miércoles, 26 de septiembre de 2012

Esto no puede seguir así




 
La paciencia de muchos españoles se consume a la vez que las manifestaciones y protestas ciudadanas se suceden, con la mirada puesta en el incierto futuro que le espera a varias generaciones de jóvenes a los que no les tiembla la voz para gritar en pos de un porvenir digno. La mayoría de los que ayer estuvieron presentes, tanto en las diferentes marchas que desembocaron en el Congreso de los Diputados, como en el cerco humano que rodeó las calles aledañas al hemiciclo, se mostraron amargamente disgustados con la labor de unos políticos que “no les representan”, según rezaban a lo largo y ancho de la madrileña Gran Vía, la Puerta del Sol o la Plaza de Neptuno, otrora punto de celebración de alegrías y triunfos deportivos en lugar de disturbios, carreras y pelotazos de goma.

A las 17.30 horas del 25 de Septiembre de 2012 –fecha que se recordará-, una multitud de gente partió desde la Plaza de España, siempre bajo una estrecha custodia policial que limitaba su espacio a un par de carriles de la calle más famosa de la capital. Desde ahí y hasta la Puerta del Sol, se encaminaron miles de almas insatisfechas con la labor de sus políticos, por los que en muchos casos se sienten “estafados, engañados y defraudados”, como expresó José Manuel, un madrileño de unos treinta años que se encontraba allí puesto que no quería ser testigo de “la pérdida de multitud de derechos sociales que han conseguido a lo largo de varias décadas y por los que tanta gente anónima ha luchado”, como apuntó, refiriéndose a campos como la educación o la sanidad, tan castigados y adelgazados en los últimos meses.

“PSOE y PP, la misma mierda es” se escuchaba desde un joven sector de los manifestantes, a lo que acto seguido, un grupo de Izquierda Anticapitalista prosiguió con el ya famoso “lo llaman democracia y no lo es”; mientras tanto, en otro sector de la serpiente multicolor, varios integrantes del movimiento 15-M invitaban a los agentes de la policía nacional, desplazados allí ex profeso, a que se manifestaran con ellos bajo el lema: “Policía, únete”. Gritos y proclamas para todo tipo de gustos, más y menos educadas, ingeniosas, sin rima o con ella, pero todas con un trasfondo claro; los allí presentes no querían a éstos políticos que hoy en día dirigen el país y por ello pidieron, una vez más, un cambio urgente.

Raúl Camargo, portavoz de Izquierda Anticapitalista y portador del megáfono de la agrupación, dejó claro cuál había sido el motivo que había movido a todas las personas que formaban parte de esta nueva protesta: “La indignación por los continuos recortes es generalizada, nos sentimos estafados. Estamos dirigidos por un gobierno de clase que únicamente tiene en cuenta a los suyos. Grandes empresas y bancos son protegidos mientras en la calle hay muchos parados e incluso gente que pasa hambre”. Además, Camargo instó al conjunto de la sociedad a “tomar conciencia de clase” con el fin de que los ciudadanos influyan de forma relevante en las decisiones políticas. 


Quizá la ausencia más significativa en esta movilización corrió a cargo de los sindicatos mayoritarios de este país. UGT o CCOO  decidieron no adherirse a la convocatoria propuesta desde la Coordinadora 25-S y desde la plataforma ¡En Pie!. Esta decisión sorprendió a muchos de los allí presentes, que en otras ocasiones desfilaron codo con codo con los sindicatos. Pese a ello, agrupaciones sindicales como la CNT o movimientos como el 15-M o Democracia Real Ya, sí lucieron sus distintivos y reivindicaciones durante la manifestación, en la que también se pudieron distinguir numerosas banderas republicanas así como las camisetas verdes de los educadores públicos.

Si variadas fueron las misivas hacia los políticos que llevan el timón del país en estos difíciles momentos, no menos heterogéneo fue el perfil de los manifestantes. Desde algunos niños que acompañaban a sus padres, hasta señoras de 70 años, pasando por multitud de universitarios y treintañeros. Es cierto que los grupos predominantes fueron los dos últimos, pero Carmen y Concha, dos mujeres que lucían sendas melenas blancas, acompañaban el discurrir de la protesta con 68 y 71 años respectivamente. “Vivimos en un país en el que los políticos nos han robado a los ciudadanos y no lo podemos permitir, tenemos que salir a la calle a quejarnos, no podemos quedarnos en casa”, apuntaron en un tono hostil, a lo que rápidamente prosiguieron: “Están acabando con la cultura, la ciencia, el desarrollo, la educación, la sanidad. Más gente tenía que salir a la calle para protestar contra estas injusticias”. Ambas, aunque no se mostraron descontentas con la respuesta ciudadana ante la manifestación, echaron en falta a más madrileños en las calles.
 
La comitiva transcurrió sin grandes incidentes hasta la plaza de Neptuno por los caminos alternativos que planteó la policía después de cubrir todos y cada uno de los diferentes accesos con varios contingentes, compuestos por decenas de efectivos armados y con órdenes expresas de no dejar pasar a nadie. Muchos curiosos se agolpaban frente a las calles más pequeñas y estrechas, igualmente bloqueadas, empujados por su intuición, que les susurraba que esas vías podían ser las salidas ideales para los políticos, que por entonces se encontraban reunidos en el Congreso. Se equivocaron, la jornada del 25-S aún les depararía un capítulo más.

Al llegar a Neptuno, las diferentes marchas se unieron y la marea humana se multiplicó frente a hasta 15 furgonetas policiales, varios antidisturbios a caballo y otras tantas vallas que separaban al pueblo del Congreso, además de numerosas ambulancias. Una vez allí, y por si no era poco con la numerosa afluencia, entraron en escena dos nuevas actrices; la incertidumbre y la tensión, malas compañeras en días como ayer en el que el más mínimo error puede tener consecuencias lamentables.

Las mismas redes sociales, que jugaron un importante papel a la hora de convocar esta iniciativa, fueron las encargadas de anunciar las primeras cargas policiales contra los manifestantes que se encontraban en las inmediaciones de Neptuno, cerca del museo Thyssen-Bornemisza. Cuando ésta se encontraba repleta y los relojes marcaban las 19.30 horas de la tarde, una ambulancia consiguió romper el cerco humano de la plaza, algo imposible hasta para los vendedores asiáticos de cerveza. Parecía grave. A partir de ahí, el pueblo se sentó a esperar la resolución de la jornada al son de peticiones como: “menos políticos y más educación” o “Gobierno dimisión”. 
 
Pasaba el tiempo y de forma puntual, cada 20 minutos, los antidisturbios realizaban pequeñas cargas contra los allí presentes con el fin de abrir hueco ante la posible salida de los diputados, cada vez más inminente. Desde las 21.00 horas de la noche, las cargas se recrudecieron y se volvieron más continuadas y violentas. 

A partir de ahí: carreras, heridos, golpes, asistencias médicas, sirenas, sangre, disturbios, gritos, miedo y para terminar… Atocha. Mal final para una jornada que transcurrió de forma pacífica prácticamente en su totalidad y que en dos o tres horas se tornó en una batalla campal por el centro de Madrid que, además de avergonzar a muchos, deja en entredicho el futuro de un país en el que el malestar social crece, por momentos, de forma imparable. 

Enrique Delgado Sanz

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