jueves, 21 de noviembre de 2013

Turismo comprometido, de la indigencia a la retribución salarial

En los mapas turísticos y en las postales no hay espacio para la tristeza. En realidad, lo contradictorio sería fotografiar la adversidad en un contexto turístico, cuando precisamente el término turismo alude a la actividad o hecho de viajar por placer (RAE). Definido en base a una connotación positiva, y siendo determinante su vertiente lúdica, el denominador común que comparte todo viajero es el gusto por recorrer nuevas geografías. Transitar, pasear, caminar y, al fin y al cabo, conocer. Conocer, sí; pero, ¿hasta qué punto? 
Son muchos los que ubican el Moldava en la ciudad de Praga; los que recuerdan a Kafka, en el Callejón de Oro; los que tocan la placa de bronce de la estatua de San Juan Nepomuceno, en el Puente de Carlos; o los que decoran el Muro de John Lennon, en Malá Strana. Sin embargo, ¿cuántos turistas descubren espacios recónditos? ¿Cuántos reconocen los vestigios de la era comunista? Y es que si sus torres y castillos evocan el misterio de lo onírico; los que hacen de su calles su casa sabrán más del enigma de la Ciudad de las Cien Torres que los propios mapas. 
Con esta idea nace Pragulic, una ruta alternativa para conocer Praga. Un turismo de corte social que favorece la inserción laboral de los “sin techo”, desde octubre de 2012 y que ha obtenido el Social Impact Award. Este proyecto, entroncado dentro de la filosofía HUB y creado por estudiantes de la Charles University in Prague, aborda una problemática generalizada en una ciudad en la que la cifra de vagabundos asciende hasta los 4.000. En una región en la que las bajas temperaturas invernales y el consumo de alcohol excesivo implican una mayor vulnerabilidad para aquellos que viven en la indigencia. 

Puente de San Carlos (Praga, República Checa). Fotografía: Tamara Capelo. 
Pragulic busca superar la caridad de la limosna, para retribuir a su trabajador permitiéndole superar la falta de recursos económicos. Todo ello con un doble beneficio: el del guía y el del turista, que conoce mediante este enfoque una nueva ciudad, más personal (casi autobiográfica) y con más historia, al alejarse de los puntos de público masivo. Por un precio de 200 czk (8€) para adultos y de 130czk (algo más de 5€) para estudiantes y jubilados, de las cuales el 50% va dedicado íntegramente al guía y el otro 50% a la empresa que sigue ampliando su cobertura (así como su labor social), un recorrido de 3 horas por la capital de la República Checa.  

De la mano de Karim, acompañado por una traductora de checo-inglés, el turista aprende a vislumbrar la ciudad con otros ojos. Descubre, de este modo, que entre la flota del Moldava destaca un barco-albergue para vagabundos con 250 plazas, por un precio de 20ck (unos ochenta céntimos) la noche. Gratuito en las épocas más frías. Y es que no es casualidad que el incremento del número de pequeños hurtos coincida con la llegada del invierno, nos dice Karim, puesto que la cárcel se postula como medio para sobrevivir a las temperaturas propias de este período estival. Además, el turista se empapa de la historia de sus calles y conoce, por ejemplo, las zonas de prostitución que proliferaron tras la caída del comunismo. Así como también, leyendas en las que los protagonistas son borrachos, hechiceras, parejas infieles, etc. Relatos que combina con recomendaciones comerciales, tiendas de segunda mano o tabernas checas alejadas de la influencia turística.  

Parada de metro Nové Butovice (Praga, República Checa). Fotografía: Sabela Paz
Un recorrido diferente y una nueva forma de entender el hábito de viajar. Un paseo guiado que permite cuestionar ciertos aspectos propios de la ciudad. Porque una vez acabada la excursión, el turista tiende a reflexionar acerca del funcionamiento de algunos servicios. El hecho de que no sea necesario pagar el transporte público vía conductor para hacer uso del mismo, permite entrar en calor en momentos puntuales. O preguntarse hasta qué punto es lógica la tendencia generalizada de tener que abonar 10ck (0’40€) por usar el servicio, incluso tras haber consumido un producto en el local o en los espacios abiertos al público (como pueden ser las estaciones de buses, los centros comerciales o los parques).

Se presenta, así, una medida alternativa para hacer frente al problema de la indigencia, en una de las ciudades más visitadas del mundo. Un hecho destacable si se tiene en cuenta la polémica surgida en el año 2010, que enfrentó al partido conservador de Vaclav Klaus y a la opinión pública, consecuencia de un plan de acción basado en el traslado de los vagabundos a un campamento ubicado en la periferia de la ciudad. Una decisión que fue tildada de plan de represión por las organizaciones civiles, por ser una medida que no atajaba el problema (más bien lo desplazaba de un contexto en concreto) y por incluir la creación de una agencia de seguridad específica para controlar al conjunto de estos ciudadanos.

Sin embargo, el éxito de este tipo de tours turísticos no sólo se reduce al territorio checo y a Pragulic. En ciudades como Londres, Múnich y Copenhague también existen servicios similares. Y la expansión de los mismos está a punto de llegar a nuevos países europeos, como es el caso de Eslovaquia. 

Estación de autobuses (Bratislava, Eslovaquia). Fotografía: Sabela Paz.
Y es que no se trata de acabar con las estampas emblemáticas de la ciudad, saquear los puestos de souvenirs, ni invertir el discurso consumista. Consiste más bien en asimilar una actividad económica, como lo es el turismo, para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Un proyecto rentable y respetuoso con su contexto. Una forma de viajar, que sin renunciar al placer, se adecua al entorno y lo mejora.  

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