Los
que hemos estudiado en colegios e institutos públicos recordamos que
los alumnos se dividían en dos grupos: los repetidores y el resto. O
lo que es lo mismo, los malos malísimos y los demás. Para que la
separación fuese aun más clara, en mi colegio hasta hicieron una
clase compuesta sólo por alumnos que habían repetido... ¡en
tercero de primaria! El miedo que les teníamos los niños buenos a
los repetidores sólo era comparable con el que nos daba su
profesora, conocida como Doña Chincheta. Y el máximo temor
de nuestros bienintencionados padres era que cayésemos en esa clase,
claro.
