sábado, 18 de agosto de 2012

Antología del Disparate (II): de la organización del Estado



La crisis económica ha puesto en cuestión la arquitectura institucional establecida en 1978 por la Constitución. El descrédito y la aversión social alcanzan desde la Monarquía, hasta los concejales del más recóndito lugar.


La Monarquía naufraga en la opinión pública, entre las cacerías de elefantes, amantes ciertas o inventadas y las fechorías de Iñaqui Urdangarín y compañía. Miembros relevantes de Instituciones  como el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial han descubierto el placer de viajar gratis a costa de los ciudadanos. Eso sí, afirman que lo hacen por servir a España. Llevamos más de 30 años preguntándonos para qué sirve el Senado y si son estrictamente necesarios los 350 Diputados del Congreso.
Las Comunidades Autónomas se han convertido en 17 reinos de Taifas reproduciendo miméticamente la estructura del Estado y vulnerando en muchos casos el principio constitucional de igualdad ante la Ley de los españoles. Desde hace muchos años emprendieron una demencial carrera para detentar lo que consideran símbolos de soberanía: gobiernos con múltiples consejerías e innumerables asesores; Parlamentos disparatados; Defensores del Pueblo y Tribunales de Cuentas; una estación de AVE, un aeropuerto y un tranvía en cada provincia; Museos de Arte Contemporáneo vacíos, Palacios de Congresos por doquier; un ingente número de empresas públicas para camuflar el déficit; embajadas en la Quinta Avenida de New York; multitud de inversiones faraónicas con rentabilidad social dudosa y, para financiar el embrollo, una Caja de Ahorros Autonómica.
Buena Gente

Persisten las Diputaciones Provinciales y otras similares creadas en 1812 por las Cortes de Cádiz. Un político las definió como cementerio bien retribuido de alcaldes y políticos defenestrados. En ellas se produce un fenómeno curioso: cuando se está en la oposición son un vestigio deleznable del franquismo; cuando se está en el gobierno son garantía de la autonomía municipal e instrumento esencial de auxilio a los municipios pequeños. De creación más reciente son las comarcas catalanas y aragonesas. En el primer caso fue Jordi Pujol en 1987, para ejercer de contrapoder a las diputaciones y municipios gobernados por el PSC. En Aragón las impulsó el PAR, que gobierna casi en la mitad de las comarcas con sólo el 7 % de los votos. Existen además 8116 Municipios, el 80% de pequeño tamaño. Cifra a todas luces excesiva si se la compara con otros países de nuestro entorno. También hay 1432 mancomunidades supramunicipales que el gobierno actual plantea eliminar.
Esta especie de Torre de Babel en que se ha convertido el Estado Español ha generado una oligarquía caciquil en los distintos niveles del poder. A cambio de cargos y prebendas se controlan redes clientelares como en los mejores tiempos de la Restauración Borbónica. Esta maraña orgánica e institucional actúa como una eficaz agencia de colocación por la que pulula una legión de políticos sin retorno, familiares en diverso grado, amiguitos del alma, novios y novias, chivatos, alcahuetes, serviles, abrazafarolas, correveidiles, tuercebotas y amigos de lo ajeno.
Existe la imperiosa necesidad de adelgazar la estructura del Estado. Sobra el Senado, sobran las Diputaciones Provinciales, sobran las Comarcas y deben fusionarse Municipios y mancomunar servicios en vez de multiplicar los entes administrativos. A nadie se le escapa que la principal barrera para racionalizar la Administración Pública son los partidos políticos mayoritarios y los nacionalistas o asimilados. Rajoy y Rubalcaba o Rubalcaba y Rajoy o no quieren, o no pueden, o no saben afrontar esta tarea.

Como en los tiempos de la Restauración, se precisa una regeneración moral de España que la nomenklatura político-sindical es incapaz de abordar. A principios del siglo pasado una víctima de la oligarquía y del caciquismo, Joaquín Costa, apelaba a la necesidad de un “cirujano de hierro” que extirpara nuestras excrecencias seculares. Esta cirugía podrían realizarla los españoles por sí mismos o por imposición de las potencias europeas. Estamos asistiendo a esto último, aunque el cirujano es cirujana: la troika comunitaria.
                                                                    
Latino de Críspalis @De Crispalis

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