martes, 21 de agosto de 2012

Totnes: el pueblo que declaró la guerra al capitalismo

Artículo traducido de The Guardian


Tranquila noche en Totnes, pequeña ciudad situada en el condado británico de Devon. En la puerta de la Iglesia Metodista cuelga una nota escrita a mano; reza "Adiós Costa!". Dentro del edificio, una animada discusión entorno a la inminente llegada de la expansiva cadena de café "Costa Coffee". Los 45 participantes exponen el fracaso de la democracia y el vacío de lo que los políticos llaman "localismo"; pero la charla toma verdadero interés cuando se centra en qué ocurrirá cuando la nueva tienda del pueblo por fin abra sus puertas.

"La idea es estar preparado...", dice algo excitado uno de los cerebros detrás de la reunión de esta noche "para que, cuando lleguen, las cosas estén organizadas".




Un hombre propone visitar Costa regularmente, pedir agua del grifo y, después, beberla lentamente. Una mujer sugiere pegar posters anti-Costa en las ventanas de la cadena, y, obstinadamente, reemplazarlos siempre que los arranquen. Unas cuantas personas que viven en la calle en la que se situará el nuevo comercio de Costa dicen que colgarán pancartas de protesta en sus viviendas. La proposición que tiene una acogida más cálida, la de un día oficial de lamento "porque hemos perdido nuestra democracia". Y siguen surgiendo ideas: ¿qué tal un debate en parlamento? ¿o un voto de no confianza en el ayuntamiento local? ¿o un simple boicot?

Bienvenidos, en definitiva, a otro capítulo de la actual batalla entre lugares que se enorgullecen de su carácter local y el gran brazo aplastador del capitalismo multinacional. Este contubernio que está gestando en Totnes (población: 7500 personas) es poco sorprendente: el pueblo es muy conocido por el valor y valentía que pone en la sostenibilidad y en politicas locales imaginativas; es, también, una auténtica comunidad de transición, que se centra no sólo en la forma en la que la gente y los lugares emplean los combustibles fósiles, sino también en cómo se puede reforzar la economía local a base de impulsar negocios independientes, luchando contra los grandes intereses que tienden a aprovecharse más de pequeñas localidades como estas que a ayudar a su desarrollo. Su innovación más famosa es la libra de Totnes, una divisa local que es aceptada en más de setenta establecimientos del pueblo.

La economía local de Totnes parece estar en una salud razonable, algo que probablemente responde al hecho de que está muy lejos de parecerse a lo que se llama una ciudad clon/ciudad tipo. La tienda de música local, Drift, es bestial: el tipo de sitio que te parecería impresionante si lo encontraras en Nueva York. La calidad y diversidad de restaurantes abruma. Viniendo más al caso, la ciudad tiene 42 puntos de venta independientes que sirven café, y -por ahora-, ninguna marca archiconocida de venta de café. Nada de Starbucks, nada de Tim Hortons.

No obstante, ahora Costa (cuyo eslogan más conocido reza "Salvando el mundo del café mediocre") está en camino, en una acción que forma parte de un proyecto de expansión que resulta a la vez preocupante por su agresividad y admirable por su ambición. Pero este tipo de acciones son las que caracterizan a nuestras congeladas economías: es poco provable que un pequeño establecimiento pueda aguantar mucho. El conglomerado de comida y hospitalidad Whitbread opera actualmente 1400 establecimientos británicos, y anunció recientemente planes para ocupar 350 más. Gracias a su presencia cada vez más habitual en estaciones de gasolina, bares y autopistas, su logo se está convirtiendo en ineludible, precisamente el objetivo de la marca: el jefe ejecutivo, Andy Harryson, habla de aumentar el número de sucursales a 2000, y así convertirse en ubicuos. "La gente en realidad no quiere irse muy lejos para coger un café", dice. "Podemos tener unos cuantos cerca de una avenida ocupada, otro en un centro comercial y otro en la estación".

