domingo, 21 de octubre de 2012

Chicago Fire: Fuego inocuo y hormonal


Se acabó el mito que nos quieren hacer creer acerca de que los bomberos, en la mayoría de sus días, sólo se dedican a rescatar gatos de las copas de los árboles. Chicago Fire nos trae a un equipo de hombretones apagafuegos y a dos paramédicos que apenas pueden pararse a respirar porque están constantemente atendiendo catástrofes. Y, por supuesto, todos ellos también están que arden.
Los héroes ardientes de Chicago
 Y es que este inagotable ritmo queda patente ya desde los primeros minutos del piloto de Chicago Fire, que actúan a modo de prólogo. La estación de bomberos del 788 de Mapple Street recibe un aviso que pone en marcha a la Patrulla 81, el Equipo de Rescate y la Ambulancia 61 –los tres ejes heroicos que moverán llamas y hormonas en la serie-. Entonces conocemos a Casey (de la Patrulla 81) y a Severide (del Equipo de Rescate), dos colegas que se conocen desde la guardería y que están acompañados también por Darden. Al llegar al lugar del incendio, entre bromas acerca de ese maravilloso edificio que está ardiendo en llamas de cinco metros, una serie de imprudencias provocan la muerte de Darden tras una explosión.


Un mes después, un tembloroso Casey está recogiendo la taquilla del difunto mientras el conflicto que atravesará la serie –se nota en el ambiente- durante muchos capítulos toma forma: Casey y Severide, enemistados tras la muerte de Darden, se disputan el liderazgo de la estación de bomberos y la culpa por la muerte de Darden. Casey, rubio y con ojitos de cordero degollado, será la benevolencia y la parsimonia personificadas y el líder silencioso y noble mientras que Severide, moreno y barbudo, es la fuerza bruta, la provocación, la chulería. Una dicotomía entre dos personajes masculinos que nos traen vientos de una trama desgastada de series como Lost (Jack y Sawyer). Además, mientras a Casey lo ha dejado su novia porque no quiere todavía formar una familia, Severide se pincha a escondidas una sustancia sin identificar (¿esteroides, chico duro?). Así que ambos, vulnerables y musculosos, caminarán con la mirada baja y con espíritu delicado (aquí es cuando las más sentimentales andan buscando la ropa interior que acaban de perder).
Severide -izquierda - y Casey -derecha- mostrando su talento

Pero que no cunda el pánico. El fuego de Chicago también nos trae mujeres. Unas féminas intrépidas cuya primera intervención tiene lugar atendiendo a un pobre desgraciado que ha sufrido un disparo mientras, de un armario mágico que la policía no había registrado (pullita sutil: bomberos y médicos sí, policía no) sale el autor del disparo y las amenaza. Una Gabriela Dawson on fire le gritará al delincuente que suelte el arma, motherfucker, sin temblar un ápice, mientras su compañera, Shay –una rubia despampanante… y lesbiana- observa la escena. Así conocemos a las paramédicos, heroínas ante los armarios que la policía olvida registrar tras un tiroteo en un barrio conflictivo.

Dawson -izquierda- y Shay -derecha-

Guapas y torpes a partes iguales, por lo que cuenta este piloto (mítica escena en la que Dawson quiere salvar a una niña drenándole la sangre alrededor del corazón y, ¡ups!, se le va la mano y pincha el músculo). Se vislumbra química entre Dawson y Casey pero, para nuestra desgracia, la inexpresividad de Monica Raymund (Dawson) no da a pie a mucho más que a un par de muecas que tienen su cúspide en el momento del corazón atravesado erróneamente por la aguja.

Aflicción de Dawson al pinchar corazones.

Y así, como a rey muerto rey puesto, llega a la estación de bomberos un novato, Peter Mills (Charlie Barnett), que encarna el patriotismo americano (que no nos suena de nada en este tipo de series, claro) y que ocupa la taquilla de Darden, inocente y ajeno a la desgracia del mes pasado. La llegada de Mills, y la próxima visita del alcalde a la estación hilan un capítulo piloto en el que, aparte de la muerte de Darden, da tiempo a que atendiendo otro incendio Severide salve a Casey de morir (si de verdad pueden morir, porque nuestros guapos protagonistas respiran el mismo humo que deja KO a otros bomberos sin apenas cantearse).

Severide salvando a Cassey en el suelo misterioso que no se viene abajo

Un intento de escena dramática en la que bomberos y paramédicos aguardan en el hospital noticias sobre otro compañero herido, con Bruce Springsteen de fondo, pone el broche a este desangelado capítulo piloto sin conseguir que tanta desgracia, tanta llama y tanta tensión –teórica- nos pongan los pelos de punta en ningún momento (a excepción de los dos planos de agujas clavándose en la piel, lo más inquietante de los 45 minutos de capítulo).

Born in the USA

¿Qué nos ofrece Chicago Fire, entonces? Nada más y nada menos que la típica trama de líos amorosos y desgracias que persiguen el drama que suele tener lugar en un hospital pero que se trasladan, esta vez, a una estación de bomberos. A los de humor más ácido y con tiempo libre, puede que les guste como método de desintoxicación de series que van en serio de verdad; a los que sólo busquen entretenimiento y no sean muy quisquillosos con los detalles siempre que haya gente sin camiseta también es posible que pueda gustarles. Siempre y cuando que todos ellos estén dispuestos a aguantar 45 minutos de imágenes llenas de fuego pero que apenas llegan a quemar.

Elena Cortés Alonso @pieldelibelula

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