El pasado 7 de noviembre el tifón
Haiyan, el ciclón más intenso que haya tocado la tierra en la historia, azotó
la isla de Samar en Filipinas. Los resultados fueron devastadores: más de 5.600 pérdidas humanas, a las
que se suman daños materiales que, a largo plazo, podrían suponer muchas más.
Y es que, a la brutalidad e imprevisibilidad del primer impacto de los desastres
naturales, se le suman las terribles consecuencias que persisten en el medio y
largo plazo, cuando la óptica de los grandes medios internacionales abandona
las áreas devastadas por el desastre.
Es
un hecho conocido que los criterios de noticiabilidad varían según el país en
el que se produce la catástrofe natural. Mientras cada mes de agosto las
pantallas de nuestros televisores se llenan de actos que rememoran la
devastación que causó el huracán Katrina,
¿alguien sabe algo de Haití? A apenas unos centenares de kilómetros de las
costas de Florida, donde el Katrina golpeó
con mayor virulencia, se encuentran 320.000 personas que siguen sin hogar tras
el terremoto que sacudió Haití en 2010. Sin embargo, estas cifras parecen
insustanciales para los grandes medios. Y es un hecho asimilado en el
imaginario colectivo que "sino sale
en los medios, no existe". Ahora el drama del olvido mediático, que
lleva implícito también una suerte de "muerte humanitaria" en tanto
en cuanto muchas de las donaciones particulares derivan del impacto que las imágenes
que observan desde los medios, se cierne sobre Filipinas.
Si bien el llamamiento que realizó la FAO el 12 de noviembre, por el que pedía 24 millones de dólares americanos para paliar los daños más inmediatos del huracán, fue un éxito, los motivos para la alegría finalizan aquí. Como advirtió el organismo especializado de Naciones Unidas, a través de Dominique Burgeon, director de la División de Operaciones de Emergencia y Rehabilitación de la FAO, "la siembra de esta temporada, principalmente arroz de regadío, se encontraba ya avanzada y se espera que los cultivos se vean seriamente comprometidos. Si queremos evitar que regiones enteras del país tengan que depender de la ayuda alimentaria, debemos actuar ahora para asistir a las familias vulnerables para plantar o replantar a finales de diciembre". No conviene olvidar, en este sentido, que el arroz es el alimento básico en Filipinas.
Nos
encontramos por tanto ante un problema complejo. Por un lado las necesidades
alimentarias inmediatas prácticamente están cubiertas pues, gracias a las
donaciones procedentes de Bélgica, Suiza, Reino Unido y el Fondo Central de
Respuesta a Emergencias de la ONU, se han distribuido entre los habitantes del
país asiático semillas de hortalizas que ayuden a subsistir a las familias
filipinas en el período anterior a la próxima cosecha. No obstante, por otro
lado, las previsiones de recuperación se antojan lentas dado que, en un país
eminentemente agrícola como es Filipinas, los daños en la agricultura son
profundos.
Por
ello, a la previsión inicial de 24 millones de dólares, la FAO ha añadido un
nuevo llamamiento para conseguir otros 11 millones de dólares, que irían destinados a
labores de desescombro en las tierras agrícolas y a la limpieza de los canales
de riego con el objeto de evitar pérdidas irreversibles en la producción. Además, el organismo ha puesto en marcha un sistema que ofrece
dinero en efectivo y alimentos a cambio de trabajo en las áreas destruidas por
el tifón, con el fin de lograr rehabilitar las infraestructuras y evitar así
crisis de seguridad alimentaria y de medios de subsistencia entre los 2,5
millones de personas que, según datos de la organización, necesitan actualmente
ayuda en el país. Dos millones y medios de personas que, como recuerdan desde
diversas organizaciones humanitarias, no pueden volver a convertirse en una
mera cifra que archivar en las hemerotecas.
Sabela Paz
Sabela Paz
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