, los 640. En definitiva, la prima de riesgo se ha multiplicado por 50 en los últimos cuatro años, y se ha duplicado en los siete meses de gobierno del Partido Popular. Que estamos en terrenos de rescate no se le escapará a nadie.


Hemos observado con pavor en las semanas pasadas cómo se deterioraba la situación económica de España: solicitud de un rescate bancario de 100.000 millones de euros para intentar arreglar el desbarajuste de las cajas de ahorros y de algunos bancos, el bono a 10 años por encima del 7,5%, un paro tercermundista que afecta a uno de cada cuatro españoles; mientras tanto, la Comunidad Autónoma de Andreíta Fabra y Famiglia solicita el rescate, anticipándose a los demás entes territoriales que lo harán progresivamente, ya que están en quiebra técnica: la Administración Pública no podrá hacer frente a la nómina de septiembre de sus empleados si antes no recibe financiación externa.


Ante esto, el Gobierno ha hecho lo de siempre: perjudicar a las clases medias y bajas, funcionarios y parados que van camino de convertirse en los “nuevos pobres”. Los banqueros, los ricos y los políticos se irán de rositas y obtendrán pingües beneficios con la crisis. Y si no, que se lo pregunten a Pepe Bono: este “nuevo rico” ha adquirido una modesta choza para añadir a su nutrido patrimonio inmobiliario, en una de las zonas más exclusivas de Madrid, por el módico precio de 2 millones de euros. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos cuando en el Palacio de Fuensalida se ponía a sí mismo como ejemplo de honradez, austeridad y rojerío, mostrando a los visitantes su viejo coche que no había cambiado tras ser Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha desde hacía años!


Los ciudadanos tienen un cabreo monumental y se preguntan ¿cómo se ha llegado a esto? ¿quiénes son los responsables y que pasa con ellos? ¿hay algún partido o líder político capaz de arreglar el desaguisado? ¿qué futuro le espera a nuestras familias y a nuestros hijos?

La respuesta de la clase política es original, en nada. Todos tenemos que apretarnos el cinturón, al tiempo que ellos se limitan a tirarse los trastos a la cabeza esgrimiendo una y otra vez el consabido “yo no he sido” “y tú más”. Buen ejemplo de ello, que produce sonrojo y vergüenza ajena, son las comparecencias en sede parlamentaria de la Comisión de Bankia.


Desde la estructura del Estado hasta los privilegios de los políticos, pasando por los delirios de grandeza de las administraciones -aeropuertos omnipresentes, juegos olímpicos siempre deseados y, gracias Dios, no concedidos...-, el dislate está en todas partes y llega a todos los escenarios. Como la prima de riesgo, alcanza máximos históricos.

Don Latino de Críspalis @DeCrispalis

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