viernes, 22 de febrero de 2013

23F: De golpes y mareas


Esta semana se da la oportunidad de resignificar una fecha de memoria infame en nuestros imaginarios colectivos. 23F (1981) es una película en blanco y negro en la que un idiota coronado por un tricornio entra en un Congreso y dice aquello de siéntensen. Hay extras que se meten debajo de sus asientos, secundarios que se quedan sentados -un secretario general del Partido Comunista que fuma y un Presidente en funciones- y un Ministro de Defensa que se pone de pie. Hay un rey que lo arregla todo al final, aunque no llega a salir en la peli, y un happy ending que se ha dado a conocer como el periodo democrático más prolongado y estable de nuestra historia. El rodaje de 23F se prolonga durante muchos meses. Incluye conspiraciones civiles y militares, paralelas, convergentes, de mayor y menor alcance. Es el tiempo en el que, como diría Álvaro Pombo, se trama la trama. 23F es la imagen de la democracia secuestrada, el recuerdo del miedo.


Poca gente salió a la calle esa tarde. Lo cuenta Javier Cercas y lo cuentan mis padres, que cuando salieron solo se cruzaron con otros rojos viendo el panorama. Sí que hubo mucha al día siguiente, para celebrar la libertad sin ira. 23F (2013) podría funcionar como espejo de aquel día 32 años atrás, como una reacción en diferido a otro secuestro -esta vez financiero-. Y es que el día elegido para dar salida a la marea ciudadana no es casualidad: la jornada del 23 no solo rechaza la política de recortes del gobierno de turno, sino que es una impugnación en clave de democracia a toda una cultura política, la Cultura de la Transición (CT), que sale de aquellos años en los que Tejero entraba en el Parlamento como si tal cosa.

Ante la carencia de instituciones de los movimientos capaces de marcar grandes citas diferenciadas entre la oferta de manifestaciones, se impone el primero que tira la piedra. Son cosas de la cultura red y lo 2.0: no hay contubernios de mareas que convoquen a la cita de mañana -que también-, sino una suma de adhesiones a la iniciativa de devolver el golpe. En este contexto se vuelve fundamental una codificación de las demandas ajena a la CT, una adecuada a unas reivindicaciones que no pueden ser satisfechas en el marco del pacto social salido de entonces. La beligerancia de la derecha mediática ante la convocatoria del 25S y el desconcierto de Talegón expulsada de la manifestación de la PAH el pasado 16 de febrero son dos síntomas de lo mismo: la política de los movimientos genera lenguajes que el orden instituído -orden zombi, institución muerta que camina y debe ser abatida para que pueda llegar otra- no comprende. Y no lo comprende porque no lo puede integrar en su seno.


Estos códigos son indispensables para ir más allá de demandas concretas y asumibles. El lenguaje que muta a la par que los movimientos convierte 15-M en 15-O, celebra el primer aniversario de las plazas tomadas y, cuando todos lo dan por muerto, rodea el Congreso y, más tarde, se hace marea de mareas. La expresividad de los movimientos es necesaria para cortocircuitar el Régimen de la austeridad, para no jugar en su campo, para convertir la cacareada efeméride en ofensiva democrática. Mañana podrá verse marea frente a política de manteles y confeti, multitud frente a Régimen y cleptocracia, pancartas de colores frente a sobres repletos de dinero negro. Podrá verse sujeto constituyente reclamando lo que es suyo, vehiculando la suma de reivindicaciones parciales a través de la defensa de la democracia y el rechazo de la deuda. La alternativa es un Régimen corrupto e inoperante, un muerto que camina por inercia.

Carlos Heras Rodríguez @CarlosHerasRo

1 comentarios:

  1. Es cierto que puede ser útil la mutación del lenguaje para combatir la ofensa democrática pero la gran diferendia entre el 23F(1981) y el 23F (2013)es que , como tú bien dices en el primero la reacción fue cantar la libertad sin ira y en este se nos ha instalado una desesperanza difícil de combatir cantando.

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