 Imagen extraída de club Darwin

Starbucks es visto ya por casi todo el mundo como sinónimo de los aspectos más voraces del capitalismo moderno, y esto parece haber cegado a la gente respecto a las actuaciones de Costa, que va camino de convertirse en el paradigma -en Gran Bretaña, al menos- de las tensiones entre comunidades locales y multicadenas.

En la localidad de Southwold, de hecho, el martes por la noche se produjo una exitosa apelación por parte de Costa contra aquellos que les habían frenado para abrir una sucursal en el pueblo, con más de 100 despidos. Los activistas anti-costa afirman que esas son las mismas líneas básicas de las batallas contra grandes supermercados: una corporación masiva que se quiere expandir, habitantes que temen que sus pueblos y la vida en ellos sufran un gran golpe por la llegada de estas y políticos que tienden a huir acongojados, por los costes prohibitivos de enfrentarse a estas gigantescas compañías.

La historia de Totnes

En Febrero de 2010, Greenlife, un negocio de alimentación local, se marchó de High Street; en un principio, existían rumores de que Oxfam se haría con el local, pero fue comprado finalmente por London and Werstern Holdings, que anunció que abriría en él un nuevo café de 70 asientos, perteneciente a la cadena Costa. "La falda de la colina es donde más se aglomeran turistas", dice Frances Northrop, el manager de la comunidad de transición de Totnes y uno de los principales animadores de la campaña anti-Costa. "Ellos vienen por el río, o en tren, o buscan el parking que hay aquí. Vienen directos, y lo primero que ven es un Costa Coffee. Cuando la gente llega a un nuevo lugar, suele entrar en un lugar que reconoce que probar algo desconocido".

En respuesta a la llegada de Costa, Northrop y otra gente con similares convicciones se puso a trabajar, creando la sociedad de café de Totnes. En mayo celebraron un festival de café, con precios muy competitivos y competiciones de arte en café (imágenes en la espuma). Aquellos en contra de la llegada de la cadena pegaron por todo el pueblo posters imitando la película Trainspotting de Irvine Welsh´s, renombrándola "Clonespotting". A su vez, se recogieron hasta 5800 firmas en contra de la llegada de Costa; según el movimiento anti-costa, el 75% de estas firmas provenían de gente de Totnes.

Lo que pronto se llamaría campaña "No to Costa" fracasó a nivel político. El uno de agosto, el comité de urbanismo del distrito de South Hams (dentro del  condado de Devon) aprobó el proyecto de Costa, con 17 votos contra seis. Sólo cuatro de los concejales representaban al pueblo de Totnes.

"No es sólo que no queramos una gran cadena, o dañar nuestro mercado local -es que son como Tesco" dice Northrop. "Son agresivos, extractivos. Tenemos 42 cafés, todos de propietarios independientes, muchos de los cuales luchan por su supervivencia, como pasa en todas partes, y si traes un establecimiento con la capacidad adquisitiva y la fama de Costa, que tiene el tamaño de tres cafés, no estás dañando sólo a esos empresarios independientes, que seguramente abandonarían el negocio, pero también a sus suministradores: cultivadores, productores, distribuidores de bebidas...

Costa Responde

Una portavoz de Costa afirma que "Totnes es un lugar con atractivo turístico y apreciamos su reputación por apoyar a comerciantes independientes, nuestra compañía no va a ser una amenaza para las docenas de cafés que hay ahí, pero complementará la oferta local y apoyará la comunidad". Acepta que "es decepcionante que haya tanta oposición a nosotros", pero dice que "simplemente queremos ayudar al pueblo, insuflarle vitalidad". Respecto al problema de los distribuidores de suministros, su respuesta es la siguiente: "Costa Coffee se caracteriza por usar muchos distribuidores, grandes y pequeños, de todo Reino Unido, para producir lo que venden en sus tiendas. Por ejemplo, trabajamos con una pastelería familiar para producir nuestras tartas, contamos con ganaderos para nuestra leche y usamos carne británica para nuestros productos salados. En un momento en el que muchos establecimientos están cerrando, somos uno de los negocios británicos de más éxito, creando trabajo en todo el país. "

Los Comerciantes


Campaigner Matteo Lamaro of the Curator cafe
Matteo Lamaro. Fotografía: SWNS.com

En cuanto a los vendedores de café del pueblo, tienen algo en común: muchos de ellos son nuevos en el negocio, dijeron adiós a sus viejos trabajos para poder experimentar la vida en la cultura única de Totnes. En un café recientemente abierto, podemos conocer a Matteo Lamaro, un inmigrante italiano de 38 años, que se mudó a Totnes tras encadenar numerosos trabajos de prácticas en Londres. Su café parece de lujo, pero es mucho más barato que la media: un cappucino vale dos euros y medio, una porción de tarta dos euros. En Costa, el precio de ambos es de 3 euros. "Costa va a destrozar el ambiente de Totnes" dice, "este es un lugar independiente, que ofrece algo diferente de lo...normal".

¿Y afectará al comercio su llegada? "Eso dependerá de la actitud de los turistas. Costa es conocido, ¿no? El principal riesgo es que no se atrevan a ir a un lugar en el que se sirva verdadero café y prefieran un sitio que ya conocen".

En la cima del pueblo, el café Green recibe su nombre de Ivan Green, de 46 años, que se mudó con su familia desde el sur de Bretaña. Viven del negocio, y se levanta todos los días a las cinco de la mañana para preparar casi todo el pan, tartas y pasteles que se venden. El pequeño empresario ya se está preparando para los efectos de la apertura de Costa, alquilando parte del establecimiento. "El problema que tengo con las multinacionales es que es una competición en desigualdad de condiciones". Cuanto más habla, más rabioso parece: como muchos de los nativos, el mayor miedo que tiene es que la apertura de Costa sea vista por las demás multinacionales como un indicativo de que Totnes ya está preparado para ser colonizado, y de paso a la llegada de Subways y Mcdonalds. El dueño de Tangerine Tree Coffee, Martin Turner, añade "tenemos muchos consumidores leales, pero setenta asientos es mucho espacio. Además, podría suponer que suban los alquileres. Lo notaremos, definitivamente".

Los Clientes

Una cliente habitual de un café escocés vegetariano, Diana Cusack, de 64 años, afirma lo siguiente "un café es un lugar en el que la gente se encuentra...no necesitemos que Costa nos de otro lugar. Tenemos muchos sitios para vernos, y hablar; somos un pueblo hablador". ´Se muestra reticente a acercarse a Costa, pero queda preocupada por la actitud de la juventud del pueblo, que podrá quedar hipnotizada por "dos batidos de leche y Wi-Fi gratis".

No obstante, la juventud del pueblo, o al menos la entrevistada por el periodista de The Guardian, no parece muy convencida por Costa. "Creo que va a ser fatal", dice Jesse Tighe, de 18 años, "realmente nos sobran estas cadenas". De la misma edad, Finnegan Travers se pregunta "¿si vienes a Totnes será por los lugares independientes y los pequeños negocios, o no?"

Entonces, la última pregunta: ¿qué palabras asocian a Costa Coffee?

"Mierda", dice una voz; "corporativa", añade otra"; "Mcdonalds", sentencia una tercera. "Mira, he hablado con toda la gente joven de por aquí, te lo prometo. Y con la gente mayor", dice Tighe. Avanza por las calles de Totnes, dirigiéndose a un pub-cafe-sala de conciertos llamado The Barrel House, bajo el conocimiento de que pronto un cartel gigante de Costa acaparará la mirada de todo aquel que ande por sus calles. "Nadie en Totnes quiere esto. Nadie".

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